Hacia
1975 nos sorprendió el incremento de la pobreza y de la indigencia, tanto la
pobreza por ingresos, como la estructural o de las necesidades básicas
insatisfechas (NBI). La primera se mide regularmente y más allá de cambios en
la metodología o sospechas de escamoteo de información en algún periodo, el
fenómeno ha sido relevante en el último medio siglo, agravado en el presente[1].
La segunda surge de los Censos de población y va más allá de los ingresos
mensuales y remiten a condiciones de vida y de vivienda, entre otros. Uno
y otro de los indicadores dan cuenta del deterioro de las condiciones de vida
en una parte importante de la población de un país considerado rico por su
potencial, e incluso en su real capacidad de generar riqueza. Los datos
actuales confirman el problema de la pobreza como fenómeno estructural, de
largo aliento y de no fácil resolución si no median cambios profundos en la
organización económica de la sociedad. Hasta entonces, los datos estadísticos
sobre pobreza o problemas de empleo no ofrecían relevancia en las
consideraciones más generales sobre la evolución económica, aun existiendo
pobreza. Todo indicador negativo parecía encontrar solución en las políticas de
industrialización gestadas desde comienzos del Siglo XX, entre 1910 y 1974/5.
Es una constante reiterada de esos tiempos bajo gobiernos constitucionales e
incluso dictaduras.
El
desarrollismo será una constante, con los matices y énfasis en cada momento, ya
que no es lo mismo la gestión del ciclo industrializador bajo regímenes
constitucionales que en dictatoriales. Estos últimos intentaron restaurar el
poder conservador y una lógica de subordinación al modelo definido desde la
gran propiedad terrateniente. No tuvieron éxito por las resistencias populares
y una lógica mundial asociada a la extensión del proyecto mundial de expansión
de la industrialización. El agotamiento y transformación global de ese “modelo”
opera a mediados de los 70. Pretendemos apuntar a que el horizonte de la
pobreza y los problemas de empleo emergieron como fenómeno visible para la
consideración pública en el último cuarto del siglo XX. Será desde entonces un
tiempo de desindustrialización relativa, asociado a una subordinación a lógicas
globales por la mundialización, definida por las cadenas de valor que perforan
los límites de las fronteras nacionales. La transnacionalización del capital
converge con el fin de la extensión de la industrialización gestada en tiempos
del desarrollismo capitalista.
¿Es diferente en el mundo?
La
gran expansión fabril en China desde fines de los años 70 del siglo pasado tuvo
impacto en la mejora de los ingresos del país más poblado del mundo,
contribuyendo a bajar los indicadores de pobreza en el ámbito mundial. Si se
excluye a China, los indicadores no son tan favorables. Es más, con la pandemia
creció la pobreza, los problemas de empleo y se revirtieron las tendencias globales
a la disminución del fenómeno de la pobreza en todo el mundo. Lo interesante es
que en simultaneo a la mejora relativa de los indicadores de pobreza, la
relación de desigualdad entre riqueza y pobreza se extendió desde el inicio del
modo de producción capitalista hasta el presente. En rigor, la concentración
del capital y sus mecanismos de acumulación definen la desigualdad, por lo que
en esta tercera década del siglo XXI nos encontramos con crecimiento de la
pobreza y de la desigualdad entre ricos y pobres.
Señala
recientemente la titular del FMI que:
“El futuro económico es muy diverso. No todos los países ni todas las
personas tienen ya acceso a las vacunas. Son demasiados los que siguen
enfrentando la pérdida de puestos de trabajo y el aumento de la pobreza. Son demasiados
los países que se están quedando atrás.”[2]
Las
palabras de Georgieva remiten al rebote de la economía mundial para este 2021,
pero “diverso”, sostiene, ya que los motores son China y EEUU, no
necesariamente todos los países capitalistas desarrollados y menos los
emergentes o los empobrecidos y con mayor población vulnerable por las
condiciones de funcionamiento de la economía capitalista contemporánea.
