Antes
de consolidarse la propuesta del “Peso-Real” anunciado por el ultra liberal
Ministro de Economía de Brasil, Paulo Guedes, en ocasión de la visita de Jair Bolsonaro
a la Argentina, el propio Banco Central del Brasil le bajó el precio a la iniciativa.
Roberto Campos Neto, titular de la entidad brasileña dejó en claro que no
existen estudios técnicos al respecto, aunque destacó la importancia de la
convergencia de iniciativas de cooperación económica y financiera entre los
socios mayores del Mercosur.
Más
allá de la bola de ensayo lanzada por Paulo Guedes, el seguidor de la escuela
de Chicago y monetarista ortodoxo a cargo de la política económica del
derechista gobierno brasileño, su par argentino, Nicolás Dujovne, salió desde
Japón, donde participa en una reunión preparatoria de la Cumbre del G20, a confirmar
las conversaciones sostenidas al respecto entre los funcionarios de Economía de
la Argentina y del Brasil.
Convergencia reaccionaria de la política económica
La
desmentida desde el Banco rector del sector financiero en Brasil no anula las
mutuas aspiraciones de convergencia liberal, neoliberal, de la política
económica de ambos países. Las derechas convergen en sus aspiraciones por
sustentar un rumbo a la economía y a la política de ambos países y del conjunto
de la región latinoamericana y caribeña, por lo que se unen junto a EEUU en la
crítica a Venezuela y a Cuba.
Sostienen
voceros de Bolsonaro que la prioridad en la coyuntura pasa por la reforma
previsional, un tema que es agenda del FMI, del Banco Mundial y del mercado
mundial de capitales. Se trata de un tema contenido en el acuerdo de la
Argentina con el FMI.
Con
la reforma del régimen jubilatorio en todo el mundo se pretende utilizar los
fondos aportados por trabajadores y trabajadoras, más los realizados por las
patronales y los fondos específicos complementados por los Estados nacionales
para financiar el ciclo de valorización de los capitales.
No
es un tema menor en tiempos de restricciones al financiamiento de los países “emergentes”,
quienes no definen el rumbo del capitalismo contemporáneo, mucho más aún cuando
la Reserva Federal de EEUU (FED) acaba de anunciar el cambio de su política
monetaria: ya no subirán las tasas de interés en EEUU, sino que bajarán, como
consecuencia de la tendencia a la desaceleración de la economía estadounidense
en el segundo semestre del 2019.
Los anuncios
de la FED suponen mayor fuga de recursos hacia los mercados de capitales de los
países desarrollados y, por ende, menor oferta de inversores externos en las
economías dependientes, ahora llamadas “emergentes”. Es conocida la demanda de
esos inversores en nuestros países, que solo atraen inversores especulativos o
acrecentamiento de la deuda pública que hipoteca el futuro de los pueblos.
Pero
seamos claros, no solo es globo de ensayo, sino anticipo de imaginarios de
sectores hegemónicos en la región para intentar un lugar en la
transnacionalización de la economía mundial capitalista, con Brasil liderando
regionalmente ese proceso. El “subimperialismo” que sugirió Rui Mauro Marini en
su momento.
Brasil
intentó en la etapa anterior, gobiernos del PT, integrarse en la lógica de los
BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), proceso del que Argentina imaginó
sumarse, sin éxito, como BRICSA. Allí se insinuó la lucha por una Nueva
Arquitectura Financiera del sistema mundial, algo que está detrás de las
guerras comerciales y monetarias contemporáneas.
El
cambio de rumbo político en Brasil reabre la discusión por el tipo de inserción
internacional de la mayor economía de la región, y el vínculo con la Argentina,
favorecido por el gobierno Macri. ¿Inserción independiente o subordinada a la
lógica del poder de las transnacionales?
Ambos
países reconocen las vinculaciones comerciales mutuas y similares perfiles
productivos en materia de agro negocio, primarización de exportaciones y potenciales
ventajas ante la crisis energética para la producción de energía, sea el “Pre-sal”
en Brasil o “Vaca Muerta” en Argentina. Los dos países asumen la estrategia discursiva
de la ortodoxia del ajuste fiscal y las regresivas reformas estructurales: laboral,
previsional y tributaria en un marco generalizado de expansión de la
mercantilización de la vida cotidiana.
Las
tareas planteadas por los dos gobiernos suponen adecuaciones nacionales en la
forma de funcionamiento del régimen capitalista, lo que implica la eliminación
de derechos laborales, sociales, individuales y colectivos, conquistados en diferentes
momentos de la historia de ambos países. Por eso se estimulan y apoyan
mutuamente, algo que quedó claro en los discursos y mensajes de ambos mandatarios
en el paso de Bolsonaro por Buenos Aires y en las reuniones sostenidas del
Presidente del Brasil con el poder económico local.
Recuperar la historia de la institucionalidad liberal
(neoliberal)
El
Mercosur fue definido como “institución” por Brasil y Argentina, y desde esos
acuerdos se lideró el ingreso de Paraguay y de Uruguay, países subordinados a
la lógica productiva que definen las transnacionales de la alimentación y la
biogenética en la región; o las petroleras y las trasnacionales de la energía
en un marco de inserción en una lógica general de especulación. Solo en
condiciones políticas muy especiales se incorporó Venezuela al Mercosur, luego
de la fallida Cumbre por el ALCA en el 2005.
Ahora,
nuevamente, bajo la ofensiva liberal (neoliberal) se busca liderar el fenómeno
de la integración subordinada entre los dos mayores del Sur, para arrastrar a
los dos más chicos e incluso a una Venezuela despojada de su actual gobierno.
Esa es la razón para apurar acuerdos de libre comercio con la Unión Europea y
avanzar en la liberalización económica que supone la inserción subordinada de
nuestros países en la economía mundial.
Claro
que se realiza a contramano de las tendencias “proteccionistas” del gobierno de
EEUU. No se trata de una contradicción como algunos imaginan, sino una opción
de vinculación dependiente con la lógica de los capitales más concentrados, con
la aspiración, por cierto, de participar en una cuota parte de los beneficios
que implica incluirse en las tendencias de la hegemonía contemporánea del
capitalismo.
Las
reformas estructurarles de los años 80 y 90, consolidadas con el Consenso de
Washington en la última década del Siglo XX, afirmó el proyecto liberal
(neoliberal) en la región, que fuera objetado en los primeros años del Siglo
XXI.
Hoy
se pretende recuperar la iniciativa política, demorada por el accionar de la
resistencia de los pueblos y los gobiernos del cambio político a la estrategia
de apertura de la economía, la desregulación y las privatizaciones, como
respecto a la integración subordinada. Ese rumbo transitado pretendió construir
iniciativas confrontadas por una Nueva Arquitectura Financiera; nuevas estrategias
de producción compartida y formas novedosas de integración más allá del campo
de la economía. Aunque mucho de ello solo quedó en propuestas irresueltas,
siguen inspirando programas de acciones posibles para transformar la realidad.
Argentina
y Brasil deben avanzar en procesos de integración alternativa y en ese camino
proponer políticas económicas, financiera, monetarias, culturales compartidas, pero
en un escenario de emancipación social. La ofensiva en curso de las derechas en
la región, especialmente en Brasil y Argentina, pretenden cerrar el camino de
la crítica a la lógica de construcción de las relaciones económicas en nuestros
países. El interrogante siempre estará en la respuesta de los pueblos a las iniciativas
políticas del poder local y mundial.
Buenos Aires, 8 de junio de 2019
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