Aún
no están los candidatos definitivos para las elecciones de octubre próximo en
la Argentina, pero las ideas en disputa aparecen en los escritos y discursos de
los precandidatos y grupos o partidos políticos que intervienen en la discusión
sobre el momento político y económico.
Existe
una verdadera lucha de ideas y opiniones, las que tienen base teórica que las sustenta
en la tradición histórica de la Economía Política y su crítica.
Remito
al liberalismo devenido en “neo-liberalismo”, hegemónico en el sentido común
abonado por los principales formadores de opinión; al keynesianismo en sus
versiones contemporáneas y diversas, “neo” y “post”; como a la continuidad
matizada en la “crítica” que expresan los seguidores de Carlos Marx, una
minoría en la discusión.
Son
las tres fuentes en las que abrevan discursos y escritos de candidatos o de
propuestas políticas en el debate por un nuevo ciclo de gobierno desde fines
del 2019.Con esos fundamentos se despliegan propuestas de Política Económica y
estrategias políticas para atender una coyuntura muy difícil que definen la recesión
y una elevada inflación, las que traen gigantescas y regresivas consecuencias
sobre la mayoría empobrecida de la población.
La
economía argentina está en problemas y más allá de cualquier diagnóstico sobre
las responsabilidades, que para el oficialismo remiten al anterior ciclo de
tres periodos de gobierno, el kirchnerismo; o incluso lo extienden a siete décadas
bajo el surgimiento del peronismo en el gobierno de 1945. El ex Ministro de
Economía Axel Kicillof respondió desde Washington, que el problema no está en
el pasado, sino en el presente del gobierno de Macri, del PRO-Cambiemos. No muy
distinta resulta la crítica de la oposición no kirchnerista y que disputa el
gobierno del capitalismo local. Desde los seguidores de Marx se complica el
asunto, ya que el fondo esencial de la crítica apunta al capitalismo
propiamente dicho, lo que no cuenta con suficiente conciencia social instalada para
intervenir efectivamente en la discusión, algo que involucra a la propia
práctica de la izquierda política y social.
El rincón de las derechas
Entre
los liberales se encuentran los oficialistas con sus matices al interior de la
coalición de gobierno, o incluso de aquellos que por razones diferentes quedaron
afuera del núcleo de las definiciones. El debate es en torno al gradualismo o
el shock del ajuste y la reestructuración regresiva, con el límite de todos
ellos de no contar con base social organizada, más allá del consenso electoral o
pasivo derivado del accionar ideológico de medios de comunicación afines. A
ello puede sumarse algún centro de opinión o grupo profesional con capacidad de
incidencia sobre cámaras empresarias o núcleos de organización tradicional de
las clases dominantes, como puede ser la SRA o la CRA. El radicalismo, socio
político principal se debate entre la pertenencia a la coalición de gobierno o
su rechazo.
La
crítica por derecha al gobierno de Macri se concentra en los nuevos cruzados
con fuerte presencia en los medios de comunicación, especialmente en la TV, los
liberales ortodoxos, autodenominados “libertarios” o “anarco-capitalistas”. Entre
estos, el tema esencial es la crítica al gasto público y más a fondo contra el
Estado. Exacerban el discurso simplista contra la Política y el Estado. Suena muy
parecido al sentido común de las dictaduras. Es más, recordemos que el
neoliberalismo solo pudo ensayarse mundialmente en los 70´ de la mano de las
dictaduras del Cono Sur de Nuestramérica y luego generalizarse desde la
impronta autoritaria y de derecha de Margaret Thatcher y Ronald Reagan en los
años 80´.
Desde
el gobierno ofrecen su decálogo para el consenso, verdadera hoja de ruta del
acuerdo con el FMI para el ajuste y la regresiva reestructuración de las
relaciones entre el capital y el trabajo, reforma laboral, previsional y
tributaria mediante. La propuesta para el debate es simple y se limita al aval
de la política impulsada desde el Poder Ejecutivo. Aparece como una
convocatoria al debate lo que solo es un convite para subirse a la estrategia
condicionada por acuerdos internacionales sustentados en una hipoteca de
imposible pago y que condena al ajuste perpetuo. Detrás de la estrategia está
el apoyo, que parece incondicional, de EEUU y su gobierno dirigido por Donald Trump,
que está dispuesto a ir más allá del FMI, con asistencia financiera directa del
propio Tesoro estadounidense, según trascendió de la conversación telefónica en
estos días de ambos jefes de Estado.
