La conmemoración
del “Día Internacional de la lucha de las trabajadoras y los trabajadores” tuvo
características muy especiales en este 2020 de pandemia, en aislamiento social
y confinamiento en buena parte del mundo, con pocas manifestaciones callejeras,
tradición desplegada por más de un siglo desde 1890.
Razones
para la movilización y protesta no faltaban, ya que los principales afectados
por el COVID19 y la recesión en curso son las trabajadoras y los trabajadores y
con ellos los sectores productivos y empresarios asociados a la capacidad de
compra de los ingresos populares.
Confirma
lo sostenido el creciente desempleo y la reducción de ingresos por el
confinamiento y cuarentenas en desarrollo, ante un mundo organizado en torno a
relaciones monetario mercantiles, incluida la sanidad.
No
cualquiera puede soportar “aislamientos sociales”, aún con asistencia
alimentaria y de dinero, siempre insuficiente para las necesidades sociales de
época. El inadecuado hábitat cotidiano impide el “quédate en casa” para todos y
todas, y aun con cuarentenas comunitarias, la producción y reproducción de la
vida se dificulta.
Por
ende, trabajadoras y trabajadores en actividad o pasivos; en situación regular
o irregular; tercerizados, por cuenta propia o bajo trabajo esporádico son
quienes más dificultades encuentran para el despliegue de la cotidianeidad. Como
hace 130 años era muy importante la conmemoración del primero de mayo, que se
pretende transformar y manipular como un “festejo”, incluso modificando el
sentido, como “día del trabajo”, o “día del trabajador”, ocultando su carácter de
fecha histórica de recuperación de luchas internacionalistas.
Luchas
por derechos históricos y nuevos reclamos, los que pretenden trascender lo
inmediato para proponerse la transformación de la sociedad en una perspectiva de
eliminación de la explotación del hombre por el hombre. La conmemoración no se
produjo principalmente en las calles, sino en internet, en salas provistas por
plataformas de comunicación en donde transitaron actos y debates sobre la coyuntura
y el devenir.
Novedosos abordajes teóricos
Hubo
recuperación teórica sobre lo que representa la fecha, el lugar del trabajo
como actividad humana en la producción y la reproducción de la vida y de la
realidad.
Por
eso la preocupación de la forma de organización económica de la sociedad capitalista
y su impacto sobre los cuerpos y el fenómeno de la discriminación de género que
aborda con imaginación y creatividad la economía feminista.
Si los
trabajadores son afectados ante la recesión y el COVID19, más aún las mujeres y
la diversidad de género ante la discriminación existente. La fecha convocó a
pensar el lugar de la mujer y las diversidades en los papeles asignados en la
producción, en las tareas de cuidado, de provisión de recursos para la vida
familiar, incluso en las organizaciones sociales y sindicales.
Los
micro machismos se renuevan en la vida cotidiana, aún y más allá de la ampliación
de la presencia creciente de las mujeres en el mercado de trabajo. La doble
jornada, en la empresa y en el hogar, sigue siendo una forma de discriminación,
que se mantiene en las propias organizaciones sociales y sindicales, aun cuando
se agiganta el lugar de las jefas de hogar y la feminización de la organización
popular, especialmente en los territorios.
Un
tema curioso pasa por la reivindicación histórica de la jornada de 8 horas,
originaria de los reclamos por 130 años. Es curioso, porque el desarrollo
científico y tecnológico en este Siglo XXI, con robótica, automación e inteligencia
artificial nos hace pensar en la posibilidad de la reducción de la jornada
laboral y no en la ampliación, tal y como demandan las reaccionarias reformas
laborales exigidas por las patronales en todo el mundo.
Esta
ampliación de la jornada laboral fue tema de discusión en los noventa en
Argentina y recientemente en la desarrollada Europa. La ampliación de la
jornada es demandada por la patronal, aun cuando acepta promediar en el año una
labor diaria de 8 horas.
