La crisis capitalista es un dato de la realidad, aunque
algunos la nieguen. Es parte de un diagnóstico generalizado, a izquierda y
derecha, sin embargo algunos se resisten a esa calificación.
Hace pocos días, el economista Pablo Rojo me discutía la
existencia de una crisis mundial y calificaba de utópica mi propuesta en pos
del socialismo[1].
Era en pleno despliegue de la mega devaluación de fin de enero.
Lo curioso, es que también me calificaba de utópico un
periodista de izquierda ante mis comentarios de nacionalización del comercio
exterior y la banca realizados en una entrevista radial telefónica antes de la
mega devaluación.
No son los únicos, ya que algunos (muchos) amigos que evalúan
mis presentaciones públicas me endilgan la imposibilidad de materializar mis
propósitos anti capitalistas y que se requieren soluciones para el “mientras
tanto”, lógicamente dentro del capitalismo.
Utópicos
son los que esperan soluciones para la mayoría dentro del capitalismo
La realidad es que mientras me califican de utópico, el
capitalismo realmente existente continúa su desarrollo, con mayor desigualdad a
escala mundial y local.
La organización OXFAM presentó en Davos, en el Foro Económico
Mundial un informe que entre otras cuestiones relata como 85 fortunas tienen el
equivalente de la riqueza de la mitad de la población mundial, unos 3.500
millones de habitantes.
A su vez, la CEPAL, en su último Panorama Social de América
Latina difundido a comienzos de este 2014 da cuenta del estancamiento en la
tendencia a la mejora de los indicadores sociales verificados en buena parte de
la década 2002/2012, con deterioro de las causas que explicaron el gran
crecimiento de la región y su impacto positivo en la disminución de la pobreza.
El asunto es que la crisis, con epicentro en el capitalismo
desarrollado, situación normal para calificar de mundial a una crisis, empieza
ahora a sentirse entre los países emergentes, forma de llamar a aquellos
territorios receptores de inversiones externas en plena crisis de los
desarrollados, y lógicamente con ellos, el impacto de la crisis se extiende a
todo el resto de países, amplificando el fenómeno de la miseria, la pobreza y
la mayor explotación de los trabajadores, de los pueblos y de la naturaleza.
Lo utópico es pensar en un “mientras tanto” (difuso) en el
marco del horizonte capitalista.
Juan Carlos Pugliese, el ministro de economía en el ocaso del
gobierno de Raúl Alfonsín, confesaría a la sociedad que les habló con el
corazón y los empresarios le contestaron con el bolsillo. Se puede pensar que
se olvidó del orden social capitalista presidido por la lógica de la ganancia y
la valorización del capital.
Ocurre lo mismo cuando las autoridades actuales se sorprenden
ante la actitud especulativa de la sociedad ante la posibilidad otorgada por la
política económica para ahorrar en divisas, o cuando solicitan a los
productores vender sus tenencias acumuladas en silo-bolsas para bien de la
situación económica nacional.
Ambas acciones, las compras de dólares o las retenciones de
producciones, son parte de una cultura propia del orden capitalista incentivado
por la posibilidad ofrecida desde la política gubernamental.
Ahora, desde el agrupamiento Carta Abierta se acusa al poder
económico de haber obligado al gobierno a devaluar, siendo que el deliberado
accionar político podría haber enfrentado, no de palabras, sino con acciones la
aspiración por la depreciación de la moneda nacional.
La propia Presidenta aludió a la ausencia de una burguesía
nacional, sujeto imprescindible para el sueño utópico del capitalismo nacional
a que convocó Néstor Kirchner el 25/5/2003.
¡El capitalismo nacional es una utopía!
No existe ese sujeto burgués para un capitalismo nacional en
tiempos de transnacionalización de la economía, verificado en la dominación
transnacional de la producción y los servicios en el país, aun en una década de
críticas discursivas contra el neoliberalismo, los organismos internacionales y
el poder económico concentrado.
Históricamente, el peronismo pretendió suplir la ausencia de
burguesía nacional con el papel del Estado como sujeto colectivo para definir
ese objetivo deseado.
