La principal decisión asumida en Los Cabos, México
por el cónclave de los presidentes del G20 es la capitalización del FMI por 456.000
millones de dólares.
Como parte de ese monto, la zona del euro le
aportará al organismo 200.000 millones, de los cuales, los españoles se
comprometieron con 18.800 millones. Es sabido que Europa y el euro estuvieron
en el centro de los debates, por la crisis y el ajuste que ella supone. Así y
todo, los gobernantes de la eurozona transferirán nada menos que 200 mil
millones de dólares al FMI…, para prestarle a los “países en problemas”. Suena
increíble pero es verdad.
La crisis se manifiesta en crecimiento del
desempleo, la marginación, el empobrecimiento, y dificultades de la población
de menores ingresos; y la solución es acrecentar la capacidad de préstamos del
FMI. Si hay un organismo responsable de la crisis en curso es precisamente el
FMI.
Sorprende que países como Brasil e India, con
inmensos bolsones de pobreza y atraso, cada uno aportará 10.000 millones de la
moneda estadounidense al Fondo; igual que Rusia con una cifra similar. China,
otro que concentra inmensa población empobrecida contribuirá con 43.000
millones; y Sudáfrica con 2.000 millones. Imaginemos esos fondos aplicados a
políticas alternativas en beneficio de los más necesitados entre los pueblos de
esos mismos países.
Todos ellos son los países BRICS (Brasil, Rusia,
India, China y Sudáfrica), los “emergentes” que están de moda; los que se
supone disputan la hegemonía mundial desde su lugar ascendente en la economía;
que obviamente incluye el financiamiento de la crisis.
Alguna vez mencionamos que la categoría “emergente”
supone una calificación funcional a las necesidades de inversión del capital
global. Se es emergente ante la vista del inversor que busca niveles adecuados
de rentabilidad. En la crisis “emergen” ciertos países, donde conviene
invertir.
Son emergentes para los inversores. No es una
calificación que destaca virtudes sobre las condiciones de vida de la
población, sino que apuntan a virtudes requeridas por los capitales en búsqueda
de ganancias, precisamente en momentos de crisis, donde el eje es la dificultad
para valorizar a los capitales.
Otros emergentes también aportan, tal el caso de
Corea del Sur, que aportará 15.000 millones de dólares; México lo hará con
10.000 millones; Turquía con 5.000 millones; y Colombia con 1.500 millones.
Por su parte, Japón se anotó con 60.000 millones,
y EEUU se abstuvo de aportar en la ocasión, en un claro acto de transferencia
de los costos de la crisis mundial al resto del mundo.
El G20 recapitaliza al FMI, tal como ya hizo en
ocasiones anteriores, ahora con 456.000 millones de dólares. ¿Para qué? Para
prestarle a los países endeudados (“países con problemas”), para que puedan
cancelar sus deudas con los bancos y aportar al salvataje del sistema bancario
en crisis.
La voz de los “20”, más allá de altisonantes
declaraciones a favor del “crecimiento y del empleo”, volvieron a salvar a los
bancos en problemas, y lo hicieron con recursos públicos.
El Estado salió nuevamente a resolver los
problemas del capitalismo en crisis. ¿No era que había que evitar la
participación del Estado en la Economía? ¿Dónde quedó el credo liberal, o
neoliberal? ¿Son todos keynesianos? Keynes era un neoclásico, que pensó en la
renovación del pensamiento hegemónico ante la crisis para salvar al capitalismo
en la década del 30 del Siglo XX; que ahora se manifiesta como un modo de pensar
“pragmático” en la coyuntura de la recidiva crisis del capitalismo.
Todas
las fichas al crecimiento
Lo que hay que salvar es el funcionamiento del
capitalismo, y por eso las llamadas a la salida de la recesión o desaceleración
económica. El G20 se pronuncia por aplicar “políticas de crecimiento”, como si
cualquier crecimiento fuera bueno en sí mismo.
Es algo a interrogar a los ambientalistas reunidos
en Río de Janeiro a propósito de la contaminación de la “cidade maravilhosa”,
con la Bahía de Guanabara “poluída” (altamente contaminada), situación similar
a lo que ocurre en las grandes ciudades de nuestramérica (de la crónica de
María Elena Saludas, participante de la cumbre popular en Río+20).
Vale la crónica ya que una de las propuestas del
G20 se concentra en la inversión para infraestructura, que suena muy bien a los
oídos “keynesianos, desarrollistas, o neo desarrollistas”, que asocian “inversión”
con “crecimiento” y “bienestar”.