La
jornada podría disminuirse sustancialmente, incluso planificando las horas de
trabajo socialmente necesarias a desarrollar por el conjunto de la población
trabajadora, eliminando el desempleo o el subempleo. Es posible disminuir el
tiempo de trabajo, asegurando salarios acordes a las necesidades sociales de época.
Puede
sonar utópico sostener ingresos y bajar horas de trabajo ante el rechazo de las
patronales para resignar ganancias, pero en tiempos de crisis civilizatoria
ante la pandemia en curso, bien vale discutir el orden económico social.
Es
un hecho el crecimiento de la riqueza, es decir, de la capacidad de producir de
la humanidad en su conjunto, al tiempo que creció la desigualdad y la
concentración de la riqueza en pocas manos. El desempleo y subempleo masivo es
resultado de un orden social sustentado en la explotación de la fuerza de trabajo.
La
OIT alude a casi 200 millones de desempleados en el mundo para el 2019, con
creciente precariedad en el empleo, y augura escenarios que agravan la
situación para el presente año, con incrementos siderales del desempleo en
función de la situación presente. Solo en EEUU, la gran potencia económica del
mundo, en poco más de un mes se perdieron 26 millones de puestos de trabajo,
que se transforma en algo recurrente en todo el mundo.
Remitimos
a problemas económicos, políticos y teóricos. Económicos porque hacen a la
cotidianeidad, a ingresos de trabajadoras y trabajadores, a condiciones de
trabajo, del empleo y la salud y condiciones de trabajo y vida; pero también
políticos, porque remiten a la organización sindical, territorial y comunitaria,
tanto como al lugar de la clase trabajadora en la sociedad y el estado. Pero
también decimos teórico porque remite a nuevas reivindicaciones y desafíos
civilizatorios.
No
es nueva la reivindicación y lucha por la igualdad respecto del trabajo de las
mujeres y diversidad, pero si adquiere nueva dimensión en la coyuntura por la
lucha del movimiento feminista en el ámbito mundial. Del mismo modo, aparece la
lucha por problemas que aparecen más allá del proceso de trabajo y sin embargo
son consecuencias directas del mismo. Remito a la lucha por el medio ambiente,
a la defensa de la ecología y el planeta tierra, afectado por el modelo
productivo y de desarrollo, asociado a la explotación de la fuerza de trabajo y
al saqueo de la naturaleza.
Nuevo internacionalismo
Asistimos
a un tiempo de revalorización del “nacionalismo”, del “proteccionismo”, como
crítica a la globalización o mundialización desplegadas en el último medio
siglo por los sectores hegemónicos. Alcanza con pensar el papel de Trump en EEUU,
el Brexit en Gran Bretaña o de Bolsonaro en Brasil, entre variadas realidades
de renovado nacionalismo que discute el orden mundial o regional. Ello ocurre
al mismo tiempo de la internacionalización del modelo productivo y el régimen
del capital, lo que convoca a renovar el internacionalismo proletario en las
nuevas condiciones del desarrollo capitalista.
Como
todos los primeros de mayo se recupera el himno mundial de los trabajadores, “la
internacional”, cuya letra y música son previas a las celebraciones por el día
internacional de las trabajadoras y los trabajadores, y que remite a la
Asociación Internacional de los Trabajadores. Esta fue creada bajo la dirección
de Carlos Marx en 1864, con la pretensión de construir la fuerza social y
política para revolucionar la sociedad, tarea mundial de la clase obrera, que como
señala el texto de la canción indica el sujeto de las transformaciones y la
tarea a resolver: “Arriba los pobres del mundo, de pie los esclavos sin pan…”, “…cambiemos
el mundo de base hundiendo al imperio burgués…”. “Agrupémonos todos en la lucha
final, y se alcen los pueblos con valor, por la Internacional”.
La
Internacional es un símbolo de la unidad mundial de las trabajadoras y los
trabajadores en la lucha contra el capitalismo y por la emancipación social. Escuchamos
en este primero de mayo las versiones clásicas de la Internacional, tanto como
versiones musicales rockeras, latinoamericanas, en ruso, en idish y variados
idiomas, incluso con señas para no oyentes.
