Todos los análisis coinciden en la gravedad sanitaria y económica del momento, con 150 millones de contagiados y 3 millones de muertos por Covid19. El problema lleva más de un año desde la declaración de la pandemia en marzo 2020. Se considere por donde sea el impacto económico es regresivo y se mide en crecimiento de la pobreza, el desempleo, la precariedad laboral, la desigualdad y una brutal concentración del ingreso y la riqueza, sumado al colapso sanitario. Entre otros aspectos, discrimina a los sectores más empobrecidos, las trabajadoras y los trabajadores, principalmente a mujeres y jóvenes, tal como indica el estudio del FMI en la zona latinoamericana y caribeña[1]. Esta regresiva situación convoca al debate de problemas de coyuntura y de estructura.
En la coyuntura se trata de resolver una
demanda que viene de lejos en la “solución” de la pandemia y remite a la
aplicación universal de las vacunas que hoy están en circulación. Resulta
interesante verificar la cantidad de vacunas en acción, con eficacia para
minimizar la gravedad y desenlace de los contagios, aun cuando la diversidad
supone la fragmentación de la capacidad de investigación y producción, incluso,
evidencia la ausencia de cooperación internacional. En definitiva, es resultado
de la mercantilización del proceso de producción y circulación, asociado al
fenómeno más general de asumir a la salud como una mercancía, en desmedro de
una tradición de derecho a la salud.
Por esto es fundamental instalar un debate en
la sociedad por la “suspensión” de las patentes, en contra de los acuerdos de
propiedad intelectual sustentados como agenda estratégica en la Organización
Mundial de Comercio (OMC). Esta iniciativa por la liberación de las patentes está
sustentada por más de un centenar de países y una creciente demanda de
organizaciones sociales globales entre las que destaca la campaña de “médicos sin
fronteras”[2].
El dato relevante es que, iniciada la
vacunación, se verifica la concentración de dosis entre los países con mayor
capacidad de compra, discriminando a las poblaciones del mundo en función de
los diferentes niveles de desarrollo y capacidad de compra de los estados
nacionales. Aun así, el ritmo de ejecución de la vacuna es pobre y apenas menos
del 7% de la población mundial ha recibido por lo menos una dosis, y menos del
3% las dosis que completan el proceso recomendado. Ello pone de manifiesto el
límite de la situación actual y la demanda de actuar con rapidez para frenar
los efectos desastrosos de la pandemia y en la economía, que se descarga sobre
buena parte de la humanidad.
La realidad es que las patentes son detentadas
y defendidas por el capital transnacional, lo que se expresa en la valorización
de los capitales invertidos en los laboratorios farmacéuticos. Es una dinámica
que actúa a contramano de las condiciones de emergencia de sectores vulnerables
en la economía mundial, según coinciden todos los análisis de los organismos
internacionales, la academia o la prensa. No debiera resultar una sorpresa la
contradicción entre la miseria y desesperación extendida del presente, junto a la
acumulación y enriquecimiento de pocos. Es algo a modificar en tiempos de
amenazas civilizatorias.
Esto nos lleva a la cuestión estructural, que
supera el debate y resolución de la emergencia sanitaria y económica asociada a
la pandemia. En ese marco, lograr la suspensión de las patentes, aun
temporaria, es un punto de apoyo en una estrategia de modificaciones estructurales
que amplíe derechos sociales, en particular relativos a la salud. Ello supone
un debate de ideas, político y cultural, que afecta a la propiedad de los medios
de producción, eje sustantivo en la lógica capitalista.
La cooperación internacional para la
investigación, la producción y circulación de vacunas debiera estar en el
centro de la preocupación intelectual de la sociedad contemporánea.
Es una cuestión coyuntural y estructural, en un
tiempo donde debiera prevalecer el factor humano en la consideración de
políticas públicas, aun a contramano de la lógica hegemónica de la ganancia y
la acumulación. Si se piensa en América Latina y el Caribe, todas las
consideraciones se agravan, ya que con una población del 8% en el ámbito
mundial, reúne un tercio de contagios y muertes, con el problema de países que
parecían alejados del flagelo, ahora se agregan a la vulnerabilidad. Ya no solo
preocupan Brasil, México, Colombia, Perú, Chile, Ecuador o Argentina, sino que
se suman Uruguay y Paraguay que hasta hace poco parecían a salvo y más allá de
la pandemia.
Mirando a la región, el optimismo proviene de
Cuba y la consolidación de años de trabajo en materia de salud, especialmente
con los resultados de la vacuna Soberana. La cooperación en materia de salud históricamente
ofrecida por Cuba en sus misiones de solidaridad podría inspirar la cooperación
regional en la producción y distribución de la vacuna en toda Latinoamérica y
el Caribe, incluso en el ámbito mundial. Pese al bloqueo, Cuba marca el camino
de un rumbo soberano para resolver en condiciones desiguales sus problemas. En
otro plano de potencialidad regional, Argentina acordó cooperación en la
producción de la vacuna “AstraZeneca”, que debió fraccionarse en México, aun
cuando se completó el proceso en EEUU. Ahora trascendió el acuerdo para
producir la “Sputnik V” en la Provincia de Buenos Aires, con pretensión de
abastecimiento local y regional.
Ambos casos, Cuba y Argentina, ponen de manifiesto
la capacidad de investigación y de producción en momentos en que hacen falta
esfuerzos conjuntos para resolver problemas en el corto y mediano plazo, ya que
las vacunas serán necesarias ante la continuidad de la pandemia. La ausencia de
cooperación mundial evidencia la vulnerabilidad de la sociedad contemporánea,
por lo que debe estimularse un proceso de integración y colaboración entre los
estados de América Latina y el Caribe. Es una cuestión de supervivencia de la
humanidad, que se juega en una población que soporta gravemente el flagelo
pandémico. Nuevamente el desafío podrá resolverse desde la integración no
subordinada y en perspectiva de emancipación.
Buenos Aires, 20 de abril
de 2021
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