El comentarista del New York Times tituló: “OK, al final somos una república bananera”. Lo dice Paul Krugman y remite al fracaso legislativo del paquete antitóxico por 700.000 millones de dólares sugeridos por el trío Bush, Paulson y Bernanke. En su razonamiento, el columnista duda de los efectos del salvataje y también del rechazo, augurando un futuro incierto y recesivo para el devenir económico en EEUU. La gravedad del tema es que se pasó de una crisis financiera a una crisis económica y política con impacto en el sistema mundial. Siendo que, cada una de estas tres dimensiones modifican el tablero de los equilibrios globales. En su análisis en el matutino estadounidense indica que el “lider” del mundo está perdiendo su capacidad de director de orquesta. Más complejo resulta reconocer que no existe sustituto entre bambalinas.
Ante el fracaso el gobierno de Bush vuelve a la carga sobre el Congreso de EEUU y demanda urgente aprobación para frenar la continuidad de la mayor debacle de instituciones financieras por más de medio siglo. Se habilita entonces la esperanza de una rápida aprobación y las bolsas de valores retoman un ciclo de alzas ante la mínima ilusión de fumata. Cualquier obstáculo que se interponga a la demanda presidencial presionará nuevamente a la baja de bolsas y valores, al colapso y al pánico. El chantaje está a la vista y en marcha, con un mensaje que solo deja lugar para un tipo de accionar, el administrado por los mismos que alimentaron el desenfreno especulativo. El Estado interviene para salvaguardar intereses económicos a costa del conjunto de la sociedad.
Ese es un escenario posible, que desemboca en un nuevo ciclo de concentración de entidades financieras y de seguros para consolidar la hegemonía neoliberal en el sistema mundial y el liderazgo de Washington. ¿Se puede pensar en otro camino? Sí, bajo la condición de habilitar una discusión sobre el orden económico construido bajo la consigna de la liberalización, sus causas, efectos y los destinos alternativos sobre los recursos disponibles. En la ONU, existe un acuerdo por el cual la “Ayuda Oficial al Desarrollo” requiere de 70.000 millones de dólares anuales para atender las necesidades insatisfechas de 1.000 millones de personas en situación de pobreza en todo el planeta. Apenas un 10% del paquete antitóxico que discuten los legisladores estadounidenses.
La discusión siempre pasa por los problemas que se pretenden resolver, los destinatarios finales de las políticas que se apliquen y sobre quién recae la responsabilidad del orden social. ¿Quién decide las opciones para pensar los escenarios pos crisis, y más aún, a favor de quién?
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