La preocupación económica es la inflación y por eso, aparece
como central la cuestión de los precios, entre ellos el de la fuerza de
trabajo.
El fenómeno de la inflación se manifiesta como incremento de
los precios, y más allá del INDEC y el viejo o nuevo indicador, la propia
política de gobierno reconoce la existencia del flagelo inflacionario. Se
discute la magnitud del problema, pero ya no se niega su existencia. Otra
discusión es la política económica para frenar o impulsar los precios.
Por ello es que hay acuerdo de precios, por ahora solo en la
zona metropolitana y en grandes centros comerciales. Ahora empieza a extenderse
a cadenas de comercialización de menor magnitud y progresivamente adquirirá
carácter federal, llegando el acuerdo de precios al conjunto del país. En el “mientras
tanto”, quien puede aumentar lo hace.
Es importante que se reconozca el problema, paso inicial y
pre-condición para intentar confrontarlo. Claro que el problema esencial apunta
a reconocer no solo el fenómeno, sino las causas de la inflación. En general se
reconoce la complejidad de la cuestión, pero existen teorías y enfoques que
privilegian ciertos elementos.
Entre otros existen los que apuntan a la política económica,
especialmente la monetaria, y más precisamente la emisión. La respuesta en este
caso apunta a la disminución de la emisión de moneda y con ello a la reducción
del gasto público. En general, esa reducción apunta a gastos sociales y nunca a
aquellos destinos que satisfacen el ingreso de sectores dominantes, por caso el
pago puntual de la deuda pública.
Otros señalan la cuestión estructural de la dominación
monopolista en el sistema capitalista, es decir, señalan a los fijadores de
precios, que no son muchos. Solo pueden establecer precios aquellos que tienen
una situación de dominación en el mercado y utilizan esa posibilidad para
apropiar una parte de la renta socialmente generada a costa del ingreso de una
parte sustancial de la población. La respuesta para intentar contrarrestar esta
situación apunta a medidas de control del poder económico, algunas veces de carácter
imperativo y otras consensuales, como los actuales “acuerdos”.
Ambos diagnósticos pueden ser compartidos, siendo discutibles
las medidas que se asocian a cada diagnóstico. Puede coincidirse en que se
trata de un problema de emisión y que debe reducirse el gasto. La discusión es
en todo caso cual es el gasto que se debe afectar. Si se achica el gasto en
salud o educación, por ejemplo, o si se asume otra política respecto al
privilegio de los acreedores, entre cancelar la deuda pública con inversores
locales o externos o satisfacer derechos sociales consagrados por la Constitución
Nacional. En el otro sentido, el debate apunta a discutir cómo se evita el
accionar de monopolio. En este caso, debe asumirse que el capitalismo hace rato
abandonó una época de libre competencia para abrirle paso a la concentración y
centralización del capital, habilitando la dominación monopolista de la
economía contemporánea, al mismo tiempo que el carácter del Estado, más allá de
contradicciones, remite a una institucionalidad gestada por el propio régimen
del capital.
Vale mencionar que el acuerdo de precios en curso es
voluntario y por lo tanto involucra en el debate al gobierno con grandes
operadores económicos, los que consienten en la coyuntura la política de
“precios cuidados”. Cada cual atenderá su juego, intentando el sector
empresario corregir al alza los acuerdos transitorios en busca de rentabilidad,
esencial lógica capitalista. La respuesta gubernamental amenaza con la
importación y pretende involucrar a nuevos actores económicos, caso de los
productores de alimentos frescos y sus propios instrumentos de
comercialización, caso del Mercado Central de abastecimiento.
Queda claro que el diagnóstico necesita incluir la lógica de
la ganancia, esencia del capitalismo, para poder entender que la fijación de
precios al alza es uno de los mecanismos del capital para lograr su cometido.
Es algo que tiene especificidad nacional, pues no ocurre del mismo modo en
todos los países del mundo. EEUU es un gran emisor y sin embargo no se manifiesta
en una suba descontrolada de los precios, entre otras cuestiones, por su
capacidad de trasladar la inflación al resto del mundo. Existen otros países
con posición hegemónica en el sistema mundial del capitalismo que actúan del
mismo modo.
