A
las puertas de un nuevo gobierno desde el 10 de diciembre próximo en la
Argentina existen interrogantes sobre quienes integrarán el Gabinete de
Ministros, especialmente en el área de Economía y la Producción, como en las
Relaciones Exteriores. Todas las áreas de gobierno interesan, Educación y
Salud, Ciencia y Tecnología, Cultura, Jóvenes y Mujeres, entre otras, sin duda,
pero buena parte de las argumentaciones sobre el triunfo en las recientes
elecciones (28/10/2019) de la coalición liderada por el peronismo unido bajo hegemonía
kirchnerista, se derivan de la situación económica, la que está estrechamente
vinculada a la situación mundial y regional. Por eso, el énfasis en lo “económico”
y en la “inserción internacional”
Los
análisis de los fenómenos económicos en el marco mundial son insoslayables para
pensar nuestro tiempo en cualquier territorio y coyuntura. A escala global se
mantiene la guerra comercial entre EEUU y China, como vidriera de un debate de
fondo sobre la hegemonía de la producción mundial, del desarrollo tecnológico
en asuntos de vanguardia, lo que ocurre en un marco de desaceleración y
exacerbación del gasto militar, a lo que se suma el descontento social
extendido, evidente en la región latinoamericana y caribeña. Asistimos a un
tiempo de “desorden”, luego del “orden” globalizador construido desde el poder mundial
liberalizador por más de cuatro décadas. Ese orden lo discuten desde arriba en
la disputa por la hegemonía, y desde abajo con evidentes señales de cansancio y
agotamiento de los pueblos ante los efectos sobre la mayoría de la sociedad.
¿Acreedores internos o externos?
La
Argentina está atrapada en la red del endeudamiento y el acuerdo con el FMI,
con EEUU detrás, definiendo las posibilidades financieras del país y por el
otro lado, Brasil como principal comprador, quien ejerce su propia presión para
orientar decisiones de política económica e internacional al nuevo gobierno argentino.
El trasfondo de luchas sociales en la región augura efecto contagio en toda Nuestramérica,
que amenaza la hegemonía cultural “neoliberal” construida por años, evidente en
la situación de Chile y de Colombia.
El
tema del rumbo económico y la inserción internacional importa porque detrás de
algunos nombres que suenan para designar en los Ministerios respectivos existen
enfoques teóricos y propuestas de políticas concretas que definen particulares
ganadores y eventuales perdedores según sea el camino que se elija. La
coalición que asumirá el gobierno contiene en su seno diagnósticos
diferenciados sobre el qué hacer en materia económica y en la política
exterior, que son no conciliables si la prioridad es el hambre y la
recomposición de ingresos populares, o la decisión de cumplir con los acuerdos
suscriptos con el FMI y su socio mayoritario, el gobierno estadounidense. Del
mismo modo se puede discutir cual será la inserción internacional a promover, ¿más
cercana a la reconstitución de una experiencia de “integración regional” en la difícil
situación de América Latina y el Caribe actual?, o ¿a la recreación de los
vínculos con el orden y demanda de las transnacionales, especialmente asociadas
a las inversiones petroleras por la explotación de hidrocarburos no
convencionales?
En
ocasiones me consultan si se puede satisfacer a ambas partes o intereses. Soy categórico
en señalar que no se puede, más allá de cómo se termine formulando la política,
que puede incluir un shock de ingresos para el verano a los más postergados,
recordando el condicionante de un 40% de pobreza en el país, y claro, postergando
cancelaciones y vencimientos de la deuda, con todos los interrogantes de la
capacidad de escucha de un poder mundial jugado en disputar impunemente el
poder en la región y en el mundo. Las prioridades marcan el rumbo a seguir y
condicionan otros aspectos a ser considerados secundarios. ¿Los acreedores sociales
y económicos de derechos primero o serán los externos, entre ellos el FMI, los
que marquen el rumbo?
Un
agravante a considerar es que más allá de las cabezas designadas en cada
Ministerio, resulta altamente probable que se constituyan equipos en cada área que
incluyan personas con orientación heterodoxa y ortodoxa, dificultando un rumbo
que muchos actores preferirían más definidos. Algunos preferirán la prioridad
de atacar la pobreza, el hambre, el desempleo, el aliento a la promoción del
mercado interno, el estímulo a cooperativas, a pymes y a ciertos desarrollos
productivos regionales y vinculados a las necesidades de la mayoría social; y
otros preferirán la inserción internacional subordinada, la apertura
liberalizadora y la seguridad jurídica de los inversores internacionales.
Ambas
posiciones tienen contacto con sectores políticos y sociales que no integran la
coalición de gobierno y ello supone capacidad de alianzas para definir el rumbo
hegemónico de la Argentina en el próximo periodo. Por eso, las alianzas en la
nueva etapa trascienden el consenso electoral que permitió el acceso al
gobierno. Unos y otros sectores sociales y políticos, en el oficialismo y en
las oposiciones venideras, expresan intereses económicos y cierta cosmovisión
relativa al qué hacer cotidiano.