Oficialistas
y críticos por derecha abrevan en la tradición histórica de la escuela clásica
(Siglo XVIII), devenida en neo-clásica (desde fines del Siglo XIX), sin los
atributos ni consideraciones sociales, éticas o morales que podrían atribuirse
a la primera, la que sustentaba la teoría objetiva del valor-trabajo.
Recuperando el vínculo ideológico con los neo-clásicos, negando a Keynes y sus
seguidores, los neoliberales confirman un objetivo por la eficiencia técnica de
las empresas, mejorando la productividad, para asegurar la maximización de la
ganancia, la acumulación y la dominación capitalista. El tiempo de la crisis de
la globalización en curso (2007-09 al presente), exacerbado por la guerra
comercial decretada por EEUU contra China, parece no entenderse desde el arco
derecho de la confrontación de ideas e incluso sobre qué medidas concretas
encarar para atender la evolución cotidiana del orden económico local. Mientras
tanto, los problemas se trasfieren hacia los sectores de más bajos ingresos,
promoviendo una lógica recurrente de ajuste.
El rincón de las reformas
La
crítica al oficialismo y a la crítica por derecha es numerosa en propuestas y
en disenso a su interior, lo que aleja cualquier posibilidad de un frente anti
Macri que algunos imaginan. Se trata de un frente fragmentado que involucra al
kirchnerismo como principal colectora de consenso electoral; al peronismo muy
diverso, aun cuando contiene destacamentos muy difíciles de aislar del rumbo
oficialista, aun militando en el anti Macri; y a otras propuestas que incluyen
a radicales disidentes y un variado arco de propuestas políticas auto-asumidas en
el centro, en un anodino ni de derechas, ni de izquierdas.
Sorprendió
en estos días el discurso de Cristina Fernández al presentar “Sinceramente”
(libro de su autoría) en la Feria del Libro reivindicando la política económica
de Trump. Se entiende el énfasis en la defensa de la producción local, lo que
no necesariamente supone mejora integral de los beneficiarios del mercado
interno estadounidense, aun con el nivel más bajo de desempleo en los últimos
años. No resulta menor considerar que uno de los ejes de la economía de Trump
pasa por la baja de impuestos a la franja más enriquecida de la población estadounidense,
lo que puede explicar cierto rebote en el crecimiento del PBI que muestra EEUU
en los años recientes. Más allá del índice laboral estadounidense, interesa
descubrir en EEUU la creciente irregularidad en el empleo, la ausencia de
legislación protectoria del trabajo (que inspira la reforma laboral local), la
pobreza y marginación de inmigrantes e indocumentados, tanto como una
persecución discriminatoria hacia minorías migrantes de todo el mundo, muy
especialmente de la región nuestramericana.
Es
verdad que se critica el aperturismo anti producción local evidenciado en las
políticas de estos años bajo el gobierno Macri, pero hace falta mencionar el
complemento, esencial, en definitiva, de la política imperialista sustentada
desde Washington. La guerra comercial en curso contra China encarece el consumo
en EEUU y la propia producción dependiente de las importaciones de insumos, en
muchos casos provenientes desde el gigante asiático, al mismo tiempo que
incorpora incertidumbre en el conjunto de la economía mundial, especialmente
entre los países dependientes y subordinados del capitalismo mundial. La
política exterior estadounidense incluye la estrategia de boicot a Cuba y
Venezuela, tanto como eliminar toda forma de construir lazos de cooperación
regional que florecieron como propuestas alternativas en los últimos años.
Más
allá del elogio a la política económica de Trump, se destacó la experiencia del
pacto social en 1973-74, liderado por el peronismo en el Gobierno (Cámpora y luego
Perón) y la CGT con la CGE, propuesta acompañada ahora de un debate sobre el
orden constitucional. Todo “pacto social” supone determinadas correlaciones de
fuerza entre quienes sustentan el acuerdo. En ese sentido, resulta de interés considerar
los sujetos involucrados en cualquier acuerdo y cuáles son los condicionantes
de época. Uno de esos condicionantes en la actualidad es el acuerdo con el FMI y
los compromisos de pago de una acrecida deuda que dificulta cualquier proceso
de redistribución progresiva del ingreso, más aún si se pretende distribuir la
riqueza.
