Respuesta a Jorge Sigal
por su nota en LN del 23/01/19: “El duelo pendiente de una izquierda
melancólica y con amnesia”
“LA IZQUIERDA TIENE
PRESENTE Y FUTURO”
Por: Julio C. Gambina
Al leer la nota de referencia me sentí interpelado en
mi carácter de Presidente de una entidad de pensamiento, que se asume marxista,
la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.
Sigal escribe sobre un supuesto duelo respecto de una
riquísima tradición y experiencia que pretende sea asumido por el conjunto de
la izquierda. Aclaro que este año que pasó, desde la FISYP realizamos un
Seminario sobre “Marx y la Política. El legado de Carlos Marx a 200 años de su
nacimiento: la fragmentación del movimiento obrero”, con la participación de
intelectuales y dirigentes sociales sindicales y territoriales, de Brasil,
Colombia, Cuba, Ecuador, Haití, México, Paraguay, y de varias ciudades
argentinas. Las ponencias pueden leerse en nuestro sitio en internet, en: https://fisyp.org.ar/media/uploads/regular_files/periferias-26.completo10.12.2018.bis.pdf
En esa oportunidad dimos cuenta sobre la tradición y
el presente de la revolución, el anticapitalismo y el proyecto irresuelto del
socialismo. Claro que un año antes habíamos convocado a un debate sobre los 100
años de la revolución de Octubre, lo que supone sustentar el objetivo vigente
de transformar la realidad e intentar construir una sociedad opuesta a la que
violentamente construye el capitalismo en forma cotidiana. No se trata de
repetir situaciones de antaño y de modo irreflexivo, sino de considerar bajo las
nuevas condiciones del desarrollo social, la necesidad de criticar y superar al
capitalismo, claro que ello incluye la crítica, no la destrucción, a la teoría
y práctica de la Revolución.
Violencia en el
capitalismo
Hay que reflexionar sobre la actualidad, por caso el
Foro de Davos que en estas horas está discutiendo bajo las consignas del Clima
y la Desigualdad. Son dos aspectos derivados del modelo productivo y de
desarrollo capitalista en el orden mundial. No es el clima el problema, sino el
impacto en la Naturaleza de la deforestación y las formas productivas que
exacerban y privilegian las ganancias por encima de cualquier consideración relativa
al respeto a la naturaleza o a la huella ecológica. Podemos creer o no en la
sensibilidad de los protagonistas del Foro Económico Mundial, pero ahí se
presenta el Informe OXFAM que equipara la riqueza de 26 multimillonarios a las
de la mitad de la población mundial. Ambas cuestiones en debate, el
calentamiento global y la acumulación de gases de invernaderos, junto a la
creciente concentración de riqueza y desigualdad constituyen los elementos más
evidentes de la violencia sistémica.
Nada de esto aparece en la nota de Sigal, solo la
crítica a la violencia de la izquierda en todo su trayecto desde 1917, pasando
por experiencias que aun requieren análisis sobre su legado e incluso presente,
casos de la Unidad Popular de Salvador Allende o la gesta del pueblo de
Vietnam.
Pero también la OIT difunde su Informe sobre el futuro
del trabajo, a propósito del centenario del organismo (1919-2019). Destaca la
OIT la realidad de 190 millones de desempleados, o los 534 millones de empleo
necesario hacia el 2030 para terminar con el flagelo del desempleo; o los 2.000
millones de trabajadores con sustento en la economía informal. Menciono el tema
porque si algo preocupa en la Argentina, la región y en el mundo son las
presiones para una reforma reaccionaria de las relaciones laborales y el
régimen previsional. Los datos presentados por la OIT aluden a la violencia del
sistema, cuando en la nota de Sigal, la preocupación transita por el fracaso de
la izquierda, enfatizando su carácter violento y antidemocrático.
Puede pensarse por omisión que se escamotea a la
dictadura del capital y sus horrendos crímenes cotidianos en México o Brasil,
en Haití, Honduras, Guatemala o Colombia, por solo mencionar los casos más
emblemáticos en la región. En el cierre nos convoca “…a matar al muerto. Para
salir de la melancolía e imaginar un mundo en que la vida y la libertad sean
valores no negociables”. El “muerto” es la experiencia de la izquierda sin
importar “diferenciar entre quienes estaban o no alineados con Moscú”. Se carga
Sigal a toda la izquierda y sus experiencias, sin considerar esa práctica de
búsqueda que sobrevive muy a pesar de quienes entierran a Marx, a Lenin, a Rosa
Luxemburgo, al Che o a Fidel Castro, personalidades que animaron y animan el
debate teórico y político en la perspectiva de un mundo sin explotación, aun
hoy, ya entrado el Siglo XXI.
