El caso Odebrecht pone al
desnudo el tema de la corrupción, en el centro de la discusión brasileña en
donde se despliega una gigantesca protesta sobre episodios que salpican a los
principales partidos y líderes del sistema político.
La norma de la empresa en el otorgamiento
de coimas no se limita al territorio de origen, sino que se extiende a todos
los ámbitos de acción de un grupo económico de origen en Brasil y con expansión
transnacional en la región. Es una empresa translatinas, financiada como otras
por el poderoso Banco de Desarrollo de Brasil, BNDS, como parte de la política
del Estado brasileño.
No es distinto a lo ocurrido en
otras latitudes y en todo tiempo pasado y presente. Es la historia de EEUU, de
Alemania, de Japón y más reciente con los tigres asiáticos. Es el camino de la
Ford o la General Motors en EEUU, de la Siemens en Alemania o cualquiera de las
marcas de transnacionales conocidas y consumidas habitualmente por nosotros, en
la alimentación, el transporte, los electrónicos, las comunicaciones o toda la
actividad cotidiana sostenida con desarrollos tecnológicos de punta.
Siempre está el Estado nacional
del capitalismo para sostener y empujar a sus capitales nacionales. En cada
turno político, la vocación de gobierno apunta a sostener a sus empresarios
amigos y la corrupción es ese camino de ida y vuelta entre gestores políticos de
la sociedad y las grandes empresas. El famoso robo para la corona.
Capitalismo y corrupción son dos
caras de la misma moneda, y con el caso Odebrecht y el ejemplo brasileño, que
pronto puede llegar a la Argentina, se desnuda la forma de funcionamiento de la
sociedad contemporánea.
Queda clara la connivencia de los
distintos poderes del Estado para sustentar la lógica de las ganancias de las
grandes empresas que dominan la cotidianeidad. Es algo que asocia economía y
política y que atraviesa a toda la sociedad y su cultura. Por eso, en el 2x1
fue la sociedad movilizada la que disciplinó al poder republicano de los tres
poderes, cómplices en distintos momentos para instalar niveles de impunidad.
En el 2x1 la movilización fue
contra la impunidad de lesa humanidad y con Odebrecht se necesita confrontar
social y masivamente a la corrupción instalada en la Argentina desde hace
décadas.
La empresa Odebrecht no llegó
ahora como contratista del Estado del gobierno Macri, ni es la única empresa que
se reitera por años en una relación privilegiada con el Estado.
Es más, el Grupo Macri está asociado
a negocios con el Estado desde hace décadas, más allá de las opciones políticas
de los miembros más visibles del holding. El padre y el hijo hicieron alarde de
diferentes opciones políticas en los últimos tiempos, algo que no les impide
disfrutar de la plusvalía apropiada por su carácter de monopolio.
Muchos claman por el fin de la
corrupción y eso nos llevaría a terminar con el régimen de la ganancia que
asocia al Capital con su creación, el Estado capitalista. Este, el Estado,
actúa desde la división de poderes para favorecer la inversión reproductiva de la
lógica de explotación y valorización para la acumulación y la dominación.
Claro que todo ello funciona
articulando la producción, la distribución, el intercambio y el consumo, en un círculo
que intenta ser virtuoso para quienes lo definen. La corrupción es el
lubricante que favorece la reproducción de estas funciones del orden económico
y estimula el proceso inicial que se resuelve en quien decide invertir para
activar el proceso en su conjunto.
Es lo que lleva a Macri a buscar
inversores para activar la economía, vengan de EEUU, Europa, Japón o China, y
más allá de donde se realice el ciclo completo de la distribución, el cambio o
el consumo, especialmente en un mundo sin fronteras según sostiene la política
hegemónica en nuestras días, el mal llamado neoliberalismo, que como dijimos
muchas veces no es ni nuevo ni liberal.
Los que deciden el ciclo
económico son los inversores, la burguesía, y Pedro Paz, querido profesor e investigador
jujeño de Economía Política, fallecido en 1989 sostenía que al no haber
burguesía nacional en Argentina que sustentara un proyecto capitalista local,
ese lugar estaba destinado a ser ocupado por el Estado Nacional, y que el
peronismo desde 1946 había apuntalado ese modelo, con sustitución de
importaciones para alimentar el crecimiento de la clase trabajadora, una
burguesía local y el consumo social masivo, junto a la distribución fronteras
adentro (mercado interno).
Pedro Paz acaba de ser
homenajeado en la Universidad Nacional de San Luis, en la Facultad de Economía,
Derecho y Ciencias Sociales con sede en Villa Mercedes. Se conformó allí un
Centro de Pensamiento Crítico que lleva su nombre. En la inauguración del
24/5/2017 se recuperaron esas tesis del intelectual argentino que desplegó sus
enseñanzas en la región latinoamericana, corrido por dictaduras, golpes y
clases dominantes asociadas a la corrupción y a la muerte.
Claro que su recuerdo ocurre no
ya en tiempos del desarrollismo y su crítica, de políticas keynesianas para
salvar al capitalismo ante la presencia de una sociedad bipolar entre 1945 y
1975, los “treinta gloriosos”. Desde los 90 existe otro mundo, y la ofensiva
capitalista contemporánea, desde 1973/76, entre Chile y Argentina, no admite de
reformismos, y el consumo está solo pensado para las capas de más altos
ingresos y la supervivencia para la mayoría de la sociedad.
Por ende, el proyecto sobre
modelo productivo y de desarrollo tiene que pensarse bajo los parámetros de la
dominación transnacional e imperialista, o en perspectiva de independencia y
liberación.
Acaba de pasar el 25 de mayo
(1810), día de conmemoración de revolución y estamos en vísperas del 29 de mayo
(1969), día de recuperación de una de las grandes revueltas obreras de la Argentina.
En ambas fechas se le puso límite
a la dominación, a la dependencia colonial en un caso, a la dictadura en el
otro. Ahora, en tiempos de debate electoral, quizá nos inspire la gesta
libertadora de aquellas efemérides y retomar debates de época para que el
desarrollo no reproduzca la lógica consumista del modelo productivo hegemónico.
Buenos
Aires, 26 de mayo de 2017
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