El paro
internacional de mujeres y el lock-out del empresariado del campo confluyen al
mismo tiempo, lo que en lenguaje clásico son expresiones diferentes del estado
de la lucha de clases en la Argentina.
Las
mujeres y sus luchas, ahora extendida en las disidencias o diversas formas de manifestación
cultural de la sexualidad, abonan un cambio cultural de mayor trascendencia que
el histórico derecho a la igualdad entre mujeres y hombres. Se trata de una
dimensión que se manifiesta como lucha económica, política, cultural,
ideológica, civilizatoria, que incorpora novedades sobre el lugar de los
hombres en esta lucha, o en la solidaridad con esta lucha. La humanidad está
desafiada contra el feminicidio y la igualdad.
En la
protesta de “género” se involucran aristas contradictorias, las que se evidencian
en el debate “verde” o “celeste” en el Parlamento o en el movimiento popular,
con identidades a la izquierda y/o a la derecha del arco político que asumen posiciones
no siempre previsibles. En ese sentido, por ejemplo, se puede defender el derecho
al aborto legal y gratuito, al mismo tiempo que promover una reaccionaria
reforma laboral o previsional, o, todo lo contrario.
Más
allá de las discusiones, el sentido del proceso de la lucha por los derechos de
la mujer y las disidencias confronta con la tradición patriarcal hegemónica de
la sociedad contemporánea, por lo que orden capitalista y patriarcalismo se
potencian en una dinámica de explotación y dominación a ser derrotada. Se trata
de un desafío gigantesco que trasciende a nuestra generación y se asocia en la
defensa de la vida y por ende de la naturaleza, dimensiones que ataca el orden
vigente.
La
defensa por los derechos de la mujer es una estrategia que viene de lejos y que
en estos tiempos aceleró la capacidad de acumulación para transformar la
realidad y modificar sentidos instalados por siglos, von la violencia como
mediadora y ejecutora de la dominación y discriminación.
Por
su parte, las patronales agrarias convocaron desde la Mesa de Enlace a un “lock
out” patronal, que llaman “paro” del campo, aun cuando uno de los cuatro, la
Federación Agraria Argentina (FAA), presionada por su realidad diversa dejó en
libertad a sus asociados.
Aquí
también hay contradicciones, pero si en el debate de género la tendencia que
prima, en perspectiva, es progresiva, liberadora, por la conquista de derechos;
en el caso de las patronales agrarias, lo hegemónico es retrógrado, conservador
y reaccionario a cualquier visión de aporte solidario ante la emergencia socio
económica de una parte muy importante de la sociedad, aun cuando se discuta el
destino de la fiscalidad que sustente el actual gobierno.
Por
eso es una respuesta ideológica, más allá de cualquier racionalidad económica
que se pretenda. Hay quienes pretenden repetir el debate del 2008 sobre las
retenciones, cuando en el presente existe segmentación de la fiscalidad e
intencionalidad de gravar a los sectores más concentrados, quienes no están
dispuestos a ceder cuota de ganancia para atender imperiosas necesidades
sociales.
En
el fondo, en el debate y lucha económica, lo que acontece es la correlación de
fuerzas que existe en la sociedad, que exige definiciones que están más allá de
una posición a la defensiva y posibilista asociada a los límites autoimpuestos
desde la función gubernamental, tanto como de otra conservadora y retrógrada
sustentada por las clases dominantes o la derecha política. Mucho menos para
aquellos que establecen una identidad entre el programa de máxima de las clases
dominantes y el posibilismo. Ahí está el desafío, construir un espacio
unificado de acción integral que supere límites posibilistas y de identidad
entre éstos y los cruzados de la dominación.
Se
trata de denunciar el look out patronal, tanto como defender el derecho a la
lucha de las mujeres, las disidencias y las diversidades en la opción cultural
sexual, como expresiones de variadas confrontaciones que definen las opciones
políticas del presente.
La deuda es también territorio de la lucha
El
asunto no es solo el paro internacional de mujeres y el lock out patronal, sino
también que hacer con un trascendente tema como el del endeudamiento público
externo.
Pasó
nuevamente el FMI por la Argentina y esta vez para afinar el lápiz sobre el
ajuste de las cuentas públicas para cobrar cuando sea posible, aun concediendo
plazos y nuevas refinanciaciones.
El
FMI quiere cobrar, más allá de cualquier negociación, y para eso pretende
ajuste fiscal, lo que supone quita de derechos a buena parte de la sociedad más
necesitada, al tiempo que sugiere que el resto de los prestamistas carguen con
el costo de una refinanciación que suponga alargue de los plazos y quitas de
capital de deuda e intereses.
Desde
luego que los Fondos de Inversión, los “buitres”, también de paso por el país
en estos días, se niegan a resignar recursos y presionan con su capacidad de
negociar, con un 40% de títulos de la deuda en su poder, unos 122.000 millones
de dólares.
La
incógnita es quien, y cuando se decide el default, si lo llevan adelante los
Fondos de Inversión, el FMI, o si se ejerce desde una medida de soberanía.
Mientras
se demora la decisión caen vencimientos y con ello la cancelación de acreencias
que suponen postergar la satisfacción de otros derechos sociales por ausencia
de recursos. Más que por ausencia de recursos lo que ocurre es que éstos son o
serán derivados a la cancelación de deudas.
Son
opciones para asumir, o se cancela deuda que puede ser discutida como odiosa o
ilegitima, o se atienden las necesidades sociales diversas, en condiciones de
agravamiento económico social de un 40% de la población en la Argentina.
Marzo
es el tiempo autoimpuesto por el Gobierno para la negociación de la deuda, que
seguramente se postergará, con el agravante de nuevos vencimientos de deuda que
en mayo se hacen insustentables, o sea, impagables, por lo que el horizonte del
default se impondrá por imperio de la imposibilidad de pago.
Una
decisión soberana que defina la lucha entre los prestamistas y el conjunto de
la sociedad puede favorecer volcar la contradicción social en lucha para
discutir un rumbo económico social que modifique sustancialmente el eje entre
beneficiarios y perjudicados del orden económico actual.
Sostenemos
que no alcanza con “resolver” el tema de la deuda, ya que en el trasfondo está
el modelo productivo y de desarrollo, que impone ser modificado, y claro, eso
es también producto de una lucha de ideas, de clases, entre beneficiarios y
perjudicados, entre minorías con capacidad de extender consenso y mayorías que
necesitan construir proyecto propio, con autonomía del poder local y mundial.
Sea
por la deuda, por los derechos de igualdad de género y disidencias, o para denunciar
la presión de las patronales del campo, todas esas “causas”, son expresión de
una encarnizada lucha de clases.
Buenos Aires, 8 de marzo de 2020
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