Por ello, no en todos los países, la respuesta del capital es
la misma. En el caso de la Argentina, las restricciones estructurales
evidenciadas luego del ciclo inicial de la devaluación del 2002, con efecto
hacia el 2006, hizo que se defienda la rentabilidad de la inversión con
aumentos de precios. En esas condiciones, los trabajadores intentan defender
sus ingresos y acuden a las paritarias, un logro de estos años, aunque solo
para un sector minoritario de los trabajadores. De hecho, solo los trabajadores
regularizados del sector privado han podido defenderse de la evolución de los
precios, algo no logrado por los estatales y ni hablar aquellos que están en
situación irregular de empleo, es decir, sin seguridad social. La mayoría de
los trabajadores han perdido contra la inflación, insistamos, más allá de
cualquier indicador del INDEC, el viejo o el nuevo que empezó a contabilizarse
desde el comienzo del 2014.
La realidad augura conflicto a varias puntas, entre fijadores
de precios y sociedad; entre los actores económicos y el gobierno, para ver
quién puede disciplinar a quien; y claro, entre la mayoría de la población que
vive de ingresos fijos, entre ellos los trabajadores en defensa de los salarios,
a quienes pretenden disciplinar los patrones y el Estado. Este conflicto tiene
a los trabajadores como sujeto esencial y por eso está en la agenda de
discusión en las organizaciones de trabajadores, las que preparan las formas de
intervención para obtener logros en la disputa por el ingreso nacional,
destacándose pese a la fragmentación sindical la unidad de acción insospechada
hasta hace muy poco tiempo. Es un juego de intereses económicos que se dirime
en la política, en las iniciativas políticas para defender ingresos, es decir,
ganancias los propietarios y salarios los trabajadores. El Estado juega para el
capital, sí, es verdad, pero es también ámbito de disputa si se pretende
construir otra institucionalidad para la transformación social, anticapitalista.
Buenos
Aires, 11 de enero de 2014
Creo ver una falla estructural en la carrera entre precios y salarios. Se trata de que los acuerdos en paritarias son llevados a término por empresarios y jerarcas sindicales. Estos últimos excepcionalmente responden a sus bases y sus propios intereses no son los de sus representados. No sería difícil fijar salarios en otro valor de cambio que no sea el peso. Daría lo mismo que fuera el kilo de novillo en el mercado de hacienda, el litro de nafta súper o el kilovatio-hora. De ese modo se desalentaría los aumentos de precios evitándose así la pérdida del poder adquisitivo. Quizá ocurra algo así cuando los trabajadores tengan representación genuina.
ResponderEliminarMe complase Julio,de contradecir el poco "uso" de explicar sencillamente los pobremas, sin intermediarios militantes y aficionados economistas,que serian los "mediadores" con las bases,del cual podria formar parte,que creo es tu esfuerzo a realizar,el problema es que las minimas "categorias" que cualquier trabajador tenia para descifrarlas, casi estan perdidas,
y probablemente es el factor que nos confunde buscando el sujeto de cambio,que continua siendo el mismo
en su escencia pero al cambiar el "Uso" cambia la apariencia y su "conciencia" que nunca fue "congenita", sino adquirida, y no solo la conciencia para Si, sino en Si.
saludos cordiales.
Gracias por los comentarios!
ResponderEliminarEn un caso nada cambia la referencia al valor, pues en definitiva hablamos de dinero, en sentido estricto. El fondo es ir contra el capitalismo e intentar una nueva sociedad, el socialismo, aprovechando experiencias anteriores.
En el otro hay que profundizar tareas de formación entre los trabajadores, asunto que despliego desde la FISYP y la CTA.
Saludos!
Gracias por los comentarios!
ResponderEliminarEn un caso nada cambia la referencia al valor, pues en definitiva hablamos de dinero, en sentido estricto. El fondo es ir contra el capitalismo e intentar una nueva sociedad, el socialismo, aprovechando experiencias anteriores.
En el otro hay que profundizar tareas de formación entre los trabajadores, asunto que despliego desde la FISYP y la CTA.
Saludos!