Con la cesación de pagos del consorcio inmobiliario financiero de Dubai se habilita otro capítulo de la crisis integral del sistema capitalista mundial. En este marco, otra transnacional en problema da cuenta de los responsables de la crisis y sus apoyaturas globales y locales. En 2008 fue Lehman Brothers, el Banco Transnacional de origen en EEUU, y ahora el consorcio transnacional de la ciudad Estado de los Emiratos Árabes Unidos. El sujeto principal de la crisis y del sistema capitalista es el capital transnacional, que renueva en estas condiciones su estrategia de liberalización, que se materializa en el saqueo, la explotación y la violencia, para lo cual acude al soporte del Estado capitalista. Si alguien lo duda basta con observar el destino del salvataje global o los múltiples subsidios nacionales en todo el mundo a empresas con problemas para su valorización.
Es evidente la indispensable colaboración de los Estados nacionales con el objetivo de consolidar la valorización financiera o la producción concentrada, la dominación y, por tanto, la continuidad del modo de producción capitalista en esta época de transnacionalización. En ese marco se entiende el “salvataje” instrumentado por los Estados como una clara señal en pos del mantenimiento del orden mundial vigente. Es el “Estado” al servicio del “mercado”, demostrando la hegemonía de la esencia de clase del accionar político estatal. Tal connivencia entre el capital y el “Estado”, intenta encubrir las fatales consecuencias sociales, políticas e ideológicas que genera la actual crisis de la economía mundial. En ese sentido, interesa abordar aquí el cuestionamiento a los presupuestos ideológicos neoliberales sobre los que se asentó el discurso contra el gasto público social, la empresa estatal y a favor de la iniciativa privada, la apertura comercial, económica y financiera como programa aplicado prácticamente en todo el mundo. Cabe resaltar que la predica neoliberal no sólo tenia asidero entre los núcleos de saber especializado, sino que se constituyó en un saber del sentido común, influencia mediante de los medios de comunicación en el establecimiento de este discurso.
Reaparece la Tax Tobin
Por estos días y luego de más de tres décadas del más acérrimo neoliberalismo, desde Gran Bretaña, uno de los países europeos centrales, se propone estipular un impuesto (tax en inglés) al flujo financiero de capitales (Tax Tobin).
Al menos así lo expresó Gordon Brown, el gobernante laborista británico, quien el 8 de noviembre y nada menos que en el marco de la apertura de la reunión ministerial del G-20 en la ciudad escocesa de Saint Andrews, sorprendió a su país y al mundo al declarar que es necesario un nuevo “contrato social” con el sector financiero y que “no es aceptable que los beneficios del éxito los cosechen unos pocos y los costos del fracaso los paguemos todos”. En el mismo sentido y apoyándose en esa propuesta, el premio Nobel de Economía del 2008, sostiene que es tiempo de “reflotar la tasa Tobin”. Al mismo tiempo que apoya en su nota a las autoridades británicas, critica la negativa estadounidense y demanda que “ha llegado la hora de un impuesto a las transacciones financieras”.
¿Pero que significa que desde el núcleo mismo del poder capitalista se realice un planteo semejante? Para contestar esa pregunta es necesario remontarse a la historia. La Tax Tobin es un impuesto sobre las transacciones de divisas, que surge a comienzos de los años 70, inicio de la eclosión especulativa que derivara en la burbuja explotada en nuestros días. El impuesto toma su nombre del Premio Nobel de economía, el estadounidense James Tobin, que la propuso en 1972 para frenar la ola especulativa asociada a la compra venta de divisas. Intentaba, con su propuesta, gravar mínimamente las operaciones con divisas, colocar un grano de arena en el engranaje de la especulación emergente. A su modo proponía rescatar al capitalismo del peligro de la especulación, sin comprender la lógica de la concentración y centralización que llevaba el rumbo de la liberalización de la economía mundial.
