Hacía un año que no se actualizaban los montos de la
Asignación Universal por Hijo (AUH), y esta semana se informó una actualización
del 40%. Aun siendo poco representativo para cada perceptor del beneficio, de
$460 a $644 por mes, la suma total afectada aporta en el intento de
contrarrestar la caída del consumo y la producción que verifica la
desaceleración de la economía en el presente.
El ajuste de ingresos por beneficios sociales supone varias
consideraciones. Por un lado significa un reconocimiento de la variación real
de los precios de bienes y servicios que consumen los sectores más
desprotegidos de la sociedad; y por otro, confirma que los elevados indicadores
de crecimiento de la economía en la década no alcanzan para que millones de personas
resuelvan su cotidianeidad con recursos provenientes del empleo.
La política económica no ha podido resolver cuestiones
estructurales asociadas al ingreso popular, por lo que la política social
masiva actúa de forma compensatoria, intentando morigerar indicadores sociales
de marginación y empobrecimiento que constituyen legados de cambios regresivos
en el orden económico y social gestados en las últimas cuatro décadas.
Vale mencionar que la AUH es el programa más extenso de una
política social masiva que involucra a casi 4 millones de beneficiarios, y a la
que se suman otros tres millones de diversos planes sociales, entre ellos
nuevos jubilados sin historial de aportes previsionales. La política social
alcanza a unos 7 millones de personas que reciben transferencias de ingresos
provenientes de la ANSES.
El movimiento de trabajadores jubilados cuestiona la
distracción de fondos del ANSES para fines que no sean previsionales,
sustentando que lo esencial de los recursos de la seguridad social son aportes
y contribuciones con ese específico fin. En todo caso, señalan, la
insuficiencia de fondos para hacer frente los pagos de jubilaciones y pensiones
se asocian a la disminución de aportes patronales gestados en tiempo de Cavallo
y Menem y que motivó el reemplazo con recursos tributarios. Este último
argumento, la compensación con impuestos para el fondo de la seguridad social
es lo que sostiene el gobierno para atender el conjunto de la política social
con dinero de la ANSES.
La cuestión parece irresoluble por escases de fondos, sean
del tesoro nacional o del fondo de la seguridad social. Las demandas a
satisfacer son cuantiosas y más allá del debate sobre índices de pobreza e
indigencia, la realidad es que una parte importante de la sociedad tiene
problemas de ingresos para resolver las necesidades de la vida cotidiana.
En efecto, si son 7 millones los beneficiarios de la política
social con ingresos ajustados pero escasos, y unos 5 millones de jubilados
nacionales perciben la mínima, por debajo del 50% de lo necesario para una vida
digna; y un tercio de los trabajadores están en situación irregular con
ingresos menores a los regularizados con seguridad social; queda claro entonces
la deuda del orden económico social con la mayoría de la población.
Con ese cuadro de situación se impone la masividad, no
necesariamente universalidad, de una política social compensatoria ante una
economía que en la crisis mundial creció a valores superiores. Es una situación
que la Argentina comparte con la mayoría de los países de la región, aún con
orientaciones políticas diferenciadas. En casi todos los países de
Latinoamérica se aplican programas de transferencias de renta sustentados en
fuertes ingresos fiscales derivados de la particular situación de suba de los
precios internacionales de los productos de exportación.
Uno de los problemas a consignar es que en estudios de la
CEPAL y de la OIT para la región se anticipan modificaciones en las condiciones
globales del rumbo económico, del comercio y de los precios de las materias
primas que pueden afectar la cuestión de los ingresos fiscales de los países y
convocaran a discutir el uso de los recursos públicos. No en vano, sectores
hegemónicos presionan para la disminución del gasto público y aunque no siempre
se sostenga claramente, el gasto social está en la mira del objetivo para la
reducción.
Otro de los problemas proviene de la evolución de los
precios, del 1,8% en abril según el INDEC, que se suma al 10% del primer
trimestre, y en particular del de la divisa, que esta semana parece haber
iniciado un nuevo movimiento alcista luego de la devaluación de enero. Las
mínimas correcciones del valor del dólar impactan en varios precios que sufren
precisamente los sectores de menores ingresos, que aun antes de percibir los
ajustes ya sufren el impacto de la suba en bienes y servicios de consumo
cotidiano.
Buenos
Aires, 17 de mayo de 2014
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