¿Pueden los trabajadores o las trabajadoras aumentar
el precio de la Fuerza de Trabajo, o lo que es lo mismo el salario?
Solo pueden si acumulan suficiente poder para
enfrentar a las patronales, sean del sector público o del privado.
Algo similar ocurre con las jubiladas o los jubilados,
tanto como las o los perceptores de planes sociales, o aquellos empresarios
cuyo destino se liga al consumo de éstos.
Los que sí tienen poder para aumentar son las
petroleras, los especuladores, los grandes exportadores, las privatizadas de
servicios públicos.
Es así desde que las petroleras dolarizaron sus
precios y acordaron con el Gobierno la actualización recurrente de sus precios.
Contra una inflación de 32,4% acumulada desde enero a septiembre, los
combustibles subieron cerca del doble.
No hay duda que es una de las partes que se reconocen
entre los ganadores de la política económica del Gobierno Macri. Resulta la
misma consideración para las privatizadas de servicios públicos, con
actualizaciones tarifarias en el último año por encima del 50%, contra una
inflación anual del 40,5%.
Los especuladores cuentan en su haber un cambio en la
cotización del dólar del orden del 130% en lo que va del año; una tasa de
referencia del BCRA por encima de la inflación acumulada (40,50%) e incluso de
la esperada (48/50%). El BCRA estableció una tasa no menor a 60% hasta
diciembre próximo y paga por las colocaciones bancarias vía LELIQ, Letras de
Liquidez que solo pueden adquirir los bancos, casi el 74%.
El incremento en la cotización de las divisas, 1 dólar
a 37,50 pesos, mejora la rentabilidad de
los grandes exportadores del campo, la minería, la industria o los servicios.
También vale registrar el beneficio para los
acreedores de la deuda pública, beneficiados con elevadas tasas de interés y
riguroso cumplimiento de pagos, ya que el ajuste fiscal no incluye al gasto
financiero.
El déficit cero remite al gasto fiscal primario, o
sea, antes de pagar intereses. Estos están a la cabeza del compromiso de pago,
por lo que el resto de los gastos se someten al ajuste, que ahora ya no es
gradual, sino de shock y se manifiesta en la ley de Presupuesto.
La inflación es una
cuestión de poder
Están los que pueden imponer precios y los que no, lo
que supone una disputa por el Ingreso.
El Ingreso es un espejo del Producto por lo que:
a/ Ingreso=Producto, parte esencial de las cuentas
macroeconómicas; donde,
b/ Ingreso=Consumo más Ahorro más/menos Saldo Comercial;
y
c/ Producto=Consumo más Inversión más/menos Saldo Comercial)
Si consideramos el contexto de recesión, caída del
Producto, inducida por la política monetaria del BCRA y del Gobierno Macri, ocurre
una merma en simultáneo de los recursos (Ingreso) a distribuir en el conjunto de
la población.
La caída prevista por el Gobierno es de -2,4% del
Producto para el 2018 y del -0,5 para el 2019.
Para el FMI es -2,6% para 2018 y -1,6% para 2019. La
CEPAL señala en una evaluación más pesimista que será del -2,8% y del -1,8%
para el presente y siguiente año.
Sea una u otra cifra, ninguna augura una mejora de los
Ingresos y con ello la aceleración de la disputa por el mismo y el conflicto social
desplegado.
Ocurren dos fenómenos en simultáneo. Uno se procesa
entre los sectores empresarios, incluso entre aquellos que son parte la cúpula
empresarial, y en otro plano, entre aquellos y el conjunto de la sociedad de
ingresos fijos y reducidos.
Los primeros disputan entre sí, vía cambios en los
precios relativos (unos aumentan más que otros), y en conjunto subordinan a la
mayoría social al poder de la concentración y centralización de la economía.
En el 2001 se manifestaba entre quienes pretendían
avanzar hacia la dolarización, caso de las privatizadas de servicios públicos,
o quienes pugnaban por la devaluación para hacer competitiva la producción
local.
Hoy pretenden recomponer precios aceleradamente, caso
de las privatizadas es evidente, tanto como de los exportadores.
Se trata de la disputa recurrente por la hegemonía del
orden económico en la Argentina, como disputa de largo aliento que no termina
de consolidarse.
Al poder oligárquico asociado al capital externo se le
disputó la hegemonía en la cúpula en
tiempos de industrialización sustitutiva desde las primeras décadas del Siglo XX.
Con la crisis de los 70 y la solución aperturista
derivada de las políticas hegemónicas en tiempos de dictadura genocida y luego
en los 90, se habilitó la revancha neo-conservadora par restaurar posiciones perdidas
en el poder.
Se trata de un fenómeno local en el marco de la
evolución del sistema mundial en tiempos de globalización, los 80/90 del Siglo
pasado, por lo que se destaca el papel del capital externo, que actuó en todos
los ámbitos de la actividad económica, primaria, secundaria, terciaria, para
subordinar el orden socioeconómico a la lógica de la transnacionalización.
La deuda externa y especialmente pública, creciente
desde los tiempos de la dictadura, constituyó un mecanismo privilegiado para
asegurar la profundización de la dependencia al capital foráneo.
Nuevo orden y disputa
hegemónica
El tema en cuestión es gravísimo, ya que el “macrismo”
es un nuevo intento político por resolver la cuestión del poder a favor de las fracciones
de la burguesía transnacional que actúa en el país.
Para triunfar necesitan disciplinar la capacidad de
lucha, resistencia y organización de los sectores populares, con larga
tradición y fortaleza en el logro de derechos sociales, sindicales y laborales,
colectivos e individuales.
La capacidad de disciplinar a las trabajadoras y a los
trabajadores se puede lograr con la eliminación de derechos y por eso resulta
estratégica en la lógica del poder la reforma regresiva de la legislación
laboral y previsional, generando en simultáneo la posibilidad de recomponer la
tasa de ganancia.
Es por eso que se proponen derrotar estratégicamente a
los trabajadores, a las trabajadoras y sus organizaciones para desde allí estabilizar
el poder en la cúpula.
Asistimos a un nuevo tiempo histórico, donde se
procesan reestructuraciones de las relaciones sociales capitalistas,
especialmente entre el Capital y el Trabajo, contra los derechos laborales.
Es una tarea que también potencia y profundiza una
reforma reaccionaria del Estado para sostener la demanda de mayor ganancias del
capital concentrado y promoviendo la especificidad subordinada de la Argentina
al sistema mundial, atrayendo inversiones y facilitando la movilidad y libertad
de circulación del capital.
Se presenta el problema como una cuestión económica,
aunque también es política, tal como se evidencia en la realidad del avance de
las derechas en variados territorios, casos actuales del Brasil y la enorme
votación del fascista Bolsonaro, o el impredecible Trump.
Pretendemos señalar que no es cuestión de errores en
la formulación de las políticas económicas, sino que el trasfondo es una reestructuración
integral de la economía, de la política y de la cultura, con impacto regresivo
para la mayoría empobrecida.
Todo ello impone un pormenorizado análisis del
presente para intervenir críticamente a favor de los más desprotegidos, quienes
solo podrán superar la situación si logran constituirse como sujeto colectivo e
instalar nuevas culturas e ideas que expresen formas de organización económica
a contramano de la lógica de la ganancia y el capital.
Buenos Aires, 21 de octubre
de 2018
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