La opinión de Tobin no fue considerada oportunamente y la realidad del desarrollo capitalista transcurrió sin obstáculos por el camino de la liberalización, la desregulación, la apertura de las economías y el libre movimiento de capitales internacionales, potenciados por la revolución tecnológica. Y la propuesta de James Tobin, por supuesto, fue desechada. Sin embargo, por el año 1998 el movimiento popular rescata y resignifica la Tasa Tobin. Surge la Asociación por una Tasa Tobin de Ayuda al Ciudadano, ATTAC, que se articula como una red en más de 40 países del mundo, entre los cuales figura Argentina. Estaba claro que ahora no se trataba de salvar al régimen del capital, sino de promover un instrumento de recaudación global para afrontar los problemas de la creciente pobreza e indigencia en el mundo. Se pensaba a la propuesta como un punto de partida a sustentar con otras medidas que suponían una confrontación con el pensamiento hegemónico de los noventa. Era una proposición para constituir sujetos contradictores en un clima de avasallante hegemonía de la ola neoliberal.
Pero retomemos nuestra reflexión sobre el ámbito desde donde ahora se propuso la Tax Tobin. Ante la incapacidad del G8 para ordenar el sistema en crisis, se le otorgó carácter de cumbre presidencial al G20. Este agrupamiento de países tiene antecedentes en las crisis de la década del ’90. Emerge con el fin de suplir los problemas que dejan las políticas de liberalización financiera a lo largo del mundo, las cuales eran “recetas” de los organismos multilaterales de crédito y el poder económico mundial. Inicialmente se trataba de una reunión ministerial convocada una o dos veces por año; pero cambió de calidad cuando estalló la actual crisis en EEUU en el 2007-8. La principal conclusión de la última reunión del G20 realizada en Pittsburg (septiembre 09), es la coincidencia de los gobiernos de los países miembro en la rehabilitación del sistema financiero y junto con ello, la persistente confianza en la autorregulación de los mercados, base de la ideología neoliberal.
De hecho, la respuesta en contra del planteo de G. Brown no se hizo esperar. Así, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner, rechazó la propuesta de inmediato, alegando que “un impuesto cotidiano a las transacciones financieras es algo que no estamos dispuestos a aceptar”. Al tiempo que el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, expresó a la prensa que “la tasa Tobin es una vieja idea que hoy es impracticable”.
Sendas declaraciones dan cuenta de la tensión existente referida a quién y cómo se pagan los costos de la crisis vigente. En el marco de esta puja se abre el espacio para debatir iniciativas alternativas al pensamiento neoliberal hegemónico, incluso más allá de la Tax Tobin.
Es que Brown y Krugman por un lado sostienen el carácter benévolo para el capitalismo en crisis al colocar “un grano de arena” a la especulación financiera, ampliamente rechazada por la autoridad del Fondo y el gobierno de EEUU. Ambos oponentes razonan desde una lógica de salvataje del capitalismo. Para nosotros, la cuestión es si se puede ir más allá del capitalismo en crisis, partiendo de la utilización de esos potenciales recursos a obtener por una Tax Tobin, para resolver necesidades sociales insatisfechas.
El mencionado contrapunto evidencia también, el empeño por proteger la libre circulación de los capitales. Es que el G20 decidió rescatar al capitalismo de la crisis mundial con un fortalecimiento del FMI, para lo cual le triplicó la capacidad de préstamos y favoreció una ampliación en su capacidad de emisión de Derechos Especiales de Giro, DEG. En ese sentido, entre los habituales argumentos en contra de la restricción especulativa, se aduce que un impuesto con tal objetivo, interferiría el flujo de las inversiones externas directas. Falacias. Porque la aplicación de la tasa Tobin apunta a regir la compra y venta de divisas y el movimiento especulativo de fondos, mientras que las inversiones suponen colocaciones de riesgo en el mediano y largo plazo, con impacto en la economía real.
Cabe recordar que, a su modo, Brasil decidió aplicar un impuesto al ingreso de capitales destinado a la compra de activos financieros. Es un antecedente en la región que valida la factibilidad de la aplicación del impuesto tipo Tobin. Aún antes, Chile fue ejemplo mencionado en la restricción al ingreso de capitales de corto plazo. En rigor, en Argentina también se establecieron límites temporales para el ingreso de recursos externos. Agreguemos que un acuerdo global o regional le otorgaría un mayor poder de aplicabilidad a la propuesta tributaria. De hecho, el debate ya se dio en el seno de la Unión Europea, en el mes de septiembre del 2001, más no logró la cantidad necesaria de votos para su ejecución.
