Las elecciones presidenciales de
la Argentina (25/10/2015) vinieron con sorpresa, aun cuando y como se esperaba
ganó el oficialismo por escaso margen (36,86% a 34,33%), algo así como 9
millones de votos para el Frente para la Victoria y aliados, mientras que la
coalición Cambiemos colectó 8.400.000 votantes. Es la primera vez en la
historia política argentina, que una opción electoral alineada a la derecha
protagoniza una acción de masas de esta magnitud, con el antecedente de 8 años
en el gobierno de la ciudad capital, y que ya renovó para otro periodo. Vale
recordar que la división de las opciones kirchneristas en 2007 le abrieron las
puertas al gobierno de Mauricio Macri.
A una semana del acto
eleccionario existe incertidumbre sobre el resultado de la segunda vuelta para
el 22/11. Curiosamente, el protagonismo principal en la disputa del voto
proviene de la primera mayoría, donde preocupa el ascenso impensado de la
opción opositora, que aprovecha el impulso de una votación quizá impensada. A
partir de esa realidad es que se mantienen las incógnitas sobre el futuro de la
política económica. ¿Qué propuesta se impondrá para atender el problema de la
inflación? Es decir, cuál será el horizonte en materia de precios,
especialmente de las divisas, y con ello la distribución del ingreso y de la
riqueza. La tendencia actual es preocupante, especialmente para los sectores de
ingresos fijos.
El dato más novedoso fue el
triunfo de la oposición de derecha en la provincia de Buenos Aires, la más
grande de la Argentina, casi el 40% de la expresión electoral nacional. Como
dato no menor y en simultáneo, gane quien gane la segunda vuelta del 22 de
noviembre próximo, los distritos con más población y de mayor peso económico
estarán gobernados por la actual oposición. Además de la Ciudad y la Provincia
de Buenos Aires gobernada por el PRO, debe incluirse en esa situación, aun con
matices de sus gobiernos, a los socialistas en Santa Fe; justicialistas
disidentes en Córdoba y los radicales en Mendoza y Jujuy; casi en todos los
casos producto de coaliciones opositoras al kirchnerismo, gobernante por 12
años en la Argentina. Sin duda, una nueva historia para la política y la
economía en la Argentina.
Celebración
del poder y defensiva gubernamental
Entre los sectores hegemónicos
del poder económico hubo celebración por los resultados, aun cuando
anticipadamente otorgaban crédito a cualquiera de los principales candidatos en
la disputa por el gobierno. Ambos son amigables con el poder económico y mediático.
La celebración fue puesta de
manifiesto en los negocios procesados en la bolsa de valores y las acciones e
iniciativas especulativas. La agenda del poder en política económica fue
ratificada en la perspectiva del ajuste y la devaluación, con costo, claro
está, para la mayoría de la población, los que viven de ingresos fijos, sean
trabajadores activos, jubilados o beneficiarios de planes sociales, incluso,
empresarios cuyo destino es la actividad económica en el mercado interno.
En el marco de esa agenda, la
preocupación gubernamental apunta a frenar operaciones que disparen
anticipadamente la elevación de la cotización de las divisas. Para ello, el
BCRA aumentó las tasas de interés sobre los plazos fijos para estimular inversiones
en pesos por sobre la demanda de dólares; al tiempo que agudizó las
restricciones a la compra de divisas en el mercado local y acelerar la
liquidación de activos en divisas de las compañías de seguro. Al mismo tiempo
estimula el mercado a futuro para marzo del 2016 con una cotización de 10,80
pesos por dólar. Un gran negocio para especuladores con capacidad de inversión
en el corto plazo y que desde ahora descuentan una segura devaluación con el
cambio de gobierno. Son medidas que encarecen el crédito y fortalecen las
inversiones especulativas de corto plazo, con impacto directo en los precios,
que no crecen más por las condiciones de estancamiento presentes desde hace
tiempo.
El discurso electoral es
convergente hacia el centro, intentando ampliar los núcleos duros de consenso.
Por eso desde el opositor Macri se apunta a cambios en las formas de la
política más que en nuevos rumbos de la orientación económica, aunque es
previsible una mayor relación con el bloque que en la región estimula la liberalización
de la economía. El desemboque de ese rumbo es más amigable con la Alianza del
Pacifico, que empuja EEUU con sus aliados regionales en México, Colombia, Chile
y Perú.
Queda muy lejos un balance
crítico a la subordinación liberalizadora que hace una década se sostenía
contra el ALCA, que ahora resurge bajo nuevas formas de integración
subordinada. El intento de Scioli aparece complicado, con historia y perfil a
la derecha del gobierno, lo que provoca discusión al interior del consenso
oficial. En esas condiciones realiza esfuerzos por asimilarse lo más posible al
imaginario del votante oficialista y enunciar nuevas propuestas. En ese sentido
intentó difundir un compromiso con la demanda del 82% móvil del salario mínimo,
intentando asociar la propuesta a la que sostiene el movimiento de jubilados y
fue descalificado inmediatamente por la opinión presidencial, quién recordó que
oportunamente había vetado esa iniciativa. Las propuestas relativas a las
actualizaciones impositivas para la cuarta categoría también parecen llegar a
destiempo.
Ambos candidatos disputan el
consenso mostrando confiabilidad en la atracción de inversiones externas y
capacidad para intervenir en la reinserción de la Argentina en el mercado
financiero, lo que supone negociar con los inversores no ingresados a los
canjes de deuda del 2005 y 2010, incluidos los fondos buitres que cuentan con
la sentencia del Juez Griesa ratificada en instancias superiores. Un tema
agravado con la asimilación dispuesta en estas horas a los llamados “me too”,
otros inversores que demandan igual beneficio que el logrado por los buitres en
la justicia de EEUU.
El debate político en estas
horas es intenso, con el objeto de mostrar diferencias de orientación en uno u
otro de los candidatos y claro, existen matices entre ellos, especialmente
sobre la base social de sustento de cada uno y de la posibilidad para desandar
cierto consenso social construido desde la crisis del 2001, que incluye, obvio,
la resistencia a las políticas de reestructuración reaccionaria generalizadas
en los 90. En esa consideración es que más allá del resultado electoral y la
gestión presidencial emergente, el movimiento popular organizado en diversas
experiencias con pretensión alternativa, incluso a la dominación capitalista, interpondrá
límites a cualquier objetivo de restauración conservadora. No se trata de una
expectativa esperanzada, sino del desafío que supone la coyuntura para
construir y avanzar en un camino por la emancipación.
Buenos
Aires, 1 de noviembre de 2015
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