La
presión mediática de antiguos y nuevos voceros del poder económico reclamando
“flexibilizar” el aislamiento social preventivo y obligatorio, ante la pandemia del coronavirus, son
los mismos que demandaban y demandan flexibilizar las relaciones laborales
(eliminar derechos sociales y laborales) e incluso, más abiertamente, bajar la presión impositiva sobre el capital. Sostienen
que el “capital” es la vanguardia del proceso productivo, porque es el que
anticipa el dinero para la inversión y, en consecuencia, el capital es el que “da” trabajo. El discurso clama por salvar a los
capitales que son los que pueden invertir y por ende, hacia allí debe dirigirse
la política pública.
Todo
es una falsedad absoluta de la realidad. Desde los fundadores de la escuela
clásica de la Economía Política sabemos que el capital es “trabajo acumulado”,
por lo tanto, es el “trabajo” el que genera la producción y el propio capital. No
es el capital el que genera la riqueza, sino que es el trabajo el que genera la
riqueza y al propio capital. El dinero por sí mismo no produce ganancia, aunque
así aparece en el proceso financiero y en la especulación. El dinero del
inversor solo produce ganancia y acumulación en tanto puede comprar la fuerza de
trabajo y articularla, precisamente, en el proceso de trabajo con los
medios de producción (edificios, maquinarias, herramientas, materiales,
materias primas, etc.).
La
relación de producción entre el inversor, propietario de los medios de producción, y las personas que venden, en
el mercado, la fuerza de trabajo es la
relación capital – trabajo, o relación de explotación que explica la dinámica
de producción material y de ganancias en el capitalismo. No hay secreto, el
enigma del capital es la necesaria reiteración de esa relación social de
explotación. El capital necesita que se materialice cotidiana y reiteradamente
el proceso de trabajo, que haya producción, si no, no hay plusvalía o la
posibilidad de apropiar ganancias. Se trata de un proceso de producción y
circulación, de relaciones económicas monetario mercantiles, que en su dinámica
escamotea la subordinación del dinero a la relación capitalista de producción.
En
rigor, el problema que se evidencia en estos tiempos de paro de la producción
es que sin trabajo humano no hay posibilidad de producir ganancias y, por ende se obstaculiza la acumulación. Por eso
es que los propietarios de medios de producción claman por la vuelta al trabajo
y se preocupan por el impacto de la recesión. Dicen preocuparse por la vida
cotidiana de la población, cuando lo que visualizan es la pérdida de sus
ganancias e ingresos, y con ello la imposibilidad de la acumulación. La presión
miserable apunta a levantar la cuarentena, que por ahora se extiende en
Argentina hasta fines de abril y gana espacio como acción preventiva en todo el
mundo, cuando ya superan los 100.000 fallecidos por coronavirus, o si se quiere
por la desaprensión del desfinanciamiento de la salud pública.
La
incertidumbre sobre la evolución de la pandemia exige discutir más a fondo el
orden económico y social capitalista que, deliberadamente,
desfinanció la salud pública en aras de otros negocios, inservibles e
improductivos para la sociedad, pero rentables para los inversores
capitalistas, caso de la producción y circulación de armas, drogas o personas
(trata).
Salud pública o negocios para el capital
Resulta
urgente recrear condiciones de funcionamiento del sistema de salud pública, destruido en casi
medio siglo de políticas “neoliberales”, que, privilegiando el mercado, la iniciativa privada, con el objetivo exclusivo de generar ganancias, permitieron la transformación de un “derecho” a la salud, en una
mercancía que se compra y se vende en el
mercado. Un mercado que se maneja con moneda, con dinero.
La cuarentena tiene sentido preventivo en
materia de salud, pero también para restaurar capacidad de atención sanitaria
del sector público. La destrucción no es solo de la gestión anterior de
Mauricio Macri, sino legado de la liberalización monetarista desde tiempos de
la genocida dictadura de 1976. Salud y educación son entre otros derechos
sociales, los afectados por la liberalización de la economía. Salvo excepciones
limitadas, la constante de la organización socio económica, en este medio siglo, transcurrió con una
orientación favorable a la acumulación privada.
