Hacia julio del 2008 el barril
llegó a los 150 dólares y ahora ronda los 70 dólares[1], con un pronóstico
inestable, aunque a largo plazo, la Agencia Internacional de Energía (AIE)
proyecta la recuperación de los precios y los vaivenes del liderazgo productivo
entre EEUU y Medio Oriente[2].
En el trasfondo está la crisis
energética, de EEUU en los 70´, que dispararon los precios del petróleo y con
ellos el fenómeno de la especulación financiera y el deliberado sobre
endeudamiento de los países del sur del mundo. Junto a esos fenómenos, se
desarrolló el acrecentamiento de la militarización mundial en la disputa por
los hidrocarburos, los territorios y la dominación de las poblaciones,
especialmente desde Washington.
La respuesta estadounidense a su
crisis energética (EEUU la mundializó) se resolvió comprando y ocupando,
manipulando e intentando la dominación militar, económica e ideológica sobre el
planeta, mientras buscaba respuestas a su crisis productiva de hidrocarburos,
exacerbada por un agigantado consumo energético sin límite, convalidando el
derroche y la contaminación depredadora de la naturaleza. Al mismo tiempo se
alentó la agro-energía y el 30% del maíz estadounidense, el mayor productor
mundial del rubro, tiene destino en la producción de combustible, compitiendo
con la capacidad de alimentación y asociando crisis energética a crisis
alimentaria, y junto a ellas la crisis ambiental.
Así, la producción de
hidrocarburos y de alimentos se transformó en producción y comercialización de “comodities”,
con la ganancia y la acumulación como objetivo central, corriendo a la energía
y a los alimentos de su sentido principal de satisfactor de necesidades
sociales. De un derecho a una mercancía como proceso sin fin. Ambas crisis son
partes de la crisis civilizatoria en curso, donde lo económico financiero es
solo la parte más visible de un fenómeno que es social, político y cultural,
estructural y sistémico, que solo puede solucionarse más allá del capitalismo y
que, claro, las clases dominantes empujan en el sentido de la liberalización.
La crisis energética se hizo
mundial en la presente crisis desde el 2007-8, por lo que no sorprendió la
escalada de los precios ante el pico de producción y puesta en cuestión de la
capacidad mundial por descubrir, explotar y apropiar reservas de hidrocarburos.
La búsqueda de hidrocarburos se hizo más costosa, especialmente con los no
convencionales (shale), que multiplica el costo de producción sobre los
convencionales. Estos tienen un costo que puede oscilar en torno a los 10 o 20
dólares el barril, según informa la AIE, mientras que aquellas pueden remitir a
costos superiores a los 70 u 80 dólares, los valores actuales.
Son todas cifras variables de un
territorio a otro, según la mayor o menor dificultad para la explotación, lo
que convoca a pensar en que para la producción de los no convencionales hace
falta un fortísimo soporte económico financiero de subsidio, que solo puede
sustentarse desde el poder del Estado. Es algo que el keynesianismo resolvió
hace más de 8 décadas y aun cuando se sostenga la liberalización de la
economía, nadie duda en el orden capitalista sobre la importancia de la
intervención estatal para sustentar la producción gasífera y petrolera. No
existe límite ideológico para subsidiar a las transnacionales del petróleo,
especialmente para defender la geopolítica del imperialismo. Es lo que hace
EEUU y lo que ocurre en toda la geografía del mundo.
Con la explotación del shale,
los hidrocarburos no convencionales, y la fractura hidráulica (fracking), EEUU
desafió sus límites energéticos y pretende en el corto y mediano plazo resolver
su crisis energética, no solo incrementado su producción, sino transformándose
en el primer productor mundial de petróleos en 2015, según el citado reciente
informe de la AIE. El tema fue analizado hace tiempo por el especialista
mexicano John Saxe-Fernández en la Revista de la Fisyp[3], colocando grandes
interrogantes sobre el costo de producción y los gigantescos subsidios
estatales para asegurar la hegemonía estadounidense desde el control de la
producción del insumo estratégico por excelencia.
Pero que ocurre en la coyuntura,
con precios en baja, dificultando la producción de los hidrocarburos no
convencionales. El tema concita atención mundial y existen análisis de
conspiraciones cruzadas.
Por un lado, EEUU con el alza de
la producción, asociada al sostén de la elevada extracción de la OPEP, pretende
ahogar económica y financieramente a países dependientes del ingreso de su
factura de hidrocarburos, caso de Rusia, Venezuela o Irán. Claro que ello
conspira contra su propia estrategia asociada al shale, con costos en el nuevo
límite a la baja del precio del crudo en estas horas. En esa estrategia podría
asumirse Arabia Saudita, el principal productor mundial, que, por otro lado,
apunta a dificultar la competencia global estadounidense en la perspectiva del
2015-2020, que según la AIE, EEUU podría convertirse en el principal productor
mundial de hidrocarburos. La OPEP acaba de definir la continuidad de la
producción según los parámetros actuales, en acuerdo con Arabia Saudita y en
contra de las aspiraciones de Venezuela o Irán. La decisión apunta a debilitar
a sus competidores, especialmente a EEUU.
¿Se
desató otra guerra por el petróleo?
Es un interrogante que se suma a
otras guerras, la monetaria, la comercial, u otras que animan la continuidad de
la crisis mundial del capitalismo. En definitiva, la discusión de los 70´
vuelve en otro escenario, de agravamiento de la crisis mundial del capitalismo,
con su capítulo energético, que impacta en múltiples procesos, sean de la
agricultura, la industria, el comercio y los servicios, y obviamente en el
conjunto del modelo productivo y de desarrollo que impactan en el medio
ambiente y la vida en el planeta.
Un problema singular es la
Argentina, con una factura de importación de combustibles por 12.000 millones
de dólares anuales y un balance comercial con un déficit cercano a los 7.000
millones de dólares. La baja del precio del petróleo reduce el costo de las
importaciones aunque aleja la expectativa asentada en la explotación de los no
convencionales, rentables a un precio superior al actual.
Es una mala noticia para los que
esperaban resolver con inversiones petroleras los límites del capitalismo local
ante la ausencia de divisas por inversiones o préstamos.
Se trata de un problema estructural,
y convoca a discutir la crisis petrolera global y local desde la discusión del
modelo productivo y de desarrollo, cuestionando el para que de la energía y del
petróleo, y desde allí definir el sentido de un nuevo modelo sustentado en la
satisfacción de las necesidades sociales y no en la expectativa de ganancias y
acumulación de las transnacionales de la energía y el petróleo.
No solo la Argentina tiene que
discutir el impacto de la crisis energética y los precios internacionales, sino
que toda la región latinoamericana y caribeña debe estructurar una respuesta
común con el centro en la defensa de la soberanía energética, articulada con
una propuesta de soberanía alimentaria, financiera para otro proyecto de país y
región en la perspectiva de la emancipación y la liberación.
Buenos
Aires, 29 de noviembre de 2014
[1] http://www.preciopetroleo.net/
[2] http://www.iea.org/newsroomandevents/pressreleases/2014/november/signs-of-stress-must-not-be-ignored-iea-warns-in-its-new-world-energy-outlook.html
[3]
John Saxe-Fernández, EXPLOTACIÓN DE FÓSILES NOCONVENCIONALES EN ESTADOS UNIDOS.
LECCIONES PARA AMÉRICA LATINA. En Periferias 21, Revista de la Fisyp. http://fisyp.org.ar/media/uploads/p.21-saxe.pdf
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