Esa
difusión masiva del símbolo que proclama el internacionalismo asume la demanda
social por recuperar la necesaria articulación mundial del movimiento social,
sindical, obrero en un momento histórico que clama más que nunca por la unidad
de las trabajadoras y los trabajadores de todo el mundo. Se necesita un nuevo
internacionalismo que asuma un proyecto renovado de estrategia de las
trabajadoras y los trabajadores de todo el mundo en la disputa del poder.
Resulta
de interés enfatizar la contradicción entre dos tendencias, una de corte
nacionalista, presente en ciertos sectores del poder mundial que disputan el reordenamiento
del sistema capitalista, los que promueven el desorden de la mundialización
desplegada por medio siglo y así reestructurar la dominación y lógica del capital
en la actualidad; otra que proviene desde abajo para recomponer una estrategia
de la clase trabajadora y de los pueblos por otra sociedad sin explotación ni
saqueo de los bienes comunes.
Es
una contradicción que evidencia este tiempo de pandemia, la que convoca a
pensar en el día después, ese que pretenden acelerar las patronales eludiendo
las cuarentenas. Pero más allá de la voluntad de los propietarios de los medios
de producción, la pandemia puede ser oportunidad para discutir que la
civilización necesita cambiar el modelo productivo y de desarrollo.
¿Cuál
será el derrotero de la sociedad mundial luego de la pandemia? ¿Cuál de los
proyectos dominantes en pugna saldrá fortalecido y bajo qué relaciones entre el
capital y el trabajo se abrirá paso? ¿Más flexibilización salarial y laboral?
Claro que también los interrogantes habilitan a transitar un rumbo alternativo
relativo a la unidad de la clase trabajadora, con sus especificidades actuales
de trabajo asalariado, precariedad y marginación, en un proyecto de poder para
construir otras relaciones sociales de producción, el viejo sueño que inspiró a
La Internacional y a los fundadores de la teoría de la revolución.
Resulta
de interés teórico verificar el apuro patronal por terminar con la política de aislamiento
social, ya que el capital fijo inmovilizado no produce valor, incluso con más
precisión, el capital constante (término acuñado por Carlos Marx) expresado en
infraestructura, maquinarias, herramientas, materiales y materias primas, sin
la actividad humana del trabajo, no produce valores, por ende, no genera
ganancias, y niega la capacidad de acumulación, debilitando el proceso de
reproducción sistémico y habilitando la condición de posibilidad de discutir el
orden en su conjunto.
Pese
a los críticos de la ley del valor, esta se abre paso en la demanda de los
empresarios por volver al trabajo, por reabrir las actividades económicas
cerradas por imperio de las demandas sanitarias. La ley del valor fue el gran
aporte en el origen de la economía política clásica, con Adam Smith (1776) y
David Ricardo (1817), máximos exponentes de la novel ciencia, y con la crítica
de la economía política se develó el origen del excedente, el plusvalor.
Ni
la clásica escuela de la disciplina, ni los neoclásicos desde fines del Siglo
XIX, especialmente su moderna versión neoliberal desde el último cuarto del
Siglo XX, jamás se preocuparon por develar el origen del excedente, tarea
desarrollada por la crítica de El Capital, escondido para la ciencia oficial
desde la propia edición de la obra en 1867. Es que reconocer al trabajo humano
y a la venta de la fuerza de trabajo como causa y razón de la ganancia supone
discutir la validez de los mecanismos de apropiación privada y distribución de
la riqueza social generada y, por ende, la necesidad de transformar el orden
económico y social.
De
ahí que en este primero de mayo fortaleció el debate intelectual en términos de
reivindicaciones concretas de trabajadoras y trabajadores, empleo y salario,
condiciones de trabajo y de vida, reducción de la jornada laboral, pero también
y muy especialmente en el trabajo de las mujeres y las discriminaciones; en el
cuidado del medio ambiente y los bienes comunes; pero esencialmente que la
riqueza social es producto del trabajo humano y que sigue siendo una asignatura
pendiente la emancipación del trabajo.
Buenos Aires, 3 de mayo de 2020
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