El pasado 8 de agosto una institución retrógrada e
innecesaria como el Senado Nacional frenó la media sanción relativa a la despenalización
del aborto, a contramano de la abrumadora legitimación social del debate
militado por millones de personas, especialmente mujeres jóvenes. Se dice que
fue la influencia de la Iglesia y la cultura hegemónica conservadora del
interior, más precisamente en el norte empobrecido, quienes desplegaron una
fortísima iniciativa política de corte conservador desde la aprobación del
proyecto en Diputados. La marea verde con su lucha actual, que recoge la larga
tradición de la brega por el aborto seguro y gratuito, tiene el mérito de instalar las bases
subjetivas para una futura sanción que identifique a la legislación con el
sentimiento de avanzada de la sociedad argentina.
La realidad es que la vieja política conservadora frenó
transitoriamente el impulso de lo nuevo gestado por una nueva generación de
lucha por los derechos humanos en sentido integral, muy destacadamente los
relativos a la igualdad de género, a la diversidad sexual y al goce, como muy
bien señaló Pino Solanas en su intervención en el Senado. Por eso, el dato
relevante, sin embargo, remite a lo nuevo que emerge en las niñas, adolescentes
y jóvenes activistas militantes de la vieja causa por el derecho al aborto seguro
y gratuito sustentado desde una convicción histórica por mujeres, abuelas y
bisabuelas. La posta de la militancia histórica es asumida en esta coyuntura por
millones de jóvenes que alimentan la gestación de un nuevo tiempo, como ayer y
como siempre, arrasando con la vieja y conservadora cultura del rechazo a la
superación.
La economía también a
contramano
En materia económica ocurre algo similar. En diciembre
del 2015 asumió el gobierno de la Argentina una propuesta con un programa de
derecha que transita a contramano de los nuevos rumbos del capitalismo mundial,
claramente identificado con las políticas de Trump o del Brexit; de recreación
del proteccionismo nacionalista en defensa de la hegemonía imperialista
histórica de Inglaterra y EEUU. Esa política nacional emanada desde la
hegemonía impone la guerra comercial en curso, desde EEUU contra China o Europa
y el resto del mundo, lo que incluye la reciente suba de los aranceles a
Turquía y la consecuente devaluación de la moneda turca, la que arrastra otros
procesos similares en el mundo, caso de la modificación cambiaria en la
Argentina con un dólar rozando los 30 pesos por unidad.
No se trata de defender la política estadounidense,
británica o del nacionalismo de derecha y conservador en el mundo, sino de
interpretar las contradicciones de la situación mundial y en ese marco definir un
rumbo propio para alejar lo más posible al país de los efectos desastrosos para
la sociedad por la inserción internacional subordinada. Por eso preocupa que la
economía argentina marche a contramano de las orientaciones sustentadas desde
la hegemonía, sobre todo si no existe una lógica social y política mayoritaria en
contra del capitalismo. Cuando en el mundo se fortalece el dólar por imperio de
la política económica proteccionista estadounidense, aumento de las tasas de
interés mediante, más allá de cualquier impacto a largo plazo, en el país (que
no emite dólares) no se cuidan los escasos dólares o divisas que ingresan. En
rigor, ocurre todo lo contrario y se generan condiciones para la salida (fuga)
de esos recursos escasos. En lugar de cuidar las escasas divisas conseguidas,
se facilita la salida y así se construye la llamada “restricción externa” de la
economía local.
Remito a la libre y acrecentada importación, en
simultáneo con bajas de precios internacionales de productos de exportación,
caso de la soja, sumado a maniobras especulativas que demorando ventas externas
demandan mayores devaluaciones en favor de la rentabilidad de grandes
productores y exportadores del complejo sojero del agro-negocio. Pero también
la libre circulación de capitales, sea por pagos de intereses acrecentados con
nueva deuda pública, remesas de utilidades al exterior o déficit por turismo
internacional. Es más, esa salida de dólares solo es posible por el ingreso de
fondos especulativos o mayor deuda externa. A contramano de la tendencia
hegemónica, en lugar de generar condiciones de funcionamiento local para
limitar la restricción externa, se la fomenta. De ese modo solo queda el ajuste
sobre los ingresos de la mayoría de la sociedad. Ese es el resultado del rumbo
económico del Gobierno Macri en el tramo final de su gestión con vencimiento en
diciembre del 2019.
La inflación y la recesión son manifestaciones del ajuste
que empobrece a la mayoría de la sociedad y renueva el descontento, anima la
protesta social y crea condiciones de posibilidad para transitar nuevos rumbos
de construcción de iniciativa política popular para un nuevo tiempo de
construcción social.
Avanzar con lo nuevo
La marea verde entusiasma, por la masividad y la
juventud incluida, señalando posibles subjetividades que afecten al conjunto de
la cotidianeidad, entre ellas las relaciones económicas. Estas convalidan el
capitalismo local, que para funcionar necesita recrear los mecanismos de
transferencia de riqueza producto del trabajo social a una minoría asentada en
el poder y la dominación. El problema a resolver es como otorgarle centralidad
a la disputa por la apropiación social del producto del trabajo, en tanto
sustento de la vida cotidiana, hoy apropiada por núcleos reducidos de poder
hegemónico a costo de insuficiencias e insatisfacciones de la mayoría de la sociedad.
El ejemplo de la lucha feminista por décadas y los
cambios en la cultura de la sociedad, más allá de los traspiés legislativos, nos
dan señales por donde sustentar con convicciones el trabajo de organización y
lucha para confrontar con la estrategia actual en el gobierno y el poder. Pero
cuidado que siempre se puede recaer en otra ilusión de un capitalismo posible, autónomo
y soberano. Otras relaciones económicas supone un rumbo contra y más allá del capitalismo.
No es imposible si se sostienen convicciones y formas adecuadas de lucha, tal
como se abrieron camino movimientos, entre los que destaca ahora el feminismo,
o el ecologismo, como aporte a una lucha civilizatoria contra el patriarcalismo
y el capitalismo como modelo productivo depredador de la naturaleza y la vida.
En la Argentina, la lucha del movimiento obrero tiene antecedentes para
inspirar a nuevas generaciones para una perspectiva de emancipación social.
Buenos Aires, 12 de agosto
de 2018
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