Existen
expectativas sobre varios asuntos de la economía en la coyuntura, entre ellos
el próximo vencimiento y cancelación del BODEN 2012 por 2.300 millones de
dólares, que cierra el proceso de endeudamiento público ideado para salir de la
crítica situación del 2001/2002. El gobierno de Duhalde instrumentó la salida
de aquella crisis en varios movimientos (políticos, económicos y sociales), con
medidas económicas que incluyeron la devaluación con pesificación asimétrica,
que benefició especialmente a grandes deudores del sistema financiero y
compensó a los bancos y a los ahorristas (inversores). Todo con deuda pública y
a costa del presupuesto, es decir, del conjunto de la sociedad, que de ese modo
subsidió a esos beneficiarios, una minoría. Se reiteró la tradicional
concepción de socializar las pérdidas y privatizar las ganancias.
Así,
el costo de las medidas económicas se trasladaron en el tiempo (una década) con
endeudamiento público, algo que había sido el reiterado mecanismo para el
funcionamiento del capitalismo argentino en los años 90´, el decenio de la
convertibilidad, la apertura liberalizadora, las privatizaciones y el ajuste
estructural. La cesación de pagos de fines del 2001 facilitó la medida, ya que
no había acuciantes compromisos de pagos en el corto plazo (por lo menos hasta
que se definiera el arreglo, lo que empezó a suceder desde 2005) y viabilizó la
emisión de los títulos que fueron venciendo en este periodo, y que cierra un
ciclo el próximo jueves 2/8. Esa nueva deuda ha sido pagada y termina
cancelándose a expensas de los trabajadores, que con el deterioro estructural
de sus ingresos transfirieron rentas hacia las ganancias empresarias, lo que
explica la disímil evolución del ingreso de patrones y trabajadores.
Hay
quienes relativizan el papel de la deuda pública. Dicen que ahora tiene menos
peso con relación al producto que en los periodos anteriores, algo que es
cierto, pero insuficiente para considerar la condicionalidad estructural de la
deuda. De hecho, los recursos para cancelar el BODEN 2012 salen de una
autorización para utilizar reservas internacionales del BCRA. Esas reservas se
anuncian en torno de los 46.300 millones de dólares, claro que a ese monto debe
restarse, entre otros aspectos, las letras emitidas por el tesoro nacional por
usar reservas para cancelar deuda pública. Son unos 33.000 millones de dólares
que vencen en 2016 y 2022. Las reservas son entonces las que registra el BCRA,
si y solo si, el Estado Nacional obtiene a futuro los recursos que hoy adeuda
al BCRA. La deuda se está pagando con deuda, que se cancelará con recursos
fiscales que tendrá que obtener el Estado. ¿De quién, de dónde? De la sociedad
en su conjunto, obvio, y verificando que lo principal de la recaudación actual proviene
de impuestos al consumo (como el IVA), aquellos que afectan a los sectores de
menores ingresos. Para completar la información que relativiza las reservas,
debemos adicionar unos 16.700 millones de dólares por adelantos transitorios por
un año (renovables) facilitados por el BCRA al tesoro nacional. Entre ambos
conceptos de deuda del tesoro, títulos y adelantos, suman más que las reservas
registradas. Un problema, sin duda, a contramano de quienes subestiman el peso
de la deuda en la coyuntura, sin contar claro, las demandas del Club de París o
los Fondos Buitres que no ingresaron al canje y que cada tanto ejercen presión
con relativa complicidad de la justicia de EEUU.
Energía e integración
También
genera expectativa en la coyuntura la reglamentación de la Ley de hidrocarburos y la
presencia de una Comisión presidida por el viceministro de economía, Axel
Kicillof. Las funciones serán las de intervenir en el mercado petrolero, en el
seguimiento y control de las inversiones petroleras y en la determinación de
variables claves del negocio petrolero, entre ellos la ganancia. Recordemos que
YPF solo representa 1/3 del negocio, y que el resto está en manos de
transnacionales y grupos concentrados. Se trata de un tema estratégico, no solo
para el manejo soberano del petróleo, sino ante la crisis energética mundial en
curso y la disputa mundial por las fuentes de hidrocarburos.