¿De qué montos hablamos? ¿Quién debe administrarlos?
A modo estimativo, y a fin de otorgar una dimensión certera de la cantidad de dinero que implicaría un impuesto de este estilo, se puede decir que, tomando en cuenta el volumen de los movimientos financieros que circulan diaria y libremente por el mundo en busca de ganancias, se estima que, tasa Tobin mediante, entre 100.000 y 300.000 millones de dólares anuales, según sea la alícuota aplicada. Son valores que superan la suma anual necesaria para erradicar la pobreza extrema en el mundo. Por ello, la Asociación por una Tasa a las Transacciones financieras y Ayuda a los Ciudadanos en Argentina (Attac–Argentina), enmarcada en el Movimiento por la Soberanía e Integración de los Pueblos (MoSIP), sostiene:
- el control estricto de capitales es esencial para poner fin a la inestabilidad y a la especulación financiera;
- un impuesto como la “Tasa Tobin” debe aplicarse a todas las transacciones financieras a un tipo impositivo suficiente (el propio Tobin sugirió del 0,5 al 1%), previendo la posibilidad de aumentarlo fuertemente para cortar de raíz cualquier movimiento especulativo naciente;
- este impuesto sería más eficaz si se aplicara a escala mundial, pero desde ahora mismo sería perfectamente operativo en el ámbito de algunos procesos de integración económica como el MERCOSUR, la Unión Europea;
- este impuesto debe ser parte de un conjunto de medidas coherentes para reducir la influencia del poder de las finanzas: supresión de los paraísos fiscales, limitación de ingresos financieros, eliminación de las primas (bonus);
- la administración de los recursos que se generen a través de la aplicación de la Tasa Tobin deberá ser efectuada por instituciones internacionales cuyo funcionamiento no esté regido por la lógica neoliberal.”
En este último punto, deja claro que tanto los organismos multilaterales de crédito como las instituciones financieras internacionales hegemónicas vigentes, no debe estar a cargo de la implementación de esta política, dado que su lógica capitalista asegura una asignación regresiva de los valores recaudados. Con las sucesivas crisis económico-financieras y sociales, queda en claro que la lógica neoliberal no sólo no soluciona la grave polarización social existente, sino que la exacerba. En síntesis, no existe el tan mentado “derrame”. Por lo tanto, desde el mismo Attac-Argentina se propone que sea un organismo como el Foro Social Mundial el encargado de aplicar, recaudar y ejecutar las partidas provenientes de este impuesto a la especulación financiera.
La crisis del sistema capitalista mundial es una oportunidad para que los pueblos consoliden el camino hacia un cambio profundo de la sociedad. En ese sentido se inscriben procesos de cambio político nacional que incluyeron reformas constitucionales y que avalan procesos de integración alternativa como el ALBA-TCP (Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos), y la puesta en marcha de instrumentos financieros como el Banco del Alba y del Sistema Único de Compensación Regional (SUCRE) aprobada para sustituir el dólar en el intercambio comercial entre los países miembros del ALBA. Es un camino que puede potenciarse con el demorado Banco del Sur o la incipiente operatoria de compensación en monedas locales en el comercio entre Brasil y Argentina, aún cuando terminan cancelando saldos en dólares.
La crisis continua y las propuestas apuntan al sostenimiento y relanzamiento del régimen del capital; o a encontrar caminos que supongan resolver necesidades inmediatas de los más necesitados y en ese camino disputar un rumbo más allá del régimen del capital. Ante la multiplicidad de regresivos efectos sociales provocados por la crisis, no resulta ni plausible ni efectiva una solución focalizada. Es preciso un cambio rotundo, integral, que tenga como eje la transformación del modo de producción capitalista.
28 de noviembre de 2009
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