El G77 surge en 1964, para coordinar en el seno de la ONU y
en sus diferentes instancias la actividad e iniciativa de 77 países
subdesarrollados, atrasados o dependientes; países del Sur del Mundo. Con el
tiempo la adhesión llegó a 133 miembros aunque se mantiene el nombre genérico
adoptado en el comienzo. Desde entonces transcurrieron 50 años y el mundo
cambió sustancialmente, especialmente en aspectos económicos y políticos. Los
años 60´ y los 70´ constituyen el momento más elevado de la articulación de
propuestas e iniciativas del Sur del mundo, inclusive con la sanción en 1974
por la ONU de la Carta de los Deberes y Derechos de las Naciones, más conocida
como Nuevo Orden Económico Mundial. Carta a la que se opusieron muy pocos
países capitalistas desarrollados, los del Norte, con EEUU a la cabeza. Se
consolidaba allí el punto más alto de la ofensiva del Sur para contrarrestar el
poder de los países del Norte, que lanzaron en simultáneo la contraofensiva reaccionaria
del Neoliberalismo con el golpe de Estado en Chile (1973) y que vía Terrorismo
de Estado se extendió desde Sudamérica al mundo, cuando Thatcher y Reagan lo
establecieron en sus respectivos países, en Inglaterra en 1979 y en EEUU en
1980, para luego instalar el neoliberalismo en escala global hasta nuestros
días con la crisis mundial del capitalismo y el ajuste europeo de las políticas
de austeridad.
Los años 60 y 70, primeros momentos del G77 fueron
importantes en la prédica por la lucha anticolonial, antiimperialista,
anticapitalista y por un nuevo orden mundial. Fueron años de avance de la
articulación del SUR, con cambios políticos muy importantes en Asia, África y
América Latina. La ofensiva del capital en los 80 modificó sustancialmente el escenario
y debilitó la respuesta desde el Sur, con algunos países que intentaron
soluciones autónomas desde sus posiciones relativas de “fortaleza”,
especialmente de quienes sustentaban cierta ventaja asociada a las tenencias de
petróleo. La crisis de la deuda en los 80 es resultado directo de la
especulación y triangulación del excedente generado por el alza de los precios
del petróleo y muchos países del Sur fueron víctimas de la crisis del
endeudamiento externo, condicionando su desarrollo futuro, en algunos casos
hasta el presente.
La ilusión del desarrollo capitalista en el Sur llevó a
debilitar el movimiento de países del Sur y algunos se integraron al bloque del
Norte, casos de México y Chile incorporados a la OCDE. La ilusión del
desarrollo se agigantó con la caída del muro de Berlín (1989) y la
desarticulación de la URSS (1991), especialmente con las concepciones de “fin
de la historia” y su consecuente triunfo del capitalismo en el este de Europa.
La ilusión del desarrollo capitalista se instaló en varios países y debilitó la
articulación anticolonial, antiimperialista y anticapitalista, que era
hegemónica en los 60´ y 70´. En los 80´ y 90´ se habilita la ilusión del
desarrollo capitalista, agigantado con la concepción de países “emergentes”,
calificativo que surge para expresar a los territorios en capacidad de ofrecer
alta rentabilidad al capital con límites a su rentabilidad en el Norte,
especialmente con la crisis estallada en 2007/08. La ilusión del desarrollo
capitalista se generalizó en contraposición de la perspectiva de liberación al
inicio del G77.
Nuevas
expectativas por el cambio y sede boliviana
A comienzos del Siglo XXI emergen nuevamente expectativas de
cambio político, especialmente en América Latina, con resistencias populares extendidas
que suponen nuevas experiencias de gobiernos que critican el modelo neoliberal
hegemónico hasta entonces y avanzan en nuevos procesos, algunos incluso de
carácter anticolonial, anticapitalista y antiimperialista. El cónclave de Santa
Cruz será ocasión ideal para mostrar los logros del gobierno plurinacional de
Bolivia, como ejemplo visible de los cambios operados en Nuestramérica.
Entre otras experiencias regionales, sobresalen los cambios
constitucionales que recogen el ideario del “vivir bien” o el “buen vivir”,
caso de Bolivia o Ecuador; la participación popular en la gestión política,
recogida por las constituciones de Venezuela, Bolivia o Ecuador; los derechos
de la naturaleza y la pacha mama reconocidos en los textos constitucionales; la
demanda por una nueva arquitectura financiera que surge desde la UNASUR y el
ALBA-TCP, y como ella la perspectiva de una integración alternativa al modelo
de integración subordinada que sostenía el ALCA o la difusión de TLC o Tratados
bilaterales en defensa de la inversión. Esas experiencias de integración
favorecen el surgimiento de la CELAC, que excluye deliberadamente a EEUU y a
Canadá. El ALBA-TCP, es quizá el instituto de integración más avanzado, que
incluye articulación energética, financiera y comercial con pagos en monedas
locales, el SUCRE.