Convengamos
que lo definitorio, no siempre considerado en los análisis, será la presión
social en uno u otro sentido, incluso a sabiendas que la movilización callejera
ya no solo se sostiene desde las mayorías empobrecidas. Desde sectores sociales
de la derecha se realizaron experiencias de movilizaciones, no solo con fines
electorales, para organizar demandas sectoriales o ideológicas, las que serán
puestas en juego en el próximo periodo. Entre muchos ejemplos podemos citar las
luchas en contra del aborto o por reaccionarias reformas penales. La derecha ya
no solo moviliza desde el poder armado militar, y ahora incluye el accionar
ideológico vía medios y redes junto a concentraciones callejeras ampliamente
difundidas en los medios de información masiva.
Definir prioridades afecta ingresos
La
opción por privilegiar la deuda y su cancelación, como los compromisos de ajuste
fiscal y reformas estructurales: quita de derechos laborales y previsionales,
por ejemplo, supone afectar los ingresos populares (salarios, jubilaciones,
planes sociales) y anticipa despliegue del conflicto social.
El
relativo impasse en la demanda social estuvo vinculado a las expectativas con
el cambio de gobierno, anticipado en las primarias de agosto y consolidado en
las elecciones de octubre. El tiempo se
acorta y diciembre alumbrará con más penurias derivadas de la inflación (57 al
58%) y la recesión en torno al -3%, lo que augura exigencias de soluciones
inmediatas, aun de emergencia.
A la
inversa, la atención a la emergencia, de los ingresos de trabajadores y
trabajadores, activos y pasivos, tanto como los planes sociales, afectará la
ganancia empresaria y ello generará demandas desde el poder económico, las que
se manifiestan actualmente en subas del combustible o de las prepagas, como en
la remarcación de precios no regulados. Aun con “legislación de góndolas”, el
poder económico de los supermercados buscará los mecanismos de evasión y
elusión de los controles legales con un Estado disminuido en su capacidad de inspección
e intervención directa.
Más
aún si se avanza por el camino de la desdolarización de las tarifas de
servicios públicos, donde puede esperarse el boicot empresario, tal como fue
ejercido en tiempos anteriores, los que desembocaron en el proceso privatizador
y más reciente bajo el gobierno Macri en la dolarización de las tarifas. El
chantaje empresario será previsible, porque la afectación de las ganancias será
el único mecanismo de asegurar la urgencia que demandan las urgentes
necesidades sociales de la mayoría empobrecida de la sociedad
Toda
la población, en una economía monetario mercantil, necesita percibir ingresos,
los que se derivan de la propiedad de los medios de producción o de la
propiedad de la fuerza de trabajo. La Renta Nacional se distribuye en
consideración a estas remuneraciones, las ganancias y la renta del suelo para los
propietarios de medios de producción y los salarios en todas sus formas,
derivadas de la regularidad o la irregularidad del empleo, para los que solo
tienen su fuerza de trabajo para ofrecer en el mercado. Todo se dirime en la
distribución de la Renta Nacional, lo que requiere ser programado, planificado.
No solo remito a la distribución directa y en primera instancia, sino al papel
del Estado, de las políticas públicas en la distribución secundaria del ingreso.
El
debate es si se mantiene el Estado al servicio del gran capital vía subsidios o
formas de sostenimiento del gran capital local o transnacional, o si se alienta
una política de estímulo al gasto público y social, lo que supone discutir la
política de Ingresos, Fiscal, Monetaria, Crediticia, Cambiaria, entre otros
aspectos que definen el rumbo económico y la inserción internacional. Como
siempre sostenemos es una opción contradictoria que supone confrontación de
intereses, en una disputa que no admite el empate y algunos ganan y otros
pierden. La distribución de ingresos no es de suma cero, por eso la inflación,
en tanto capacidad de establecer precios resulta un mecanismo de defensa del
poder económico.
¿Puede escalar la inflación en el próximo tiempo? Siendo una disputa de
poder, queda muy claro que es una posibilidad. En ese sentido, interesa y
mucho, los nombres de quienes encabecen ministerios, de sus equipos y de sus
políticas para este comienzo de nuevo gobierno. El impacto de esos anuncios
podremos considerarlos en función de las iniciativas políticas cruzadas del
poder o de los sectores populares, una confrontación en función de intereses,
prioridades y rumbos al desarrollo del futuro cercano en la Argentina.
Buenos Aires, 23 de noviembre
de 2019
Es totalmente ingenuo suponer que la orientación del futuro gobierno es una cuestión de nombres. Es una cuestión primero de relación de fuerzas, por el momento mu desfavortable para los intereses populares y segundo,pero no menos importante, la historia de 70 años del peronismo/kirchnerismo siempre al servicio del gran capital y en contra de los trabajadores.
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