Milei potencia los objetivos de la genocida dictadura
El gobierno Milei avanza desde los objetivos de reestructuración del capitalismo local que definió la dictadura genocida en 1976. No es lo mismo, sino más, una potencia, que se apoya en los propósitos explicitados por Martínez de Hoz en el programa del 2 de abril de 1976, por “modernizar” a la Argentina, lo que suponía acciones orientadas en varios sentidos.
Por un lado, a una reaccionaria reforma laboral, contra derechos sociales, sindicales, colectivos e individuales, un proceso recurrente en este recorrido de casi medio siglo, con los matices o frenos impuestos por la lucha popular y acciones de gobiernos condicionados por la organización y lucha popular en estos años. Insistimos en la tendencia afirmada por décadas en la confirmación de los datos de pobreza e indigencia, de creciente irregularidad en el empleo e inseguridad social con deteriorados ingresos populares (salarios, jubilaciones, planes).
También expresado en sucesivas reformas del Estado y a favor del capital privado concentrado y transnacionalizado, que tuvo su aceleración con las privatizaciones de los 90, convalidadas por la reforma constitucional del “Pacto de Olivos” y, por ende, el beneplácito del poder integral, económico, político y cultural para nuevas funcionalidades del Estado capitalista. Un nuevo modelo productivo y de desarrollo construido desde 1975/76 desarmaba el entramado de la industrialización subordinada desplegada en el siglo previo. La industria que se desplegó desde el último cuarto del siglo XIX y que se potenció con las diferentes etapas de la sustitución de importaciones en el Siglo XX, sucumbía ante una nueva estrategia de inserción dependiente condicionada por un nuevo ciclo de endeudamiento promovido desde el Estado.
El complemento de esas acciones de reforma estructural suponía un nuevo alineamiento internacional, en contra de cualquier acercamiento a la dinámica de articulación con el “tercer mundo” y menos con el segundo, desaparecidos ambos en los reagrupamientos globales acaecidos desde los 90 y el fin de la bipolaridad. El remate contemporáneo es el alineamiento con la política exterior de EEUU, gobierne quien gobierne, y con el Estado de Israel. Se trata de una lógica a contramano de las tendencias globales acrecentadas en estos últimos años por la emergencia en el reagrupamiento mundial de China y sus aliados, todos sancionados por EEUU y sus asociados en política exterior.
Son cambios en las relaciones sociales de producción que modifican la relación entre el capital y el trabajo, modifican la función estatal a favor del capital privado más concentrado y reestructuran las relaciones internacionales del país potenciando la dependencia de la lógica de acumulación de los capitales globales.
Continuidad y reagrupamiento del poder
Por todo esto, el gobierno Milei es continuidad con los propósitos del 76, pero tiene su especificidad, entre ellas, que no sustenta un perfil “nacionalista”. Entre los motivos por los cuales la dictadura no avanzó en sus planes privatizadores, el ministro emblemático de aquel gobierno, Martínez de Hoz, señalaba como balance de gestión, que el “nacionalismo militar” impidió avanzar con privatizaciones estratégicas en donde las FFAA tenían posiciones históricas, desde el petróleo a las fábricas militares. Para la represión, la tortura o el plan de exterminio sí resultaron funcionales, pero no necesariamente para avanzar en otros planes, con los que ahora si se crearon condiciones, entre otras, por la escasa presencia militar en esos estratégicos sectores productivos y de servicios asociados a la tradición militar. Sea el DNU, la ley Bases, retirada de Diputados, o la de nueva generación en discusión ahora, tanto como el “pacto de mayo”, son todas expresiones de una actualización de máxima del programa de la dictadura genocida. Sin aquella acción golpista de restauración del poder oligárquico imperialista, no hay proyecto actual consensuado electoralmente y en pleno despliegue para proyectar la hegemonía del capitalismo local. En ese marco se impone un debate en el poder por la hegemonía desde la derecha bajo nuevo liderazgo y el intento de restablecer la dominación previa al intermedio constitucional desde 1912/16.
Lo que no termina de definirse es la respuesta reorganizada del movimiento social popular, que en más de un siglo contuvo la tradición anarquista, socialista y comunista en el movimiento obrero hasta los años 40 del siglo pasado, y luego la identidad mayoritaria del peronismo; que en el plano político atravesó el tiempo del bipartidismo cortado por los golpes entre 1930 y 1976, y luego del 2001 la conformación de dos coaliciones que disputaron la elección presidencial del 2023 sin éxito, para dar lugar a una nueva experiencia del poder y la reconfiguración del mismo. Desde el campo del pueblo se vive el desafío de recuperar una visión de reivindicación de las víctimas del golpe del 76 y reconstruir una estrategia más allá de la resistencia al ajuste en curso para pensar en términos de sociedad alternativa al diseño de regresiva reestructuración que proviene desde el poder.
