Los datos relativos a
la economía son desastrosos para la mayoría de la población, especialmente los sectores
sociales de más bajos ingresos. Son pocos los que se benefician con la elevada
inflación y la recesión: especuladores y grandes productores y exportadores.
Crece la pobreza, el desempleo y las condiciones de vida mísera para muchos.
Ese es el marco en el
gobierno para escuchar opiniones críticas de profesionales de la economía,
consultores de empresas y lobistas de capitales externos, caso de Miguel Ángel Broda,
que se compromete a presentar un “plan integral” con contribuciones de
Guillermo Calvo desde EEUU y el inefable Domingo Cavallo. También se consulta a
ex funcionarios de Fernando de la Rúa o a Carlos Melconian, que fuera Presidente
del Banco de la Nación de Macri al comienzo de la gestión y que crítica el
supuesto gradualismo del gobierno.
Todos los consultados
reclaman política económica con un shock de ajuste fiscal, más rápido y en
profundidad que el actual, en línea con el FMI, claro, pero acelerando los
tiempos de disciplinamiento social por vía del achique del gasto público.
Los consultados exigen
avanzar de manera urgente con imprescindibles reformas laborales y
previsionales, para eliminar derechos sociales, individuales y colectivos.
Son argumentos para
mejorar las condiciones de la inversión
y el resultado esperado en materia de ganancias, fiel a la lógica esencial del
orden capitalista.
No se puede esperar
otra cosa de ese ámbito político ideológico de la derecha en la Argentina.
Lo primero que hay
que decir es que Macri escucha opiniones críticas de un espectro profesional
que acuerda con el rumbo amigable con los negocios, que sustenta el gobierno
Macri, del PRO y de Cambiemos.
Ni se le ocurre a
Macri escuchar las críticas provenientes de la izquierda o del movimiento
sindical y popular; o la que emerge de la movilización contra el impacto
regresivo del tarifazo, que hoy se despliega en todo el país.
Solo hay escucha para
los socios en el rumbo, aun cuando sus opiniones puedan incluso descalificar el
accionar del gobierno por ineptitud.
Resultaría ilógico e
irreal imaginar una consulta por izquierda cuando un personaje como Aranguren,
ex Ministro de Energía de Macri, sostiene críticas a la concepción del Derecho
a la Energía, para sostener enfáticamente que se trata de una mercancía que
debe pagarse.
La concepción
gubernamental, coincidente con la de las clases dominantes es por el mercado,
las privatizaciones y la extranjerización, o sea, un rumbo de dependencia y
subordinación a la lógica hegemónica del capitalismo mundial.
Es más, escuche o no
escuche, la realidad de la economía avanza en el rumbo para hacer funcionar la
lógica de la ganancia.
Diagnóstico
erróneo
Es evidente una cuestión
ideológica y política, donde solo se escucha a quienes coinciden con intervenir
para resolver la demanda de hacer funcionar al capitalismo local.
La escucha tiene que
ver con un diagnóstico errado en origen por parte del gobierno. El primer error
fue creer que la sola definición por el capitalismo y el liberalismo atraería las
inversiones necesarias para relanzar el orden económico.
Se desconocía la
situación de crecimiento empobrecido del sistema mundial desde la crisis 2007/2009,
tema que enfatiza en estas horas el FMI, y por ende la reticencia del capital
global para orientarse a países “emergentes”, no solo la Argentina, sino otros
con mayor volumen en la región, caso concreto del Brasil.
Por ese mal
diagnóstico, anclado en la liberalización operada en los 90, incluso desde
mediados de los 70 es que la apuesta fue por los demócratas y Hillary Clinton
en la elección que ganó Trump en EEUU. Este define el rumbo discursivo contra
la liberalización y a favor de proteger los intereses estratégicos de la Nación
estadounidense por encima de cualquier consideración global.
El macrismo tuvo que
revertir el apoyo a los Demócratas en EEUU y pronunciarse favorable a la nueva gestión
estadounidense, de los Republicanos, para obtener entre otras cuestiones, el
apoyo del financiamiento externo esquivo vía FMI.
Entre los errores de
diagnóstico aparece el problema de los precios, con un Macri señalando que el
tema era más difícil de lo que pensaba en campaña.
Aseguraba entonces
que la inflación no sería un problema en su gobierno y ahora reconoce que el
tema costará ser reducido y que no alcanza un periodo de cuatro años para
resolverse, augurando mayores penurias en el corto y mediano plazo, más aún si
hay reelección.
Claro que la
inflación, en tanto mecanismo de transferencia de ingresos consolida la
ecuación de perjudicados y beneficiarios, con mayor empobrecimiento de millones
y la concentración de ingresos y riquezas en muy pocos.
La inflación es parte
de la disputa por el poder en la Argentina, que define a los beneficiarios, a
los que pueden incrementar los precios y por ende obtener el logro de
apropiación de la riqueza socialmente generada.