Resulta que el Estado ha sido reformulado en los 80´ y 90´,
siendo la institucionalidad neoliberal, reforma constitucional incluida, con sus
tratados internacionales e institutos de libre comercio y defensa de las
inversiones extranjeras (TBI, CIADI, etc.), con la legislación favorable a los
transgénicos, la reforma al Código minero, la protección a la producción de las
terminales extranjeras de la industria automotriz, la promoción de la industria
de armaduría, o la ley de entidades financieras supérstite; junto al cáncer de
la especulación financiera y el endeudamiento, lo que explica el carácter estructural
de la subordinación y dependencia del capitalismo argentino al orden
contemporáneo del capital, más allá de buenas intencionalidades discursivas.
Un mérito del kirchnerismo fue captar a importantes sectores
de la sociedad y el movimiento popular para su proyecto político de hacer
normal el desarrollo capitalista en la Argentina, es decir, crecimiento
económico con consenso social y relativa capacidad compensatoria de satisfacer
necesidades insatisfechas y deterioro absoluto y relativo de condiciones de vida
entre 1975 y 2001.
La convergencia de demanda social hacia el 2001-03 con el
discurso oficial kirchnerista favoreció la extensión del consenso que empieza a
encontrar límites ante las restricciones para continuar la convivencia del
desarrollo capitalista “normal” con paliativos social de inclusión.
Estamos
en pleno despliegue del ajuste
El ajuste responde a plena lógica del régimen del capital. No
es impuesto por lógica externa, sino por la propia dinámica de la búsqueda de
la ganancia, la acumulación y la valorización.
La devaluación desde el 1 a 1 a 1 =1,40 y su proyección 1=3 y
su evolución hasta el 1=8 constituyen una política de transferencia de ingresos
desde la mayoría de la población con ingresos fijos a la minoría en condiciones
de fijar precios en el conjunto de la economía. La política de gobierno, sea
fiscal o monetaria, de ingresos y precios, más allá de ciertas iniciativas en
el intento de frenar aumentos o administrar el precio de la divisa ha sido
funcional al modelo de acumulación de ganancias, de riqueza y de poder.
No todos los países sufren el problema de la inflación, no
del modo en que se soportan para la mayoría de la población en la Argentina. El
asunto es que la inflación, lo dijimos muchas veces, es la forma específica que
tiene el poder económico actuante en el país para redistribuir regresivamente
el producto social del trabajo en el país. La responsabilidad gubernamental es
esencial, por acción u omisión.
Desde el fortísimo impacto social de la situación económica
del 2001-2002, se crearon condiciones para desplegar paliativos que nunca
retrotrajeron la situación social a otros tiempos del capitalismo local,
previos a 1975, el máximo de redistribución progresiva en el marco capitalista.
El tiempo de las reformas encontraron un límite hacia el 2007 y por eso la
respuesta del capital hegemónico fue la inflación, que contagia incluso a sectores
no hegemónicos, que aumentan precios mientras exista mercado que demande sus
bienes o servicios. Por esto es que la inflación no solo tiene sus causas en
los grandes fijadores de precios, sino que estos tienen capacidad de extender
la cultura remarcadora asociada a la demanda de un patrón de consumo que
favorece a los monopolios.
El gobierno se jacta de no querer generalizar el ajuste. Sin
embargo, la inflación es ajuste. Es algo que sufre la mayoría de trabajadores,
regulares o irregulares, precarios o no, tercerizados o no, activos o pasivos,
incluso benefactores de subsidios congelados o actualizadas en una desigual
carrera contra los precios de bienes y servicios que consume la mayoría de la
población.
La realidad es el ajuste mundial que induce el capitalismo en
tiempos de crisis, con especificidades nacionales. En Argentina se pretende
disciplinar a los trabajadores que se aprestan a discutir convenciones
colectivas, intentando que demanden por debajo de la inflación pasada y en
perspectiva, que dicho sea de paso, nadie puede verificar a ciencia cierta ante
las incertidumbres de las mediciones del INDEC. Una gran incógnita es el nuevo
indicador federal de la evolución de los precios, algo a develar en los próximos
días y meses.
No es en las conspiraciones en que se debe indagar sobre los
responsables de los problemas económicos de la Argentina, es en el propio
capitalismo y su lógica de explotación de fuerza de trabajo (agro y
monocultivo, industria de armaduría dependiente de insumos externos) y
naturaleza (tierra, agua, minería, hidrocarburos), como en la dependencia del
ingreso de inversiones externas (Chevron, por ej.) o préstamos (acuerdo con el
BM, búsqueda de acuerdo con el club de París para cancelar deuda ilegítima
asumida en tiempos de la dictadura genocida).
