El
2021 aparece como un año de rebote de la economía mundial, pero con notables
diferencias entre los distintos países. Pueden leerse diferentes informes, del
FMI, del Banco Mundial, de la OCDE, entre otros, y se confirma la preocupación
por la variabilidad de situaciones, incluso al interior de categorías usuales
como países avanzados, emergentes, o atrasados. Al interior de cada una de esas
categorías existen pronósticos diversos, siempre con crecimiento de la
desigualdad, augurando inestabilidad e incertidumbre en el mediano y largo
plazo, atravesada por desconformidades sociopolíticas y potencialidad de
conflictividad social, habilitando un debate sobre rumbos potenciales del orden
global, sea en defensa y relanzamiento del capitalismo, como en contra y más
allá del régimen del capital.
China y EEUU aparecen a la cabeza de la recuperación
económica pero matizada respecto del orden interno en materia de ingresos, empleo
y seguridad social. Para el caso de China, que esquivó
datos negativos de su PBI en 2020, de hecho, uno de los pocos que creció,
aunque lejos de sus promedios por décadas, constituyó la novedad del pasado año
y avanza en la disputa por la hegemonía del orden global. El gigante asiático
por vía de la planificación de largo aliento (2020-2035 y hacia el centenario
del 2049) se orienta al logro de objetivos sociales y económicos para eliminar
la pobreza extrema y disputar la productividad sobre la base de desarrollos
científicos y tecnológicos en temas de punta como las comunicaciones o la
robótica, la inteligencia artificial y el internet de las cosas. En el caso de
EEUU, el rebote aparece en un marco de preocupante suba de precios, duplicando
(por ahora) las metas del 2% anual establecida por la Reserva Federal para las
últimas décadas, desde la estanflación del 1979/80, y una lenta recuperación
del empleo, estacionada en el corto plazo en el doble del desempleo previo a la
emergencia sanitaria del COVID19. China en ascenso y EEUU en retroceso global preocupan
más allá de lo económico e impacta en las preocupaciones civilizatorias de la
afectación del medio ambiente y una tendencia al aumento del gasto militar y la
guerra.
Pero
China no es Asia en su conjunto, ni EEUU resume las tendencias del capitalismo
hegemónico, ya que la perspectiva de Europa y Japón aparecen con importantes
restricciones para la recuperación, con evidente pérdida en la productividad y
especialmente en la rentabilidad de las inversiones, esencia del orden
capitalista. La disputa entre los grandes de la economía mundial se traslada a
los ámbitos de coordinación global, con EEUU intentando recomponer su papel
rector desde el G7, en contradicción relativa con la disputa de China en el
G20, una creación desde Washington en plena crisis del 2008. Aquella ampliación
del poder global, que reconocía los límites de acción de la coordinación
mundial imperialista para la gestión capitalista global, hace manifiesto hoy las
contradicciones y cuotas de decisión en disputa para la reestructuración del
orden mundial. Hay límites al orden emergente en 1944/5 y por eso la guerra
comercial y monetaria es expresión manifiesta de la disputa por la hegemonía.
Ni
hablar de Asía, África y América Latina y el Caribe, muy lejos del rebote
global, con un impacto acrecido de la emergencia sanitaria, económica y social,
un tema con especial tratamiento en la asamblea anual (virtual) de la OIT. Allí
se reconoció como dato de época el crecimiento de la informalidad en el empleo,
abarcando al 60,1% del empleo mundial, unos 2.000 millones de trabajadoras y
trabajadores, con especial incidencia en jóvenes y mujeres, confirmando la
hegemonía patriarcal del sistema mundial del capitalismo. La nueva “normalidad” del capitalismo aparece como mayor flexibilidad
de las relaciones laborales, una mayor intervención estatal vía emisión
monetaria y de deuda pública para el salvataje del régimen del capital, junto a
aceitados mecanismos de circulación internacional de capitales; todo para
sostener los intereses del capital transnacional en la coyuntura de crisis de
productividad y rentabilidad.
Resulta
muy preocupante la situación en el territorio asiático, africano y
latinoamericano y caribeño. En Latinoamérica y el Caribe, con el 8% de la
población mundial, se acumulan un tercio de los contagios y fallecidos por la
pandemia COVID19, agravando la situación económico y social, con creciente
desempleo, empobrecimiento de la población y escasas perspectivas en materia de
inversiones, salvo para la profundización de la explotación de la fuerza de
trabajo y del saqueo de sus bienes comunes.