No pueden aumentar
precios quienes perciben ingresos fijos, sean trabajadoras o trabajadores, jubiladas
o jubilados, o perceptoras o beneficiarios de planes sociales. Todos ellos se
cuentan por millones, quienes ven contenidos sus ingresos por las políticas
públicas o el accionar de las patronales que definen la política de ingresos en
el país.
Por ello es que
tampoco bajará la pobreza, otra promesa al inicio de la gestión Macri y
sostenida en esta nueva campaña electoral por la renovación presidencial. Se
afirma que un nuevo periodo presidencial del macrismo favorecerá el objetivo,
cuando la realidad confirma la esencia de la desigualdad con la extensión de la
marginación y el empobrecimiento de la sociedad.
Sea por error o por
convicción, lo que ocurre es una disputa del sentido común en la sociedad. El
gobierno disputa consenso y habla a su marco ideológico de referencia, como el
único camino posible y con ello organiza su iniciativa ideológica y política
para ganar el suficiente consenso que le otorgue capacidad de gobierno y una
reaccionaria reestructuración del orden capitalista local.
Existe una fuerte
campaña por el consenso social mínimo a una política de ajuste y reforma
estructural, que trasciende a la coalición de gobierno e involucra a la
oposición cómplice, quienes también disputan por vía electoral la gestión de
gobierno.
Otro
modelo productivo
El asunto a debatir
no es solo la macroeconomía, el crecimiento o la recesión, el ajuste gradual o
de shock, sino el modelo productivo, algo que es poco considerado.
Desde hace más de
cuatro décadas asistimos esencialmente a un modelo de apertura de la economía,
la liberalización, que coloca la producción local al servicio de la demanda
internacional, no solo del agro y la minería, sino también de la industria, las
finanzas y los servicios.
Vale señalar que
hubieron intentos de mediatizar el rumbo con procesos de redistribución del
ingreso y favorecimiento de la industrialización sin cambiar el horizonte
estratégico del modelo productivo.
La apertura económica
o liberalización de la economía define el modelo productivo que pretende
colocar a la Argentina como proveedor de materias primas con escasa
elaboración, más allá de los derivados del petróleo y la soja, entre otros “comodities”
de la exportación local al mercado mundial.
Es cierto que
Argentina produce aceites de soja e incluso combustibles basados en esa
producción, pero la tendencia empuja a la primarización productiva y la
comercialización sin valor agregado. Algo similar ocurre con los minerales y el
petróleo. Existe una tradición local en materia petroquímica e incluso derivados,
discontinuada en tiempos de hegemonía neoliberal.
Pretendemos apuntar a
que el rumbo esencial de la Producción local remite a las políticas y rumbos
inducidos desde mediados de 1975, afianzados bajo el terrorismo de Estado,
configurando en la actualidad una estructura económica social de inserción
subordinada y dependiente en el sistema mundial del capitalismo.
La soja y los
hidrocarburos, hoy no convencionales, explican la apuesta principal por la
producción local; más las finanzas y la especulación, de la que la deuda
pública resulta un instrumento privilegiado.
Cuando me consultan
que hacer remito a dos cuestiones que deben pensarse y actuarse en simultáneo. Una
remite al cambio de la política económica financiera, monetaria, fiscal, de
ingresos, de impacto macroeconómico. La otra, al modelo productivo, con otra
política para modificar sustancialmente la producción primaria y secundaria, incluso
el sector servicios a ello asociado.
La reforma agraria e
industrial resulta así fundamental, con otros sujetos económicos promotores de
ese nuevo modelo productivo, con agricultura familiar y comunitaria;
cooperativas y formas asociativas de producción de pequeños y medianos
productores y empresarios; con empleo de esa inmensa masa desocupada que hoy
percibe beneficios sociales o deambula en la informalidad e irregularidad del
mercado de trabajo. Un sistema financiero y de comercio exterior nacionalizado
resulta imprescindible para ese propósito.
Para que ello sea
posible se requiere poder político, impensado de ser instrumentado desde el
gobierno o la oposición cómplice con capacidad de disputa electoral, por lo que
no solo el gobierno de Macri no escuchará estas opiniones, sino que las combate
desde todos los ángulos posibles, incluida la represión en sus diferentes dimensiones,
ideológica, judicial o física.
Instalar esta
discusión en la sociedad resalta indispensable, cuando el FMI visita el país
para confirmar el rumbo, más allá de la crítica por derecha de liberales a
ultranza y así liberar unos 11.000 millones de dólares para asegurar la
cancelación de los vencimientos de la deuda externa que hipoteca cada vez más
la vida de millones de argentinos.
Buenos
Aires, 11 de febrero de 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Dejanos tu opinión o comentario, muchas gracias.