Allá por el año 1997 desde la
Central de Trabajadores Argentinos, la CTA se convocó a discusiones por un
Nuevo Pensamiento, generando debates en todo el territorio nacional durante
tres años.
La convocatoria confrontaba con
el hegemónico pensamiento único que sostenía en los 90 la política neoliberal,
de apertura económica, flexibilización laboral y privatizaciones. Las
desregulaciones y el aliento a la iniciativa privada, especialmente extranjera
era la lógica imperante en los gobiernos previos al estallido del 2001.
No solo el poder ejecutivo
impulsaba esas políticas, sino que la burocracia política, sindical, empresaria
y mediática estimulaban con argumentación apologética para diseminar un
consenso mayoritario en la sociedad.
La hegemonía neoliberal era
contundente y explicaba el triunfo del menemismo en el segundo turno desde 1995
sin escamotear argumentos favorables al falso libre comercio, en rigor dominado
por monopolios transnacionales. Pero también explicó el triunfo de la Alianza
en 1999 privilegiando la estabilidad del tipo de cambio contra la masividad de
la miseria extendida, el desempleo y la caída del nivel de vida de la mayoría
empobrecida de la población.
En aquella convocatoria de la
CTA coincidían los argumentos anti neoliberales y otros anticapitalistas. El
mensaje que unificaba apuntaba a derrotar al pensamiento neoliberal, hegemónico
y responsable de la situación social de empobrecimiento y un desenlace recesivo
desplegado entre 1998 y 2002. Las diferencias se dejaban para otro tiempo.
¿Por
qué la evocación?
Porque el Ministro de Economía
acaba de sostener en un encuentro de economistas heterodoxos[1] la necesidad de un
pensamiento económico nuevo latinoamericano, sobre la base de las experiencias
desarrolladas en estos años en buena parte de la región y que tienen en común
la crítica al proceso neoliberal de los 90. Señaló Kicillof la necesidad de dar
“cuerpo a una teoría económica que corone este proceso de crecimiento que
experimentó América Latina”.
Más allá del balance de política
económica y la discusión sobre los aspectos estructurales del orden
contemporáneo, el debate sigue sustentado en lo discursivo en la crítica al
neoliberalismo, sin cuestionar al régimen del capital.
Por definición, la heterodoxia
contiene en su seno a diversas corrientes que discuten con la hegemonía
neoclásica en sus distintas versiones, monetaristas, ortodoxos, los que imponen
más énfasis teórico en el imaginario del libre cambio (como si existiera).
En la heterodoxia confluyen
keynesianos, neo-keynesianos, pos-keynesianos y una diversidad de corrientes
que disputan la orientación del orden capitalista, pero sin salirse del marco
capitalista. Ese colectivo de pensamiento confluye y debate con otras varias
corrientes del pensamiento crítico, algunos de los cuales se reconocen en la
tradición de Carlos Marx y que asumen como sentido principal de sus enfoques la
crítica al capitalismo.
Hace dos décadas, en los
encuentros por un Nuevo Pensamiento, se discutía contra el neoliberalismo,
hegemónico y en el gobierno. Hoy se vuelve a esgrimir la misma necesidad en un contexto
de cambio político en la región, con fuerte crítica discursiva al
neoliberalismo pero escasa transformación estructural de la economía, por lo
que se asume la reiterada convocatoria a unir fuerzas contra la hegemonía
global neoliberal, que subsiste en la orientación principal del orden mundial,
aun con el capitalismo en crisis.
Ir
más allá de la crítica neoliberal
Por eso, nuestro interrogante
apunta a pensar que es lo que ocurre en nuestra región, que pese al cambio
político desde el comienzo del Siglo XXI, el cambio económico continúa siendo
una asignatura pendiente.
El modelo productivo y de
desarrollo, es decir, la extranjerización y transnacionalización de nuestras
economías no se han modificado y la característica de la dependencia se
profundiza. Claro que hay matices entre los distintos procesos en la región,
pero el núcleo de la dominación transnacional mantiene su capacidad de orientar
el rumbo.