Buenos Aires, 24 de marzo de 2024
Milei está jugado ideológica y políticamente a la ilusión del librecambio
El gobierno de Javier Milei está jugado en su razonamiento liberal a ultranza sustentado en su corta campaña política, como comentarista de los medios y redes hasta llegar a la presidencia. Ahora desde el gobierno empuja la desregulación, y lo hace desde una fuerte intervención estatal, aun cuando sustenta un discurso crítico hacia el Estado. Es el Estado el que dispuso la devaluación de diciembre pasado, de 400 a 800 pesos por dólar y junto a ello, la “libertad” de establecer precios a quienes pueden hacerlo.
Más aún, ahora, el Estado convoca a los supermercaditos para que bajen los precios, es decir, desde una crítica discursiva al Estado, el Estado interviene para que las cosas sucedan como las imaginan los ultra-liberales.
Un Estado que restringe los ingresos populares porque frena las actualizaciones de salarios, jubilaciones y planes, que reorienta recursos restringiendo subsidios tendientes a satisfacer derechos sociales de alimentación, salud, educación, energía, transporte, entre otros. Un Estado que acapara el crédito vía un sistema financiero y un mercado de capitales al servicio del sostenimiento del orden capitalista.
Milei no es el primero que sostiene la “libertad de mercado”, ni el último, pero convengamos que se trata de un imposible histórico sustentado teóricamente desde cuando la burguesía incipiente luchaba contra las restricciones impuestas por el Estado pre-capitalista.
El “librecambio” fue la categoría esencial de la naciente Economía Política de los originarios de la disciplina en el siglo XVIII, quienes combatían las normas y el control de las relaciones económicas previas a la extensión de las relaciones monetarias y mercantiles.
Podemos ver en el programa de mayo de 1810 la reivindicación por el libre comercio, en contra de las restricciones impuestas por el régimen colonial y el virreinato. La constitución de 1853 se asienta en la defensa de la propiedad privada de los medios de producción, una condición esencial del régimen del capital.
Esa “libertad” es una ilusión sustentada en un imaginario social de la dominación que se basa en la apropiación privada del producto social del trabajo y la exclusión de la mayoría social del uso y propiedad de la tierra, proceso concretado con los cercamientos de los suelos en una dinámica asociada al desarrollo del orden capitalista.
La acumulación originaria del capital y su desarrollo hasta nuestros días muestra la dinámica de la dominación y apropiación de los bienes comunes, la tierra esencialmente, y del producto del trabajo social.
El Estado “capitalista” y sus fuerzas de seguridad y armadas fueron y son esenciales al respecto, y como muestra vale la “campaña” sobre la Patagonia en el Siglo XIX, e incluso hoy, para “normalizar” la situación social en el país se requiere de “protocolo” contra la resistencia y las movilizaciones, o el desplazamiento de “fuerzas” a Rosario para limitar el accionar narco.
Milei es síntesis de un programa ideológico propagandístico sostenido desde los medios y las redes para instalar en el imaginario social la “necesidad” de un “cambio”, en el mismo sentido en que se inspiró el programa de Martínez de Hoz o el de Cavallo, ideólogo supérstite desde su desembarco en el BCRA de 1982 o su paso por gobiernos peronistas y radicales y ahora el soporte teórico y político al gobierno ultra liberal.
Ese “programa” de cambio fue comprado por buena parte de la sociedad argentina, especialmente de aquellos a los que la tradición política de la “grieta” pos 2001 no daba respuestas de fondo, en el sentido de una reproducción (aceptable en términos de bienes y servicios) de la vida cotidiana.
Llevar adelante el programa de “mercado” requiere desandar un camino más que centenario de orden económico y social, un proceso en curso desde hace casi medio siglo, inaugurado con el “rodrigazo” de 1975 y potenciado desde la genocida dictadura. Un proyecto que dio un gigantesco salto en los 90 y que intentó profundizarse con Macri. El tiempo transcurrido y las “no” soluciones, juega a favor de quienes “imaginan” salidas inmediatas desde una concepción individualista, lógica esencial sustentada desde el libre cambio y el pensamiento esencialista de la ortodoxia anarco-capitalista de Milei.