No
es menor al respecto la reciente asociación entre la petrolera venezolana, Pdvsa,
e YPF. Los acuerdos suscriptos entre ambas empresas permitirán desarrollos
conjuntos, claro que necesitados de la tecnología estadounidense, en manos de monopolios
transnacionales dominadores del negocio petrolero mundial, tal el caso de
Chevron. ¿Es posible pensar en desarrollos tecnológicos compartidos, incluso
involucrando a otras petroleras estatales de la región? Resulta imprescindible
pensar en investigación y desarrollo alternativos, fuera de la lógica mercantil
que empujan las transnacionales y el poder económico. La formulación de una
estrategia compartida de soberanía energética aparece imprescindible. En su
momento, desde Caracas se sugirió la conformación de un política bautizada “Petroamérica”
y que ahora parecen haberse creado las condiciones para su extensión desde el
acuerdo entre una veintena de países del Caribe y América Central a Sudamérica.
Lo
señalado debe enmarcarse en la circunstancia que supone el ingreso formal de Venezuela
al Mercosur, justo cuando desde Caracas se ratifica la “denuncia” a la
pertenencia de Venezuela al CIADI, el ámbito del Banco Mundial que tiene en su
seno las mayores demandas de trasnacionales contra la Argentina y otros países
de la región. Existen expectativas que la actitud de Caracas, en el camino que ya
asumieron Bolivia y Ecuador, empuje a los socios del MERCOSUR en el mismo
camino, especialmente cuando Brasil nunca se incorporó ni suscribió el
protocolo de adhesión al CIADI. Muchos temas puede empujar Venezuela en su
ingreso formal al Mercosur, quizá y solo para destacar mencionemos al del Banco
del Sur; las tratativas sobre nueva moneda regional, cuyos antecedentes remiten
al Sistema de Pagos en Monedas locales suscripto entre Brasil y Argentina desde
el 2008, incluso con su escaso desarrollo (es una iniciativa que pretende
extenderse al conjunto del Mercosur); y un mayor vínculo con el SUCRE, la
moneda para el intercambio comercial con monedas locales implementado por los
países del ALBA.
Son
temas coherentes con el insistente planteo desde el BCRA, o las autoridades
económicas de la Argentina
por des-dolarizar la economía local. Es cierto que el Mercosur está atravesado
por múltiples conflictos entre sus miembros, y ahora específicamente entre Argentina
y Uruguay a propósito del dragado del Río de la Plata; y recurrentemente entre
protecciones y conflictos entre las partes; pero el ingreso de Venezuela
renueva expectativas de potenciar la integración regional y claro, siempre
existe el interrogante sobre quien influenciara más a quien ¿Si el rumbo por el
socialismo que se promueve desde al revolución bolivariana o la impronta
capitalista que anima el club de los fundadores del Mercosur?
Existe
un nuevo tiempo en el debate por la integración, sin claridad ni definiciones
precisas de articulación productiva y económica, pero no es menor que EEUU ya
no defina en soledad el curso de acción a seguir, aún cuando mantiene regímenes
amigables y sumisos a sus dictados. La agenda de la integración alternativa
acompaña la demanda de transformaciones locales en cada país, y constituyen el
programa a sustentar en el camino de la construcción de sujetos para
profundizar el cambio político que define la coyuntura en nuestramérica.
¿Quién vence a quién?
Las
expectativas comentadas, sean por la cancelación de la deuda (aplaudida por
acreedores), como las apuestas a la integración (petróleo y Venezuela en el
Mercsur) son expresión de la confrontación existente en cada uno de nuestros
países y en el destino común, compartido.
El
interrogante del subtítulo remite a la formulación de Lenin en los difíciles momentos
de la confrontación entre revolución y contra revolución, y que nos sirve a nosotros
para pensar el momento actual de constitución de sujetos que asuman un programa
transformador para el cambio en momentos de crisis capitalista.
Es
que la crisis convoca al combate. Por eso es pertinente consultar e indagar
sobre cómo nos preparamos para salir airosos. No hablo de la competencia olímpica,
está claro, sino de la recurrente lucha socio política, aquella que nominábamos
como lucha de clases.
Buenos
Aires, 29 de julio de 2012
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