En un análisis sobre Bolivia se
sostiene que “También la economía fue transformada por el proceso de
nacionalización de varios sectores estratégicos. La nacionalización de los
hidrocarburos del año 2006 generó un enorme flujo de ingresos para el país,
resultado de la retención del excedente económico originado en este sector. El
Estado, por la vía de nacionalizaciones del capital transnacional,
estatizaciones del capital privado nacional y la apertura de nuevas empresas
públicas productivas, se ha fortalecido y hoy controla el 35% del producto
interno bruto del país. Así hemos dejado atrás el modelo neoliberal en el que,
como sabemos, cuanto menos Estado mejor para los capitalistas; hemos pasado a
un modelo con decisiva presencia reguladora y redistributiva estatal, aunque
todavía dentro del sistema capitalista.” El texto continúa señalando: “Creo que
aquí radican las tareas, en lo económico, que deben llevarnos a la
profundización de este proceso: seguir fortaleciendo al Estado con nuevas
nacionalizaciones, al mismo tiempo que potenciamos al sector social y
comunitario de la economía transfiriendo hacia él una parte del excedente
recuperado. Ésta será la vía para salir del capitalismo y comenzar la
construcción de un nuevo socialismo comunitario y el Vivir Bien.”[2]
Es interesante asumir la
hegemonía capitalista, como el rumbo anticapitalista y afirmar que las acciones
anti-neoliberales tienen rumbo en el socialismo comunitario y el Vivir Bien; algo
distinto a la prédica anti-neoliberal para un capitalismo nacional, serio o
normal.
Homenaje
a Theotonio dos Santos
Es curioso como el homenajeado
en el encuentro de los economistas heterodoxos ha sido Theotonio dos Santos,
uno de los iniciadores de la Teoría de la Dependencia en los 60. Una concepción
teórica que suponía mirar a la economía mundial desde Latinoamérica y por ende,
se intentaba completar a Lenin que había promovido la teoría del imperialismo
desde el estudio de los fenómenos expresados en el capitalismo desarrollado.
Cien años se cumplirán el
próximo 2016 de la publicación del famoso texto del revolucionario ruso, donde
se ejemplificaba con la Argentina al típico proceso de independencia política y
dependencia económica. Allí sugería que la tarea de la independencia política
requería para completarse de la independencia económica, y con él, nosotros
insistimos en superar el cambio político regional con el cambio económico.
Los teóricos de la dependencia
en los 60 discutían la posibilidad del desarrollo bajo el signo de la
dependencia. Fernando Henrique Cardozo, luego presidente de Brasil con
ejercicio de política económica neoliberal, sostenía que si se podía impulsar
el desarrollo aún en dependencia. Theotonio dos Santos lo confrontaba y
sostenía una posición crítica al orden capitalista y a la dependencia. Otros
heterodoxos de la época, como Celso Furtado, también criticarían al
desarrollismo, que alentaba expectativas en el progreso basado en las
inversiones externas y la industrialización e inserción en el capitalismo de
entonces. Eran tiempos de bipolaridad y la discusión incluía a pensadores de
fuerte tradición en Marx como Rui Mauro Marini en Brasil, o Agustín Cueva en
Ecuador, los que fundamentaban el horizonte socialista como solución para
nuestros países.
En nuevas condiciones, el debate
ahora vuelve a presentarse, y se convoca a debatir por un nuevo pensamiento
económico. Bien vale interrogarse si se trata de una crítica al capitalismo en
crisis, o si solamente se trata de recrear la crítica al orden neoliberal y a
la ofensiva más descarada del gran capital por la liberalización de la
economía. No es que sea poca cosa la crítica a la hegemonía, pero la situación demanda
marcar el rumbo más allá del capitalismo.
Sin perjuicio de la articulación
diversa de concepciones críticas al neoliberalismo, el problema radica en los
instrumentos que se utilizan para resolver los problemas del presente. No se
trata solo de enfoques teóricos, sino que desde esos diagnósticos emergen las
políticas económicas concretas para materializar objetivos solo anti
neoliberales o en la perspectiva socialista.
El comentario apunta a la
confianza en la radicación de inversiones sustentadas desde los críticos al
neoliberalismo, para impulsar la industrialización y el modelo productivo en
nuestro tiempo y por otro lado, el pensamiento crítico alentando las
transformaciones de las relaciones de producción en la búsqueda de una lógica
económica, social y cultural contra y más allá del capital.
Queda claro que siempre se trata
de una cuestión política, de correlaciones de fuerza, pero resulta
imprescindible asumir la batalla de ideas por la hegemonía de la heterodoxia.
De lo contrario se puede caer en el posibilismo. La lucha cotidiana de
trabajadoras/es y sectores empobrecidos demandan enfoques teóricos que
potencien la crítica al capitalismo y aporten sustento para hacer realidad la
transformación y emancipación social.
Buenos
Aires, 25 de septiembre de 2015
[1]El 24
y 25 de septiembre sesionó el primer Congreso de Pensamiento Económico
Latinoamericano bajo el lema “Amanecer y consolidación de los gobiernos
populares en América Latina. Desafíos para profundizar la transformación
estructural”.
[2] “Sin
movimientos sociales no hay proceso de cambio”. Entrevista a Alfredo Rada Vélez.
En: http://escuelanacionaldeformacion.blogspot.com.ar/2015/09/sin-movimientos-sociales-no-hay-proceso.html