Rumbos en discusión
En
ese marco global se discuten las propuestas de políticas que superen la
emergencia, concentradas en la profundización de la liberalización, para lo que
se demandan reformas estructurales, especialmente reaccionarias reformas
laborales y previsionales. Estas reformas afectan derechos históricamente
conquistados con la lucha de millones de trabajadoras y trabajadores en todo el
planeta, todo para restablecer la cuota de ganancia y la acumulación
capitalista. Matizando ese posicionamiento se sugieren nuevas variantes de
“acuerdos sociopolíticos” al estilo del New Deal de los años treinta del Siglo
XX. En ese sentido se lanzó desde EEUU y en crítica a la gestión Trump el New
Green Deal, idealizado desde ciertos sectores políticos para instrumentar en la
gestión Biden y en otros territorios del sistema mundial. Se trata de una
imaginación asociada a la disposición de la gestión Biden a una fortísima intervención
estatal para sostener la recuperación económica estadounidense, en simultáneo a
iniciativas políticas globales de recomposición de relaciones internacionales
con históricos aliados globales de EEUU para la confrontación con China y sus socios
en el orden mundial: Rusia, Irán, Venezuela o Cuba.
Este
debate puede descubrirse en las cumbres globales, con EEUU pretendiendo renovar
el papel del G7 y China intentando limitar ese accionar desde el G20, y cada
uno alentando asociaciones internacionales con pretensiones de intervenir en
nuevas normalidades del orden global. No solo es un tema que se juega en las
relaciones internacionales entre países, o en los organismos internacionales, sino
que también el debate atraviesa usinas ideológicas, tal como ocurre desde el
Vaticano y una prédica crítica a la exacerbación de la lógica capitalista de la
ganancia. Vinculado a esas posiciones son importante las intervenciones de
intelectuales (Stiglitz, Krugman, entre otros) que sostienen posiciones
críticas a la liberalización absoluta y demandan retomar rumbos similares a los
gestados en tiempo de ascenso del Estado benefactor, entre los 30 y los 80 del
Siglo XX, claro, ya sin la bipolaridad que consolidó el fin de la segunda
guerra mundial. Es un imaginario que sustentan organizaciones sociales y
políticas en el ámbito mundial, bajo el supuesto de la reforma del orden
capitalista.
Desde
otro ángulo crece el debate en torno a las alternativas al orden global, en
contra y más allá del capitalismo. En ese marco existe un debate sobre la
posibilidad del socialismo, asumido proyecto en algunos países y discutido
desde diferentes ámbitos sociales, políticos e intelectuales. Pero existe también una práctica social de
organización alternativa de la economía recuperando tradiciones históricas
asociadas al orden de lo comunitario, del cooperativismo, el mutualismo o la
autogestión, en algunos casos con pretensión de política pública hegemónica.
Esto último supone la discusión sobre la potencia de la participación estatal
en la transición desde el capitalismo a una nueva sociedad, por caso, el
socialismo.
El
propio socialismo genera un enorme debate, pero en el mientras tanto, nuevas
experiencias sociales y desde el poder político se ensayan. Entre ellas
aparecen nuevas categorías a ser consideradas en la perspectiva de
transformación social, entre las que destacan concepciones de lucha y
organización por la des-mercantilización de la vida cotidiana, algo que en los
60 del Siglo XX sustentó el Che Guevara para organizar el orden económico en
contra y más allá de la ley del valor.
La
marginación social de millones de personas convoca a variadas experiencias de
subsistencia cotidiana por fuera del mercado capitalista, aun parcialmente, de
donde surgen propuestas a ser consideradas y relativamente asumidas en proceso
de cambio, como la lucha por la soberanía alimentaria, energética o financiera.
Aun parcialmente estas categorías fueron inspiración de propuestas oficiales en
los procesos de cambio político en las primeras décadas del Siglo XXI por
países latinoamericanos y caribeños, caso del ALBA-TCP (https://www.albatcp.org/) o la CELAC (http://celacinternational.org/celac-4/).
Las
novedades de la movilización popular en la demanda de cambios en Colombia,
Chile o Haití, las más visibles, son expresión de una subjetividad popular que
demanda la construcción de horizontes civilizatorios de ruptura con el orden
capitalista.
Buenos Aires, 7 de julio de 2021
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