Existen nuevas demandas por acelerar el ritmo de la devaluación de la moneda local. El argumento de quienes sustentan el pedido es el retraso de la evolución de la moneda local respecto de la divisa, especialmente el dólar. Es un argumento sustentado por sectores hegemónicos de la producción, que destinan su producto al mercado mundial, en una coyuntura de elevados precios internacionales.
Los sectores productores y exportadores presionan por mejorar el tipo de cambio. No están satisfechos con las correcciones que llevaron el tipo de cambio de $3,70 hace un año a $3,89, muy lejos de la evolución de los precios internos, incluso si se considera la inflación denunciada por el INDEC. Mucho más si se consideran otros guarismos que duplican o triplican los registros oficiales.
Mantener las importantes ganancias obtenidas desde la devaluación de comienzos del 2002 los llevan a reclamar una tendencia creciente de la cotización de la divisa de referencia, es decir, un mayor nivel de devaluación.
Desde el inicio de la posconvertibilidad reclamaban un precio mayor para el dólar, que en los primeros seis meses alcanzó la barrera de los $4 para luego retroceder por debajo de $3, estabilizándose por un largo periodo en ese nivel.
La combinación de las mejores condiciones para exportar producción local y el crecimiento internacional de los principales productos de exportación significó la instalación de los tributos sobre el comercio internacional: las retenciones.
Son estos sectores económicos, los ganadores de la devaluación del 2002, los que también promueven la disminución de las retenciones (si pudieran reclamarían la eliminación total) con el objeto de apropiarse plenamente del precio internacional de los bienes comerciados. Compartir el mayor precio internacional con el Estado es sentido como una indebida intervención estatal. En definitiva, pretenden mejor cotización y menor incidencia impositiva sobre sus ingresos.
Convengamos que el Estado actúa con dos fines. La situación fiscal acrecida con la recaudación y evitar la traslación de los precios internacionales al mercado interno.
Debemos destacar que al mismo tiempo que se reconocen beneficiarios, existen perjudicados por la política devaluacionista del tipo de cambio. En forma directa, aquellos que viven de un ingreso fijo por la venta de su fuerza de trabajo, del mismo modo que el conjunto de empresarios y productores que orientan su actividad económica a satisfacer las necesidades de ese sector. Pero de todos ellos, y por la experiencia de los últimos años, los trabajadores pasivos, los informales y los estatales son quienes aparecen con rezago en la actualización de sus haberes.
En términos generales, la devaluación genera condiciones favorables para incrementar la producción local y su venta en el mercado mundial, sin que ello suponga una mejora en la distribución del ingreso de la población.
La política cambiaria tiene una historia en el mediano plazo, funcional a la reproducción de la dinámica capitalista de acumulación y dominación. Con la convertibilidad (1991-2001) se favorecieron las importaciones y el ingreso de capitales, acumulando deuda con el exterior. La fuga de capitales fue la señal para la modificación de una política (2002) que reorientó beneficiarios entre sectores hegemónicos del capital, potenciando el deterioro de la calidad de vida de parte importante de la sociedad, especialmente los trabajadores.
Como en política económica siempre se trata de beneficios y perjuicios, la discusión por nuevas rondas devaluatorias de la moneda nacional debe pensarse con relación a la distribución del ingreso y la riqueza.
Hola, muy interesante el articulo, saludos desde Chile!
ResponderEliminarHola, muy interesante el articulo, felicitaciones desde Chile!
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