Son 800.000 trabajadores estatales que sufren el chantaje del
debate político del bipartidismo gobernante en EEUU. El shutdown se traduce
como “no hay recursos públicos para atender ese gasto”. Es una negociación a
saldar en las próximas semanas y si no se resuelve, el ajuste se traslada al
empleo público, con serio impacto en el consumo popular y reflejo en la
continuidad de la situación de crisis económica. La medida supone unos 10.000
millones de dólares semanales en ingresos salariales, casi 40.000 millones al
mes, y que curioso, la Reserva Federal, al mismo tiempo emite mensualmente más
del doble, unos 85.000 millones de dólares para sostener la política de
salvataje al propio Estado capitalista estadounidense, a los bancos y empresas
en problemas. Es evidente que la crisis mundial impacta seriamente en EEUU y
afecta especialmente a sectores vulnerables, entre ellos a los trabajadores
estatales y sus familias. El fondo de la cuestión es un déficit fiscal que
asciende a los 1,5 billones de dólares desde hace unos 4 años y sin horizonte
de disminuir. A eso debe sumarse un estructural déficit comercial de casi 550
millones de dólares anuales. Entre ambos guarismos definen la deuda pública más
elevada del mundo, un 100% del PBI de EEUU y que requiere acuerdo parlamentario
para seguir creciendo. La crisis en EEUU se sostiene con financiamiento de todo
el mundo, para sufragar un gasto que incluye esencialmente el financiamiento
del gasto militar. Un gasto que imponen las bases militares desplegadas en todo
el planeta, junto a las aventuras bélicas, actos de espionaje o invasiones a
que nos tiene acostumbrada la impunidad del poder estadounidense. El
interrogante es la capacidad de aguante del pueblo de EEUU ante la agresión del
sistema político. En el mismo sentido tenemos que interrogarnos sobre el límite
que debe imponerle la sociedad popular mundial al orden capitalista, a su
potencia hegemónica y a las complicidades globales que aseguran la impunidad de
EEUU, sea en la ONU, en el G20, o en cualquiera de los ámbitos de articulación
de un poder global que transfiere la crisis sobre los más pobres.
Buenos
Aires, 1 de octubre de 2013
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