En el presente la ofensiva del Norte agiganta las
desigualdades entre Norte y Sur del mundo. Pero también la ilusión del
desarrollo capitalista en el Sur agiganta las diferencias entre algunos países
del Sur, receptores de inversiones externas y una gran parte del Sur que
profundiza su atraso y subdesarrollo si no intenta una lógica alternativa al
desarrollo, que es parte de la experiencia que Bolivia y otros países sustentan,
por ejemplo, en el programa de seguridad con soberanía alimentaria; de
soberanía energética expresada en las nacionalizaciones de los hidrocarburos
del 2006 y el proceso de autonomía e independencia que permite en Bolivia que su
pueblo “coma más y mejor” tal como lo expresan documentos del Ministerio de
Desarrollo Productivo y Economía Plural.
El Sur del mundo necesita independizar su crecimiento y
desarrollo de la demanda mundial de tierras y recursos naturales provenientes
del Norte, y pretender un desarrollo autónomo, independiente, en la búsqueda de
la cooperación Sur – Sur, retomando el espíritu originario del G77 y
aprendiendo de medio siglo de nuestra historia. Se necesita promover una mayor
articulación del Sur en defensa del medio ambiente, para un desarrollo en
armonía con la naturaleza, en defensa de los bienes comunes, tal como concluyó
la Cumbre Popular de la Tierra que sesionó en Cochabamba, Bolivia, en abril del
2009. Es importante sumar y comprometer a todos los países del G77+China en
este propósito, alejando la ilusión del desarrollo capitalista y desafiarnos a
pensar un mundo anticolonial, anticapitalista y antiimperialista, por el
socialismo. Es la ocasión para pensar la agenda post 2015, más allá de los
Objetivos del Milenio, que el capitalismo hegemónico impide su realización y
materialización. La experiencia del ALBA-TCP indica que es posible otra
experiencia de cooperación Sur – Sur y necesitamos habilitar una agenda para
los próximos 50 años que asuma el programa de la liberación social y la
articulación soberana en materia de alimentos, energía o la finanzas.
En estos cincuenta años, el Grupo de los 77, más allá de
valoraciones específicas de países o grupo de países en su seno, se ha
convertido en un actor importante en las relaciones económicas internacionales,
y en un iniciador principal de ideas, conceptos e iniciativas relacionadas con
el desarrollo y la cooperación internacional. Es la ocasión para que desde
Bolivia surjan nuevos ejes y propuestas para la liberación nacional y social
desde una perspectiva integradora desde el Sur, para una cooperación
internacional articulada desde nuestro Sur.
Las reuniones previas marcan el camino hacia acuerdos
posibles que interesa potenciar, tal como la importancia de elaborar una agenda
de desarrollo post-2015 que satisfaga a los países del G77+China; la
erradicación de la pobreza, como el mayor desafío que enfrenta el mundo hoy; la
cuestión del endeudamiento de los países más empobrecidos; la situación del
empleo y los ingresos populares; el cuidado del medio
ambiente y la materialización de las resoluciones abordadas en las cumbres
oficiales y populares, caso de Río+20 y otras; la situación especial de las
mujeres y los niños.
Especial atención merece la Agenda de Desarrollo Post-2015,
para abordar los desafíos que enfrentan los países en desarrollo, como el
acceso universal a los servicios modernos de energía; garantizar la seguridad
alimentaria con soberanía, y la nutrición; el empleo pleno, productivo y el
trabajo digno para todas y todos, con puestos de trabajo cualificados y la
formación; la situación de la agricultura familiar y comunitaria en un marco de
desarrollo rural para satisfacer necesidades populares, junto a la creación de
capacidad productiva rural y promoviendo ciudades sostenibles y asentamientos
urbanos con desarrollo de infraestructura suficiente y adecuada para el hábitat
popular y la armonía con la Naturaleza.
Se trata de pensar en un programa que aúne las aspiraciones
del Sur, en momentos de crisis del capitalismo para relanzar con más fuerza el
proyecto imaginado hace 50 años por el G77, pero en las nuevas condiciones de
luchas emancipadoras de los pueblos del Sur del mundo.
Crisis
alimentaria, Soberanía y agenda post 2015
Al momento de asumir la presidencia del G77+China, Evo
Morales señaló 10 tareas fundamentales para un nuevo mundo. Entre ellas, señaló
el propósito de “Erradicar el hambre de los países del sur con soberanía
alimentaria”. Vale destacar la cuestión de la “soberanía alimentaria” propuesta
por el titular del gobierno boliviano, ya que en general, en la terminología
usual se alude a la “seguridad alimentaria”.
La seguridad alimentaria parte de una concepción de
resolución del problema desde arriba, en general a cargo del Estado y sin
cuestionar el modelo productivo del agro negocio que hoy impera en el sistema
mundial. El concepto apela a las políticas públicas para asegurar alimentación
a la población, sin cuestionar el modo de producción ni los principales beneficiarios
del modelo, por caso las trasnacionales de la alimentación o la biotecnología.
Mientras que la soberanía alimentaria es producto de la lucha de los pueblos,
los trabajadores, los campesinos, los indígenas. Es una categoría creada por el
movimiento popular campesino a fines del siglo XX, cuando la Vía Campesina
despliega su lucha contra la incorporación de la Agricultura en las
negociaciones de la OMC. No sólo significa que los pueblos deciden qué comer,
sino cómo se produce y quién lo produce. También implica la lucha por la tierra
(reforma agraria popular), el agua, o las semillas.
