El gobierno tuvo que modificar
las metas de inflación para el 2018 y de una evolución de precios pronosticada en
torno al 10%, la pauta se corrigió al 15%. Muchas especulaciones se tejen
alrededor del anuncio y existen quienes imaginan nuevos cambios de personajes
en el “equipo” económico, de lujo como ellos lo venden. Circuló incluso que el
Presidente del BCRA tenía las horas contadas. Más allá de que eso ocurra lo que
interesa es discernir lo que acontece. En ese sentido puede pensarse que el
gobierno tiene un diagnóstico errado de la situación económica, no solo local
sino mundial. No se trata de la herencia recibida sino de las tendencias
locales y globales de la actividad económica en el presente y desde hace varios
años.
Desde lo global existen enormes
incertidumbres, desde las amenazas nucleares a los juegos de guerra de los que
disfruta Trump, hasta las especulaciones con las tendencias financieras, muy
especialmente con las subas próximas de las tasas de interés en EEUU, ya bajo
administración amiga del ejecutivo estadounidense. La inestabilidad del sistema
mundial es una de las constantes de nuestro tiempo y por ende no alcanza con
ideología pro mercado para atraer capitales. Desde la CEPAL se informa que las
tendencias mundiales cambiaron y si nuestra región estaba entre los principales
destinos de las inversiones externas en la década pasada, eso ya no ocurre. Otros
territorios son apetecidos por los inversores globales, especialmente los que
dominan y disputan el sistema mundial del capitalismo.
No alcanza con el discurso pro
mercado para que los capitales se aventuren sobre la Argentina o Nuestramérica,
e incluso es dudoso que ello fuera beneficioso para atender las necesidades de
la mayoría de nuestra sociedad. En todo caso, esos inversores demandan se
realicen ajustes que abaraten el costo de producción y mientras tanto
aprovechar la disposición a la valorización financiera derivada del
endeudamiento externo. En efecto, ni bien comenzado el año y con horizonte de
ajustes y cambios reaccionarios, el ministro de Finanzas colocó bonos por 9.000
millones de dólares a 5, 10 y 30 años, con tasas más bajas que hace un año,
pero más altas que las que pagan los países vecinos u otros que se endeudan por
estas horas en el mercado mundial. Argentina sigue siendo riesgosa y por eso es
negocio para la especulación global con elevadas tasas de interés que se abonan
con recursos fiscales que se restan principalmente al gasto social.
Hemos escrito en anteriores
ocasiones que hay presiones desde la derecha, de adentro y de afuera del
gobierno para acelerar el cambio, o sea el ajuste fiscal, previsional y
laboral, de lo contrario el país ingresará en territorio complicado, sea por la
inflación, el “atraso” del tipo de cambio o los déficit gemelos. Para traducirlo
en lenguaje corriente, lo que se pretende apunta a inducir un control sobre los
ingresos populares, sea conteniendo las demandas salariales por negociaciones
colectivas, disminuyendo las actualizaciones de ingresos, caso de las
jubilaciones o beneficios sociales y apurar el retiro de los subsidios a los servicios
públicos. Imaginan mayor aumento de las tarifas de electricidad, agua, gas,
transporte, etc. Pretenden un dólar más competitivo para las exportaciones,
aunque ello suponga encarecimiento de importaciones y del costo de vida. Claro
que todo ello supone la baja del gasto, especialmente el social y una mejora en
la recaudación induciendo beneficios para las ganancias.
El límite es la protesta social
y el descontento, lo que se expresa en la fuerte conflictividad social y cierta
merma en la confianza y el consenso a la política oficial. Esto amenaza la
continuidad del proyecto político, y por eso el gradualismo del sector más “político”
en el gobierno, que contrarresta a los juramentados de la ortodoxia y demanda
tiempo para cumplir con los objetivos de máxima para una inserción virtuosa de
la Argentina en el capitalismo mundial.
Un problema es el financiamiento
de esa política y como no acuerdan con la emisión monetaria exacerbada,
entonces apuntan al endeudamiento y prorrogan las soluciones para el mediano y
largo plazo. Lo que importa es mantener el consenso presente a un gobierno de
derecha que por primera vez accede a la gestión pública con el voto de la
sociedad. Esa es la apuesta para el logro del objetivo de máxima. En ese camino
necesitan ampliar el consenso y si no pueden por la política, el discurso
ideológico y cultural, no dudan en la represión. Disciplinar al movimiento
popular, de larga trayectoria en la Argentina es preocupación central de las
clases dominantes. El rumbo económico lo construyen más allá de sus problemas,
con consenso o coerción, con el objetivo de la maximización de la ganancia para
la acumulación y la dominación.
El
modelo productivo en el fondo
No solo se trata de las cuentas
públicas, sino de la orientación de la producción, la distribución, el cambio o
el consumo, que por décadas construyó una inserción subordinada a las
transnacionales del agro-negocio y la energía; la industrialización dependiente
para la exportación y la especulación sobre a base de la extranjerización del
sistema financiero y el deliberado endeudamiento externo. Aquí está el meollo
de la cuestión, ya que no alcanza con discutir la ecuación macroeconómica, sea
el PBI, el Consumo, la Inversión, o el saldo del comercio externo; sino que se
requiere discutir el modelo productivo y de desarrollo, en especial vinculación
con definiciones a asumir regionalmente y en un marco de integración no
subordinada.
Es claro que se trata de una
cuestión política, ya que el debate debe superar el límite de lo posible
sustentado desde el oficialismo y la oposición sistémica, que cunado mucho
discute quien gestiona el orden capitalista. Se trata de discutir precisamente
el orden capitalista y confrontar con la ilusión de avanzar en el camino de
reformas posibles al orden contemporáneo. La posibilidad de defender y ampliar
derechos sociales, económicos y culturales de la mayoría de la sociedad implica
discutir las bases materiales que organizan la cotidianeidad y especialmente nuestra
superestructura social, ideológica, cultural y política. Por eso hace falta una
gran batalla económica, política y sobre todo cultural, como desafío en la
disputa de la conciencia social para confrontar las miserias a que nos condenan
con la política económica en curso. Que no solo se escuche la presión por
derecha para más ajuste, sino que se haga oír la voz consciente de quienes
aspiran a una sociedad emancipada.
Buenos
Aires, 5 de enero de 2018
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