Así se justifica la inversión en infraestructura
para saquear las riquezas naturales de nuestramérica, para lo que vale recordar
la vieja “conquista”, y por qué no, la nueva aventura por la mega minería a cielo
abierto, o la sojización de los países del Mercosur, proceso que entre otras
cuestiones, desestabiliza al presidente paraguayo, tal como denuncia Idilio
Méndez en su artículo: “Monsanto golpea en Paraguay: Los muertos de Curuguaty y
el juicio político a Lugo”.
Es Monsanto la misma empresa que enorgulleció a la
presidente de la Argentina en la reciente reunión en Nueva York con los empresarios
estadounidenses, donde se conocieron las inversiones de la transnacional por 150
millones de dólares en las provincias de Córdoba y Tucumán.
¿Estamos contra el crecimiento y las inversiones?
No. El problema es que no se trata de cualquier crecimiento, ni de cualquier
inversión. Si la inversión capitalista se define por la obtención de ganancia
del inversor, resulta conveniente discutir bajo qué circunstancias se define la
inversión capitalista, especialmente cuando se alude al capital global.
El G20 apunta a la búsqueda de nuevas fuentes de
rentabilidad del capital, y no necesariamente a satisfacer necesidades de la
población.
En los medios de comunicación y en la sociedad se
instaló un debate donde los “buenos” son los que recomiendan políticas de
crecimiento, entre los que estaría EEUU (Obama necesita un repunte económico
para ganar un segundo periodo en las próximas elecciones de renovación
presidencial en noviembre) y los países emergentes (recordar el significado de
emergente); y los “malos” los que sostienen políticas de austeridad y ajuste,
especialmente Europa, y más precisamente Alemania.
Entre los primeros están los críticos de las
políticas neoliberales, aunque no tengan reparos a la hora de otorgarle 456.000
millones de dólares al FMI para facilitar créditos condicionados a los países
en problemas. Son condicionamientos que incluyen la campaña electoral, como en
Grecia, donde el FMI chantajeó para que la Izquierda Radical no triunfara en
las elecciones recientes, claro que fue una gestión en la que estuvo acompañado
por el Banco Central Europeo y las autoridades de la Eurozona.
No hay buenos y malos en la consideración de la
crisis; solo matices sobre como “resolver la crisis capitalista”, y por eso el “crecimiento”,
para restablecer el consumo, sí, pero especialmente la valorización, esencia
del desarrollo de la sociedad capitalista. Es necesario que aparezca una voz
diferenciada, con críticas al capitalismo en crisis, y que proponga superar, no
solo la crisis, sino el capitalismo.
Restaurar
la confianza
Junto al crecimiento buscado, se puede leer en las
Declaraciones finales del G20 que superar la recesión y desaceleración, restablecerá
la “confianza”.
Es bueno interrogarse ¿confianza en que qué, para
qué, en quiénes?
Entre las medidas sustentadas en la Declaración
del G20 se puede leer el estímulo a la búsqueda de acuerdos para una unión
bancaria en Europa, para “examinar medidas concretas en vista a una
arquitectura financiera más integrada, que incluya la supervisión, la reestructuración
y la recapitalización bancarias, así como el aseguramiento de los depósitos”,
todo a junto a promover “empleo de calidad”. Confianza en el sistema bancario.
El discurso de la regulación bancaria y la
arquitectura financiera está dicho luego del salvataje de la banca española por
100.000 millones de euros; de la estafa de banqueros y ejecutivos de cuantiosos
ingresos pese a la crisis, al desempleo y a la miseria. Claro, todo para
salvaguardar el sistema, los depósitos y los “empleos de calidad”.
Resulta poco creíble pensar en las resoluciones
del G20 como “medidas necesarias para reforzar el crecimiento mundial y
restaurar la confianza”, como si en ello fuera el buen vivir de la población
vulnerable. ¿Cuántos recursos públicos han sido ya canalizados al salvataje de
bancos y empresas quebradas?
Parte de la búsqueda de la confianza se concentra
en el llamado a una “tregua” en las acciones proteccionistas sobre el comercio
mundial, por lo menos hasta el 2014. Es el eufemismo para instalar el discurso
hegemónico del capital transnacional por la liberalización de la economía
mundial.
Es el programa de la OMC, de los Organismos
financieros internacionales, y el legado principal de lo que se llamó el Consenso
de Washington: la promoción del libre comercio, del libre cambio, de la
apertura de los mercados para la penetración de los capitales más concentrados.