Llamemos
a las cosas por su nombre: el problema es el capitalismo
Resulta imprescindible cambiar la lógica de razonamiento
sobre la solución de los problemas que afectan a nuestro pueblo. No existe
salida dentro del capitalismo. Eso es lo utópico. Hace falta enfrentar el orden
capitalista y así como el capitalismo tiene sujeto social que lo hace posible,
en la vanguardia las transnacionales, los principales estados capitalistas y
los organismos internacionales, los que generan el sentido común mayoritario
para un patrón productivo y de consumo privilegiando el sálvese quien pueda y
el individualismo, el anticapitalismo y el socialismo también requiere de la
construcción del sujeto social para el cambio.
Esa construcción de sujeto es el “mientras tanto” entre la
denuncia actual al orden capitalista y su gobierno, y la perspectiva para
pensar en construir una sociedad alternativa con otro modelo productivo y de
desarrollo, bajo el programa de la soberanía alimentaria, energética,
financiera en un marco de integración regional no subordinada.
La soberanía alimentaria supone discutir el modelo sojero “transgénico”
monoproductor, bajo el comando de las transnacionales de la alimentación y la
biotecnología, de Monsanto, Syngenta, Dreyfus, Bunge y otros similares. Se
trata de avanzar desde la agricultura familiar y de las comunidades en articulación
con comunidades barriales de abastecimiento popular, extendiendo ferias contra
grandes cadenas comerciales monopólicas, en beneficio de calidad de vida y
empleo extendido con participación popular en la definición del patrón de producción
y consumo.
Al remitir a la soberanía energética se supone asumir el
proyecto “petroamérica” oportunamente sustentado por Hugo Chávez para articular
una política energética común en Nuestramérica, lo que significa aunar
criterios de impulso al desarrollo tecnológico y científico autónomo, con
aporte de las universidades públicas de la región, con asignación de
presupuestos suficientes y una convocatoria a definir el modelo productivo y de
desarrollo no solo para el país, sino integradamente con la región.
Apuntamos a sustentar la propuesta de “nueva arquitectura
financiera” para la región, con fondo constituido por las reservas
internacionales, las que deben dejar de alimentar las finanzas del capitalismo desarrollado
para organizar financiamiento propio con Banco del Sur o del ALBA, con aliento
a monedas locales, sea el SUCRE (aceptado en el ALBA y que Venezuela podría
proponer al Mercosur), o los acuerdos escasamente desarrollados de intercambio
con monedas locales como el suscripto entre Brasil y Argentina.
Todo ello es posible si se denuncian los acuerdos
bilaterales, se retira a la Argentina del CIADI, se generaliza una campaña
contra el libre comercio redivivo en la Alianza Pacífico o en los acuerdos del
Mercosur con la Unión Europea, si se audita la deuda pública, especialmente
ahora la que demanda el Club de París, que en su mayoría es deuda ilegitima, espuria
y odiosa, por haber sido asumida por gobiernos no constitucionales.
Cualquier medida que asumamos en este sentido, sea la
nacionalización del comercio exterior y la banca, como venimos proponiendo,
supone golpear fuerte al desarrollo capitalista e iniciar la construcción de un
nuevo orden que me empecino en llamar socialista. No es una utopía la lucha
contra el capitalismo y por el socialismo, es una demanda de nuestro tiempo, es
el camino por la emancipación social y la defensa de la naturaleza.
Buenos
Aires, 9 de febrero de 2014
Estoy de acuerdo con usted, Julio. Pero me quedan algunas dudas sobre ese mentado "mientras tanto". Asumo desde ya que es necesario construir un sujeto social que encarne los cambios; pero, ¿cómo lo construimos? ¿Cómo enfrentamos el escaso desarrollo de una conciencia anticapitalista, suponiendo de antemano -como yo hago- que la propuesta kautskyana de "inyectar la conciencia desde afuera" ha fracasado? En una presentación electoral, por ejemplo, ¿deberíamos hablar de capitalismo y de socialismo -lo que Claudio Katz probablemente criticaría como una campaña electoral "ideológica"- o deberíamos limitarnos a propuestas concretas -como las que menciona usted al final de la nota-? En el último caso, ¿cómo llevar adelante propuestas concretas en una situación de crisis mundial, cuando exigir, por ejemplo, justos aumentos de salario termina por minar la rentabilidad -ya escasa- del capital en crisis?