Nuevas formas de la
violencia y la intromisión del poder
Su acusación contra las experiencias de cambio
político en los últimos años, a las que alude como populismos y con apoyo de la
izquierda, no tiene en cuenta el accionar deliberado de los sectores
hegemónicos y dominantes que batallan con noticias falsas y nuevas formas del
golpe de Estado, vía intervención venal de la Justicia o Parlamentos
corrompidos por los negociados propios del orden capitalista. No pretendemos
ser acríticos de las experiencias revolucionarias, de las centenarias, o de las
más recientes, incluso de las denominadas populistas, pero todas en conjunto constituyen
un acervo que merecen ser estudiadas a fondo.
Dice Sigal que existe mimetización con populismos más
cercanos al fascismo que al socialismo. Categoría difusa si la hay es la de
populismo, que puede remitir a propuestas a la derecha o la izquierda del arco
político. ¿Es el intento de construir una integración productiva solidaria en
materia de alimentos o energía una propuesta fascista o socialista? ¿Promover
una nueva arquitectura financiera para el Sur suponía demagogia, fascismo o
intento de avanzar en potenciales caminos anticapitalistas?
¿Acaso remite al papel de las Fuerzas Armadas en apoyo
de algunos de estos procesos? Si así fuera, hace falta mayor explicitación y
precisión en la crítica, de lo contrario, parecen argumentos amigables con la
crítica reiterada de la derecha tradicional y en defensa del orden capitalista.
Puede no resultar sencillo contestar los
interrogantes, pero solo son preocupaciones construidas en estos años en
novedosos intentos por recrear contemporáneamente las propuestas de izquierdas
y por la revolución socialista que animan debates que Sigal omite.
De ofensivas y
contraofensivas
Sigal comienza su relato con la muerte de Salvador
Allende y la asocia a Fidel y al AK regalado por éste al presidente de Chile,
asociando por añadidura a la URSS. No hay mención en la nota a Pinochet, al
papel de EEUU en el apoyo y promoción del terrorismo de Estado en Chile y luego
en toda Sud América, el plan Cóndor, verdadera transnacional del crimen. Ese
momento, hacia septiembre de 1973 combina una gigantesca caída de la tasa de
ganancia del capital mundial y la máxima acumulación de poder popular y
anticapitalista, con el triunfo y despliegue de la revolución cubana y muy
especialmente con la victoria de Vietnam sobre la intervención militar
estadounidense.
La ofensiva capitalista define, vía neoliberalismo
(Friedman y la escuela de Chicago) la eliminación de toda experiencia
reformista o revolucionaria que atente contra el régimen del capital y por eso
se redobla la agresión hacia los pueblos e incluso las estrategias
revolucionarias o reformistas, comunistas o socialdemócratas. Desde entonces se
confronta con cualquier estrategia reformista o de “progreso” como alude el
autor. La flexibilidad laboral, las privatizaciones y la apertura para el libre
movimiento de capitales se construyen por la violenta política de las clases
dominantes, aquí, allá y por doquier. Esa ofensiva neoliberal está ahora en
crisis, con Trump, el Brexit o Bolsonaro y sus propuestas nacionalistas, y
hasta resulta paradójica la defensa de la globalización efectuada desde China.
Por eso, ahora los pueblos tienen el desafío de
retomar la tradición de confrontación anticapitalista, la de ayer y la del
presente, para asumir las tareas actuales, por la igualdad, contra el
colonialismo, el capitalismo, el imperialismo, contra el patriarcado y toda
forma de discriminación y racismo. Si hay que condenar acciones que deshonran a
la izquierda o incluso, quieran o no, consolidan el proyecto de los que dominan,
eso debe circunstanciarse, pero no tirar toda la experiencia histórica del
proceso de confrontación contra el orden capitalista.
Finalmente, vale señalar que si bien el texto de Sigal
se centra en los procesos del siglo XX y XXI, en realidad obtura la misma idea
del progreso social y la aspiración a una sociedad justa e igualitaria.
Buenos Aires, 24 de enero
de 2019
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