Preocupa al poder económico la continuidad de
la acción preventiva en materia de salud, por la recesión, por la caída de la
producción. No les preocupa el empleo, ya que aun con prohibición de despidos,
la norma pasa por las cesantías, las suspensiones o las reducciones del ingreso
de trabajadoras y trabajadores ante la merma de la producción. Arguyen que
venimos de dos años de recesión y que en este 2020 la
caída podrá oscilar entre 3,5% y 4,5%. Más allá de la Argentina, la recesión es mundial. Kristalina Georgieva
anticipa lo que será el informe de la perspectiva mundial que se difunde en la reunión
de primavera del FMI y el Banco Mundial. La Directora Gerente del organismo
anticipa lo que informará el documento[1]:
“Hace tan solo tres meses,
esperábamos para 2020 un crecimiento positivo del ingreso per cápita en más de
160 de nuestros países miembros. Hoy, ese número ha dado un giro de 180º: ahora
proyectamos que más de 170 países experimentarán un crecimiento negativo del
ingreso per cápita este año.”
Agrega a ese pronóstico el dato de la salida de
capitales de países emergentes en su búsqueda de “seguridad” en los principales
países del capitalismo mundial:
“En los últimos dos meses, han
salido de los mercados emergentes aproximadamente USD 100.000 millones de
inversiones de cartera, monto más de tres veces mayor que en el mismo período
de la crisis financiera mundial.”
Ni siquiera China podrá morigerar la caída del
presente año, ya que recién ahora comienza a normalizar el paro de la
producción en las zonas de cierre económico sanitario preventivo, especialmente
Wuhan y la provincia de Hubei.
Por su parte, la OIT señala[2]:
“El posible aumento del desempleo
mundial durante 2020 dependerá de manera considerable de la evolución futura y
de las medidas políticas que serán adoptadas. Existe un riesgo elevado de que
para final de año la cifra será significativamente más alta que la previsión
inicial de la OIT, de 25 millones de desempleados.”
Agrega:
“Más de cuatro de cada cinco
personas (81 por ciento) de los 3.300 millones que conforman la fuerza de
trabajo mundial están siendo afectadas por cierres totales o parciales de su
lugar de trabajo.”
El debate entre salud y economía, es falso,
mezquino y miserable, que escamotea la discusión del qué hacer en la coyuntura
y más allá en el tiempo
para superar los
problemas del presente.
¿Quién financia el
receso obligado y cómo seguir?
Resulta saludable el debate abierto ahora en la
Argentina sobre la imposición a las grandes fortunas, el 1% de la población
local, sobre quienes debe recaer un aporte especial para atender los gastos de la pandemia y el
paro transitorio de la capacidad de producir.
Se requiere, además, para el largo plazo discutir el modelo productivo y de desarrollo, tanto
como el sistema financiero y la inserción internacional del país. La situación
de emergencia habilita esta discusión, evitada por años de oscurantismo y
hegemonía desbordante de ideología y política neoliberal, forma manifiesta del desarrollo
capitalista contemporáneo.
Pensar y construir más allá del capitalismo
constituye un desafío para el pensamiento crítico y la práctica por la emancipación de los pueblos.
Buenos Aires, 11 de
abril de 2020
[1] FMI. Afrontar la crisis:
Prioridades para la economía mundial. Por Kristalina Georgieva, Directora
Gerente del FMI. Washington, DC. 9 de abril de 2020, en: https://www.imf.org/es/News/Articles/2020/04/07/sp040920-SMs2020-Curtain-Raiser (consultada el 11 de abril de
2020)
[2] OIT. El COVID-19 causa
pérdidas devastadoras de empleos y horas de trabajo, 07/04/2020, en: https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/newsroom/news/WCMS_740920/lang--es/index.htm (consultado el 11 de abril de
2020)
Josefina Regnasco Efectivamente, el sistema capitalista es insostenible. Son los mismos actores del sistema financiero, tales como Soros, que alertaban sobre esta situación: "Lo que predigo es la desintegración del sistema capitalista mundial", afirmaba.
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Josefina Regnasco
Josefina Regnasco Es necesario replantear los conceptos de crecimiento, desarrollo, productividad. Por ejemplo, no se registran como gastos el deterioro del medio ambiente, los gastos en salud producidos por la contaminación, entre otros. Estas cifras no aparecen en los registros contables.
Josefina Regnasco Efectivamente, el sistema capitalista es insostenible. Son los mismos actores del sistema financiero, tales como Soros, que alertaban sobre esta situación: "Lo que predigo es la desintegración del sistema capitalista mundial", afirmaba.
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Josefina Regnasco
Josefina Regnasco Es necesario replantear los conceptos de crecimiento, desarrollo, productividad. Por ejemplo, no se registran como gastos el deterioro del medio ambiente, los gastos en salud producidos por la contaminación, entre otros. Estas cifras no aparecen en los registros contables.
Muy bueno!!
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