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ResponderEliminarCon tus disculpas Julio,dejando de lado, a la construcción del "sujeto social" que indudablemente tendra coma base a la clase obrera y trabajadora,el problema de "inyectar desde afuera" como fracaso, es no entender que es la conciencia, el conocer, que es una relación de logica,pero en movimiento es decir "dialectica",el fracaso posible fue el de creer una dialectica sin él.Los contrarios mientras no se superen,o no se niegen.
El sujeto social fundamental, es el mismo,cambiaron los procesos productivos etc del capital, y este
fue cambiando con el.
El grado de conciencia es infinito
para nos,pensar que la rentabilidad
del capital es escasa, es pensar como un "rentista", el capital es un proceso,la "rentabilidad" faltante es la del ultimo capital adquirido,que lleva a creer en su contrario, el subconsumismo, digo "ingenuo" del gobierno, solo aumentar la demanda,y lo que demanda el capital es rentabilidad de esas "nuevas ganacias".
Si tubiera que resaltar un concepto
más claro de tu comentario es que,
Como ahora dicen la "burgesia autoctona" derivado de la nacional
que industrialice el pais,pues nada más , ni nada menos que eso es una verdadera Utopia.
Me recuerdo de la pregunta del autor del contrato social,"quien le enseña al educador",ya fue contestada, es una relación afuera y adentro,para simplificar.
Comparto vuestras preocupaciones e interrogantes, en todo caso, el texto sirvió para un gran debate, especialmente en quienes seguimos interesados en no quedarnos en el limite del posibilismo. Es cierto que hay una nueva realidad del capitalismo, y con Marx debemos insistir en la crítica del capitalismo en cada tiempo histórico y sobre esa base construir socialmente la nueva sociedad no capitalista, socialista.
ResponderEliminarUN EXTRAORDINARIO ANALISIS DE LA SITUACION ACTUAL. EL PUNTO DE PARTIDA ES EL SISTEMA CAPITALISTA, TAL CUAL LO PLANTEA HUGO. SIN EMBARGO, EL SISTEMA CAPITALISTA, AUN ES CONSENSUADO POR LAS MAYORIAS...
ResponderEliminarLOGICO QUE POR FALTA DE CONCIANCIA, COMO SE SOSTIENE DENTRO DE LOS ARGUMENTOS ARRIBAS ESGRIMIDIDOS.
CREO YO QUE LAS REFORMAS VENDRAN DENTRO DE LOS MARGENES DE LA SOCIEDAD CAPITALISTAS. LOS CAMBIOS SERAN A LARGO PLAZO. Y EN TODO ELLO LA EDUCACION HA DE JUGAR UN PAPEL RELEVANTE, ES DECIR SI SE QUIERE GENERAR, OTRO TIPO DE CONCIENCIA CIUDADNA, SE DEBE APUNTAR A CAMBIAR EL SISTEMA EDUCATIVO. DE OTRO MODO SE PODRA CRECER ECONOMICAMENTE, PERO SEGUIR TENIENDO UNA MENTALIDAD EGOISTA Y MISERABLE...
PARTICULARMENTE, NO VEO EN EL KIRCHNERISMO UNA PROPUESTA SERIA EN TAL SENTIDO.
JOSE LUIS
ResponderEliminarTu comentario Julio,trae aparejado un cambio de ideas,que deberia ser o formar parte de aquelo de adquirir conciencia, que como bien se dijo, es una relación dialectica entre ,entre arriba y abajo,o como alguno dice de "afuera" y seria "adentro".
Como aporte, te dire que el mayor soporte ideologico, es el sistema mismo,tanto en la produccion pero más aun en la reproduccion social,
Si tubiera una critica a los intelectuales de izquierda, seria que deberiamos socializar más el conocimiento, es decir somos parte del sistema, de la división del trabajo y desde luego de los conocimientos, en cualquiera de las ciencias solo tenemos conocimientos parciales.Como entonces creer, que esta sociedad pueda a traves de la educación dentro del sistema, nos traera algun grado de conciencia,si no es fuera de ella.
Agradesco el espacio, que espero se aproveche, sin temor a equivocarnos, para continuar tomando conciencia tanto los de "fuera" como los de "dentro".