Mientras
la propaganda oficial, seguida de voces oficialistas en los medios de
comunicación, aún mayoría abrumadora, anuncian la mejora de la macroeconomía de
la Argentina, los datos de la realidad son contundentes en los nefastos efectos
sociales de la recesión.
La
calma del dólar, la baja de la tasa de interés y la reducción del riesgo país
remite a un discurso oficialista de estabilización con perspectivas de mejora
de la actividad económica, fuertemente desmentida por los datos oficiales del
INDEC. En efecto, el desempleo abierto volvió a los dos dígitos, con una tasa
del 10,1% para el primer trimestre del 2019 y el PIB cayó en el mismo periodo
un -5,8%.
Cruda
es la realidad contra el dato propagandístico de contención de algunas
variables. Lo concreto es que la baja de las importaciones se motiva en la
cotización del peso contra las principales monedas en que se establecen los
intercambios comerciales. Es sabido que la industria local es dependiente del
ingreso de insumos externos y la recesión en el sector manufacturero resulta
agobiante. Ante el cierre de empresas industriales, o ante la recesión
productiva, la demanda de importaciones como bienes intermedios para la
producción industrial se retrae. De hecho, en el primer trimestre del año las
importaciones se redujeron un -24,6%. No se trata de que pretendemos estimular
el ingreso de esos bienes, sino que la debacle es consecuencia de la política monetaria
y cambiaria, sin un proceso de aliento y estímulo a un proceso industrial no
subordinado, lo que requeriría de otro rumbo de la economía y la política en
general.
Un
aspecto clave del desarrollo capitalista pasa por las inversiones, el punto de
partida de la producción y reproducción de la ganancia y del capital. Es harto
conocida la expectativa gubernamental por el desembarco de inversiones externas
para reactivas la economía local, sin embargo, para el primer trimestre del
2019, el INDEC señala que la inversión cayó -24,5% y se explica principalmente
por la baja en el sector de maquinarias y equipos, con un registro de -31,5%.
La construcción, sector que rápidamente activa la economía muestra una caída de
la inversión de -9,9%. Sin inversiones, públicas o privadas, no hay posibilidad
de recuperar la actividad económica y la política oficial confirma un escenario
de recesión productiva, todo en aras de estabilizar la economía.
El
resultado se concentra en la caída del consumo privado en -10,5, principalmente
relativo a la baja del poder adquisitivo de los ingresos populares, afectados
por la persistencia de la elevada inflación.
Recesión
e inflación definen el cuadro de situación económico de la Argentina, aun
cuando la propaganda oficial orienta la evaluación de contexto en la contención
relativa de ciertas variables: precio del dólar, evolución de las tasas de
interés y del riesgo país. Es cierto que este combo impacta en cierta “cultura
económica” de la sociedad argentina, con predicamento en el sentido común que
instalan los sectores dominantes vía medios de comunicación social.
¿Qué impacto tendrá la contradicción señalada en las
elecciones de agosto (PASO) y octubre (primera vuelta)?
En
rigor, la discusión remite a la prevalencia de un enfoque u otro en las opciones
electorales de renovación presidencial, proceso en curso con la definición de
listas de candidatos a partir de hoy.
Igual,
hay que señalar que la respuesta política al interrogante puede no resolver la
ecuación relativa a la reversión del impacto económico sobre la mayoría
empobrecida de la sociedad.
Lo
que pretendemos señalar es que, si la opción electoral confirma la continuidad
del proyecto en el gobierno, el correlato será la aceleración del ajuste y la reestructuración
comprometida en el acuerdo con el FMI.
Es cierto
que como se vio a fines del 2017, como la política no son solo votos, la resistencia
popular puede frenar cualquier intento de modificar regresivamente las
relaciones laborales o el régimen previsional. El triunfo electoral de Macri en
octubre de 2017, elecciones de medio turno, envalentonó y estimuló el proyecto
de reforma laboral, postergado ante la inmensa movilización sindical y popular.
Las elecciones sugieren una parte del consenso social, pero no todo el apoyo
político para cambios estructurales regresivos.
Otra
posibilidad es el triunfo de la oposición, con reales posibilidades en el
acuerdo logrado por la fórmula de los Fernández y un amplio espectro de una
veintena de partidos políticos.
No
resulta menor impedir la continuidad del proyecto actual en el gobierno,
restando las definiciones concretas sobre el futuro e inmediato rumbo económico.
La expectativa estará en la respuesta a la situación recesiva e inflacionaria,
con efecto social regresivo de estos años. Es una cuestión agravada con serios
problemas que arrastra la economía local en el marco de la irresuelta crisis
mundial del 2008.
En
efecto, la situación mundial resulta muy distinta del momento de la recuperación
operada desde el 2002 ante la recesión arrastrada desde 1998. Ni los precios
internacionales de exportación ayudan en la coyuntura, ni el clima de época de
la economía mundial favorece. Remito a la guerra comercial provocada por EEUU
contra China y muchos otros conflictos de base económica que promueve la
presidencia Trump desde 2016, que asociado al BREXIT implican un nuevo tiempo
en el despliegue de las respuestas globales a la difícil situación del
capitalismo mundial, con crecimientos ralentizados según todas las fuentes de análisis
de sistema mundial. Situación exacerbada con los cambios políticos en Brasil y
la ofensiva de las derechas en la región.
Interesa
frenar la ola conservadora, de ajuste y reestructuración regresiva que supone
el gobierno Macri, que intenta constituir una nueva representación política en
la Argentina para habilitar una adecuación estructural del país a los tiempos y
necesidades del capital más concentrado del sistema mundial, por eso las
reformas empujadas y varias veces anunciadas en materia laboral, previsional e
impositiva. Pero insistiremos que no alcanzará con frenar la reelección de
Macri, el PRO y Cambiemos, ahora ampliado con la inclusión de Miguel Angel
Pichetto en la formula presidencial, sino que el descontento y la protesta
social deberá confrontar con cualquier escenario futuro en la Argentina y
contrarrestar el fuerte condicionante de los acuerdos con el FMI.
Existe
la incógnita sobre la respuesta social ante las elecciones, más aún ante el
creciente descontento por la situación social y aún con protesta o
desconformidad, interesa habilitar una discusión sustancial relativa al qué
hacer, en Argentina, la región y el mundo para superar los límites en que se
debate el orden capitalista contemporáneo. Son muy pocos las opciones que
emergen en el debate actual para intentar un rumbo económico y político más
allá y en contra del capitalismo. Un aliciente en ese sentido se expresó entre
el 19 y 21 de junio en los debates por los 20 años de la red ATTAC en Argentina,
cuyas deliberaciones apuntaron no solo a mirar el pasado, sino a considerar el
horizonte temporal de las próximas décadas, que amenazan la continuidad de la
vida a manos del modelo productivo y de desarrollo depredador del régimen del
capital. Es una discusión que necesita extenderse más allá del activo militante
y desplegarse en el conjunto de la sociedad con pretensión de constituirse en
debate cultural por el cambio social.
Buenos Aires, 22 de junio de 2019
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