Cada G20 termina siempre con evocación al programa
de máxima: la liberalización de la economía mundial, base de sustentación del
programa de salida de la crisis de los 70´, y que en la región americana se
manifestara a través del ALCA, y luego en los tratados regionales o bilaterales
por el libre comercio. No en vano una de las noticias que presentó Obama a los
anfitriones, fue la invitación a México para ser parte del Acuerdo de
Asociación Transpacífica, una negociación comercial plurilateral que involucra
además del país azteca, a Nueva Zelanda, Australia, Brunei, Malasia, Singapur,
Viet Nam, Chile, Perú y EEUU.
Este es un proyecto que involucra a 500 millones
de habitantes; un 26% del PBI mundial; un 15% de las exportaciones mundiales y
un 18% de las importaciones globales. Es un acuerdo que EEUU utiliza para su
proyección sobre el Pacífico en competencia con China.
La confianza buscada es para relanzar el proyecto
capitalista y superar la crisis. En el próximo tramo brasileño de los debates, “Río+20”,
se incorporarán los mensajes de un “capitalismo verde”, con “empleos verdes”.
Es un mensaje que busca consenso social ante la conciencia ecologista vigente.
Pero ese proyecto verde, de ensoñación de los ideólogos del capitalismo
contemporáneo, se asocia a la explotación depredadora de los recursos
naturales.
¡Ojo con la confianza a restaurar! La confianza
puede hacernos cambiar nuestras riquezas naturales por espejitos de color,
verde, por supuesto.
La
propuesta es por otro modelo productivo y de desarrollo
En variados debates me señalan mi pesimismo en las
“soluciones” que se ensayan, incluso en “gobiernos progresistas” (que no dejan
de ser capitalistas).
Son los mismos que me endilgan mi optimismo por la
creciente “indignación” de un movimiento social que no tiene claridad sobre el
rumbo a seguir, y solo se afirma en el NO a la realidad que les toca vivir, la
del ajuste y la austeridad (Grecia, Italia, Europa en general, ahora, y de Nuestramérica
en las últimas dos décadas del Siglo XX).
No es menor afirmarse en el NO. A veces es un
grito de dignidad, aunque no se conozcan los SI, y que sin embargo se abren
paso entre nuevos desafíos que instala el constitucionalismo renovado en
Bolivia, Ecuador, o Venezuela; la propia renovación socialista en Cuba, e
incluso las búsquedas de expresiones organizadas del movimiento popular por un
movimiento de constituyentes sociales, que emergen en Argentina, Chile,
Colombia, entre otras experiencias de organización popular en la construcción
de un proyecto emancipador. En ese camino se inscribe la lucha por la soberanía
alimentaria, energética, financiera, ambiental.
Los NO son el modelo productivo y de desarrollo
capitalista contemporáneo, sustentado a la superexplotación de la fuerza de trabajo
y la depredación de los recursos naturales. Los SI apuntan a nuevas formas de relación
económica, social, política y cultural para reproducir la vida cotidiana en
armonía con el conjunto social y los bienes comunes.
En definitiva, ni pesimismo, ni optimismo, sino reivindicación
del NO y emergencia y difusión de nuevos SI. ¿Resulta simple? Claro que no. Es
parte de la búsqueda por una nueva sociedad. El fantasma de los indignados
recorre el planeta, y no se trata de “jóvenes interconectados” mediante nuevas
tecnologías de comunicación y redes sociales, sino de trabajadores sin empleo,
flexibilizados, precarizados, súper explotados, mayoritariamente jóvenes que
rechazan el presente sin futuro y reescriben su propia historia emancipadora,
liberadora.
Si el ciclo inaugurado por el Manifiesto hizo
evidente el surgimiento de la práctica y teoría revolucionaria que inspiró
históricas luchas de clases entre 1848 y la ruptura de la bipolaridad; el
presente es un momento de imaginación creativa en la emergencia de renovadas
perspectivas para la teoría y práctica de la revolución.
Buenos
Aires, 20 de junio de 2012
Julio, muy interesantes y pertinentes reflexiones! Otro de los puntos de la Declaración incluyó (nuevamente) apoyo al GAFI: "49. Apoyamos la renovación del mandato del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), con lo cual mantenemos los esfuerzos globales para combatir el lavado de dinero, el financiamiento del terrorismo y la proliferación de las armas de destrucción masiva. Los miembros del G20 dan también la bienvenida a la adopción de las recomendaciones revisadas del GAFI y a su instrumentación", que en Argentina se expresó en la sanción de la Ley Antiterrorista.
ResponderEliminarSaludos!