Asistimos al tiempo del “desandar”, por lo que hay que desmontar años de reglas y normas de funcionamiento, incluso de los mecanismos que aportan a la acumulación de grandes grupos económicos, subsidiarios de una asociación de su actividad con el Estado. No solo se trata de desmantelar lo constituido recientemente, sino retroceder más de un siglo, antes del régimen democrático inaugurado en 1912 con la Ley Sáenz Peña, tiempos de dominación oligárquico imperialista. Luego vendría el tiempo de la “creación” del nuevo tiempo liberal. No solo es una utopía imposible e inexistente en la historia, sino que lo principal se juega en los consensos sociales, afectados por la inflación y la recesión, e incluso con tendencias a la baja del alza de precios, algo que está por verse.
En rigor, en el debate actual, no alcanza con la crítica al imposible imaginario del gobierno Milei, sino que se requiere construir un nuevo imaginario sobre el presente y futuro de la sociedad argentina, que pensamos más allá de la lógica monetario mercantil existente.
Por eso, la convocatoria es a pensar en la des-mercantilización en aras de un orden sustentado en derechos esenciales y cuidado de la naturaleza. A una lógica imposible de exacerbado “mercado”, intentar el desafío de un rumbo asentado en la solidaridad, la autogestión económica, el trabajo comunitario, en defensa de la vida y la naturaleza. Un programa a construir para desafiar la ofensiva capitalista que experimenta en territorio nacional nuevas formas de resucitar globalmente la explotación y el saqueo.
Buenos Aires, 12 de marzo de 2024
Los cambios políticos en el poder y el contrapoder
Mientras se especula que dirá Milei en la inauguración del año legislativo, me animo a decir que reiterará la esencia de lo dicho en su carrera preelectoral como panelista de TV y en redes sociales; en su campaña para diputado porteño en 2021 y para presidente en 2023; tanto como el discurso de su asunción del 10/12/23; o lo enunciado en Davos en el FEM y recientemente en la cumbre conservadora en EEUU.
El eje es la reformulación del orden capitalista en el país y que eso sirva como ejemplo para el mundo. Lo que ensayaron los “chicagos boys” desde el 73 dictatorial en Chile, a modo de ensayo, puede servir de referencia para pensar el presente y el futuro deseado para el mundo capitalista por los ultras liberales encarnados por el presidente argentino.
Con esos discursos viene sumando consenso a un programa de liberalización deseado por el gran capital, local y global.
Ello requiere de una fuerza política de consenso social mayoritario en la tradición de la “derecha” argentina, que supo ser conservadora y minoritaria, que gobernó desde el “fraude” y que necesitó de los golpes militares entre 1930 y 1976 para gobernar, pero que también se adaptó al “republicanismo” y empezó a ganar elecciones en 2015, incluso previamente a sumarse al proyecto peronista liderado por Carlos Menem en los 90, o al radicalismo de Fernando de la Rúa en los finales de la convertibilidad.
Cambia la forma del ejercicio de la política de los sectores que definen al poder. La tradición “democrática” del capitalismo realmente existente en el país, que empezó a construirse bajo gobiernos constitucionales luego de la Ley Sáenz Peña, desalojó del gobierno a las formas tradicionales del poder local, quienes retomaron sucesivamente el gobierno desde las “dictaduras” y condicionando todo lo que podían a los gobiernos emergentes de procesos constitucionales.
Esas idas y vueltas parecen haber encontrado la forma política adecuada para sintonizar al poder con el gobierno, dicho esto mas allá de desconfianzas de las cúpulas empresarias en el personaje en la casa de gobierno.
El poder oligárquico imperialista que definió la hegemonía del capitalismo local hacia 1880, se siente en capacidad de cerrar un ciclo histórico, eliminando derechos conquistados por las clases subalternas. ¿Una revancha histórica? Más que eso, se trata de reformular el orden capitalista local y global en tiempos de crisis y restablecer una lógica de ganancias concentradas que requiere amplio consenso, incluso de los perjudicados.
Por eso debe pensarse en la respuesta social ampliada, no para rescatar lo existente, sino para frenar la ofensiva conservadora y liberalizadora, excluyente y por más explotación y saqueo y construir un nuevo tiempo de la forma política popular, articulando todas las tradiciones de resistencia desplegadas desde la constitución de la Argentina como una Nación con pretensión autónoma.
Toda la experiencia de organización y lucha popular es necesaria. Nadie debe quedar afuera, pero se requiere una gran voluntad por sumar en una estrategia compartida un cúmulo de reivindicaciones democráticas construidas por el movimiento popular y definirlas en un proyecto político que confronte con la lógica capitalista y se proponga un rumbo de construcción de la vida cotidiana asentado en lo comunitario, lo solidario, la autogestión y la cooperación, en contra y más allá del capitalismo.
Diga lo que diga el 1/3 en el Congreso, el desafío será construir la alternativa política popular.
Buenos Aires, 1 de marzo de 2024