De
hecho, el fenómeno de la pobreza está en el origen mismo del orden capitalista,
ya que la novedad en la investigación sobre la “riqueza de las naciones”,
título de la obra fundación de la Economía Política clásica, remite a la
sistematización de la disciplina científica del orden capitalista. Claro que la
riqueza inglesa estudiada por Smith hacia 1776, en tanto novedad, incluía a la
pobreza como la “norma” de la vida, incluso en el territorio de expansión de
las nuevas relaciones sociales capitalistas. El crecimiento de la riqueza no impide
el de la desigualdad, tema esencial de los recientes estudios del francés
Piketty u otros informes sobre el tema. Por eso, el problema es el orden
capitalista, que ya no puede disimular los límites relativos del
enriquecimiento y de la pauperización por la extensión de las relaciones
capitalistas a todo el territorio mundial.
La
tendencia decreciente de la productividad del trabajo impuso los cambios del
último tiempo, los que promueven el privilegio a la renta como forma de
apropiación del plusvalor, sea la renta del suelo, la petrolera, o la
financiera, todas subsidiarias de la propiedad privada concentrada del capital,
la explotación de la fuerza de trabajo y el saqueo de los bienes comunes. El
resultado es la extensión de la pobreza y la desigualdad.
Más de cuatro décadas de liberalización
Por
eso es que ahora es visible la cruda realidad de la pobreza en la Argentina, como
fenómeno relativamente nuevo.
El
país capitalista insertado en la economía mundial desde 1880 se presentaba como
una potencia en expansión, con crecimiento de su población, especialmente la
trabajadora, inmigración mediante, incorporando todos los atributos de la
innovación tecnológica provista por el capital externo, y en el saber hacer de
una clase obrera educada en países con mayor desarrollo relativo.
La
pobreza “parecía” importada, pero el capitalismo local otorgaba oportunidad a
los “pobres extranjeros” para la superación de su condición, incluso, el hecho
de que muchos trabajadores y trabajadoras pudieron “ascender” en la escala
social como pequeños empresarios, algunos de los cuales pudieron crecer,
acumular y transformarse en parte de quienes disputan integrarse en la cúpula empresarial.
De
ahí la ilusión del “capitalismo nacional” como aspiración de proyecto político
para el país burgués. Una concepción imposible derivada de la tendencia a la
universalidad del régimen capitalista, transnacionalización mediante. La
ilusión desarrollista se estrelló hacia 1975-76 y con ella el destino de
industrialización, inserción laboral masiva y ascenso social por ingresos. La
novedad fue el desempleo, el subempleo, la precariedad laboral, la pobreza y la
indigencia. Es lo que nos devuelve el INDEC para fines del 2020 con 42% de
pobreza, 10,5% de indigencia y el lacerante dato del 57.7% de menores de 14
años bajo la pobreza. Esto es hipoteca para el futuro, un no destino de la
sociedad empobrecida, mayoritaria.
Fue
grave el dato de la pobreza en la grave situación del 89/90, que más allá de
los estallidos sociales desembocaron en la “convertibilidad” de hace 30 años
(abril del 91) y su lógica de liberalización (privatizaciones, apertura
económica, etc.). Ahí se consolidó una tendencia histórica que define el pico
de crecimiento de la pobreza argentina en torno al 57% de la población, que derivó
en la pueblada del 2001 y la crítica a las políticas hegemónicas de
liberalización.
Los
datos del presente están entre los del 89 y los del 2001, superando a aquellos
y no alcanzando aun el pico de hace dos décadas. La preocupación es que los
datos de pobreza del presente evolucionen manteniendo las fronteras de estos
elevados valores. Por ello, en la coyuntura nos animamos a sustentar la
necesidad de cambiar profundamente la política económica para incidir en la
forma de producir y consumir y de ese modo, que se resuelva el problema
estructural de una pobreza que ya no puede atacarse con “desarrollismos”, una
estrategia fuera de época. Una estrategia para eta época supone confrontar con
el poder y su base material instalada en la propiedad privada de los
principales medios de producción.
Buenos Aires, 3 de abril de 2021
[1] INDEC. Informe sobre “Condiciones
de vida., Incidencia de la pobreza y la indigencia
en
31 aglomerados urbanos”. Segundo semestre de 2020, en: https://www.indec.gob.ar/uploads/informesdeprensa/eph_pobreza_02_2082FA92E916.pdf
[2] Kristalina Georgieva, Directora
Gerente del FMI. Washington, DC, 30 de marzo de 2021, en: https://www.imf.org/es/News/Articles/2021/03/25/sp033021-SMs2021-Curtain-Raiser
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