Privilegiar la “soberanía alimentaria” no niega en la
coyuntura resolver la “seguridad alimentaria”. La soberanía alimentaria se
asocia al Vivir Bien, es una cosmovisión de carácter civilizatorio, mientras
que la seguridad alimentaria puede favorecer el vivir mejor (propio del orden
capitalista). Por eso creemos que la discusión debería centrarse en el tema de
la soberanía alimentaria (sin descuidar la seguridad que, como dijimos, también
es importante), sobre todo hoy cuando lo que existe es la destrucción del campo
en el ámbito mundial y la imposición de un determinado patrón de consumo que
tiene consecuencias serias en materia sanitaria.
Es un eje central asegurar en el ámbito nacional, regional e
internacional, la seguridad alimentaria con soberanía y el desarrollo agrícola
familiar y comunitario como parte integrante de la agenda internacional de
desarrollo. Ello supone una financiación sostenida y una mayor inversión
dirigida a aumentar la producción mundial de alimentos. Vale destacar en este
sentido la importancia del Año
Internacional de la Quinua en 2013. La biodiversidad de la quinua y el valor
nutricional hacen que sea esencial para la seguridad alimentaria y la nutrición
y para la erradicación de la pobreza, así como por la promoción de los
conocimientos tradicionales de los pueblos indígenas de los Andes, lo que
contribuye a la consecución de la seguridad alimentaria con soberanía, la
nutrición y la erradicación de la pobreza. Se trata de profundizar la
sensibilización sobre la producción de Quinua de su contribución al desarrollo
social, económico y ambiental, y para compartir las buenas prácticas en la
ejecución de las actividades del año, tal como se indica en el plan maestro de
actividades para el Año, titulado "Un futuro sembrado hace miles de
años", como parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
El G77+China necesita enfatizar en las múltiples y complejas
causas de la crisis alimentaria que se producen en las diferentes regiones del
mundo, afectando a los países en desarrollo, especialmente aquellos que son
importadores netos de alimentos, y sus consecuencias para la seguridad
alimentaria con soberanía y la nutrición, que requieren una respuesta global y
coordinada en el corto, mediano y largo plazo de los gobiernos nacionales y la
comunidad internacional. Las causas profundas de la inseguridad alimentaria y
la ausencia de soberanía alimentaria hay que fundamentarlas en la pobreza y la
inequidad. En definitiva, los precios internacionales de los alimentos son
establecidos en mercados mundiales influidos por la especulación y el carácter
dominante de las corporaciones transnacionales de los principales países
capitalistas del Norte desarrollado. Esos mercados dominados por los monopolios
transnacionales son los responsables de la volatilidad de los precios de los
alimentos y representan un serio desafío a la lucha contra la pobreza y el
hambre y para los esfuerzos de países en desarrollo para lograr la seguridad
alimentaria con soberanía y la nutrición.
La seguridad alimentaria con soberanía y la nutrición son
dimensiones esenciales del desarrollo sostenible. Los países en desarrollo son
vulnerables a los impactos adversos del cambio climático que amenaza aún más la
seguridad de los alimentos. El logro de la seguridad alimentaria y el cambio
hacia una agricultura sostenible, incluyendo el aumento de la producción de
alimentos y la inversión agrícola, el aumento de la capacidad productiva y la
mejora de la gestión agrícola y el desarrollo y el apoyo a la agricultura
familiar y los pequeños propietarios agrícolas en países en desarrollo, son
temas cruciales a sostener desde el G77+China. Al remitir a la Agricultura, se
la entiende en sentido ampliado, incluyendo la producción agropecuaria, la
pesca y la silvicultura, en tanto un sector de mucha importancia en muchos
países en desarrollo y fundamental para la supervivencia de millones de
personas. Es preocupante la situación de países que se han convertido en
importadores netos de alimentos producto de las prácticas de liberalización de
la economía que afectaron producciones locales, especialmente de alimentos.
Un problema lo constituyen los subsidios agrícolas y otras
distorsiones al comercio de los países desarrollados, que han perjudicado
gravemente el sector agrícola en los países en desarrollo, y limita la
capacidad de este sector clave para contribuir significativamente a la
erradicación de la pobreza, el desarrollo rural y sostenible, sostenido, inclusivo
y equitativo del crecimiento económico. Eliminación de esas subvenciones es una
parte fundamental de los esfuerzos mundiales para promover la agricultura, el
desarrollo rural y la erradicación de la pobreza y el hambre. Es preocupante en
ese sentido el acceso al mercado para los países en desarrollo, de los
productos agrícolas en sentido amplio.
En fin, desde Bolivia y con la experiencia del cambio
político regional, el G77+China puede retomar el camino originario por la
emancipación de los pueblos contra la dominación imperialista que surge de la
articulación de las transnacionales, los principales estados del capitalismo
mundial y las organizaciones multilaterales del sistema mundial capitalista.
La
Paz, 30 de abril de 2014
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