Un
tema no menor es que la inflación tiene base en la puja distributiva, por lo
que no queda claro cuál sería el eje de una negociación a pactar entre quienes suscribirían
un acuerdo: el gobierno de la derecha, los principales formadores de precios, y
los representantes sindicales o sociales. Vamos a insistir que lo que importa
es la correlación de fuerzas para instalar una base de ingresos populares en la
distribución del ingreso. Resulta de interés balancear como está hoy la
iniciativa de las clases en el poder y la capacidad de organización y lucha de
los sectores populares.
Un
tema que atraviesa a todo el arco opositor a Macri remite al modelo productivo,
especialmente a la nueva expectativa que genera el yacimiento Vaca Muerta y los
hidrocarburos no convencionales. El tema es una gran coincidencia de éstos, los
opositores y de los oficialistas, y cuando mucho, la discusión es sobre el modo
de encarar el proceso de explotación, que excluye la condena de la invasiva
tecnología del fracking y menos la extranjerización que supone la subordinación
al capital inversor de las petroleras, un asunto que está presente desde el
origen del acuerdo secreto entre Chevron e YPF.
Lo
mismo diríamos si el tema remite al modelo del agro negocio, la mega minería o
la industria de ensamble. En todos ellos, el común denominador es la dependencia
del capital externo y la inserción subordinada en la transnacionalización.
Cuando mucho, la discusión se centra desde el neo-desarrollismo, en el
privilegio al crecimiento y al productivismo como crítica a la economía especulativa.
Aun así, son varias las décadas de gobiernos constitucionales desde 1983 y la
legislación financiera de 1977 sigue vigente, base de la extranjerización de la
banca y el vínculo con el mercado internacional de capitales.
El rincón de las izquierdas
Mucha
menos visibilidad tiene el conjunto de las propuestas sustentadas desde la
izquierda, que es también diversa y fragmentada.
El
punto en común es contra del acuerdo con el FMI, su rechazo e investigación de
la deuda y suspensión de pagos para reorientar escasos recursos en resolver
demandas insatisfechas de la amplia mayoría empobrecida de la sociedad y
encarar una nueva política productiva y de desarrollo integrado. Sería un punto
de partida de una generosa convocatoria a la unidad, la que aparece debilitada
por miradas muy diferentes sobre la situación regional, especialmente en la
consideración sobre la agresión imperialista sobre Cuba y Venezuela.
La
menor visibilidad de la izquierda en la consideración pública está asociada al
clima de época y al accionar de medios de comunicación y un sentido común más favorable
a la mercantilización que a la defensa de derechos históricos. No se trata de
subestimar problemas en el propio espacio de la izquierda, pero queremos
enfatizar en colocar en el centro del problema a la ofensiva del capital y sus
diferentes mecanismos ideológicos y represivos.
El
mayor límite para la visibilidad de la propuesta teórica y política de la
izquierda está en la posibilidad de ganar conciencia colectiva anti capitalista
en una parte importante de la sociedad. Solo a modo de ejemplo podemos acotar
la importancia de múltiples resistencias, especialmente de mujeres en el último
tiempo (algo que trasciende a la izquierda), pero también del ámbito sindical y
territorial, de organizaciones de derechos humanos y juveniles, contra ciertas
facetas del modelo productivo, pero sin capacidad de articular en un objetivo
integrado por otra sociedad no capitalista.
Más
allá del proceso electoral, la izquierda necesita potenciar su organización y
capacidad de promover la más amplia lucha por reivindicaciones democráticas y
revolucionarias para ganar en subjetividad colectiva y consciente con capacidad
de disputar la mayoría social en la lucha por el poder y otra sociedad.
En
definitiva, aun cuando resta conocer los principales candidatos en la disputa
electoral, el debate de ideas ya está lanzado, y es la oportunidad para hacer
visible la crítica a la política de Macri y su derrota, al tiempo que se trascienda
los límites de la lucha por gestionar el orden capitalista, e intentar ir más
allá en la consideración de la sociedad.
Buenos Aires, 12 de mayo de 2019
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