Argentina y los conflictos comerciales. ¿Qué ocurre con la integración económica regional?

Las relaciones comerciales y económicas del país con la región están puestas en tensión en estos días. La referencia alude principalmente al conflicto y al intercambio comercial con los dos países económicamente más importantes de la región nuestramericana: Brasil y México.
Con México se espera reactivar acuerdos de cooperación comercial a partir de la visita por estas horas de la presidenta argentina a ese país, que se inicia con una reunión, nada menos que con el personaje de mayor riqueza e ingresos en el mundo, Carlos Slim, el dueño de una empresa de telefonía con actuación en el país. Con Brasil se viene desarrollando una serie de encuentros bilaterales, de carácter técnico (mandatados a “resolver” por ambas presidentas) para eliminar la conflictividad que se hizo visible en el último tiempo. En ambos países, parte destacada de la conflictividad se asocia, especialmente, a la actividad relativa a la industria de automotores.
Los problemas no tienen base coyuntural o transitoria, sino que presentan aspectos estructurales del orden económico mundial y del papel de la economía regional en la división internacional del trabajo. No es un problema de alguna desavenencia entre funcionarios de alguno de los países mencionados, Brasil ó México, o derivado de unilaterales decisiones de esas burocracias estatales ó la de Argentina. La esencia del problema está en la forma de desarrollo industrial contemporáneo, donde la Argentina actúa más como una “economía de enclave”, a diferencia del carácter asumido por el sector automotor en décadas pasadas, las de la instalación de las fábricas de automóviles en el país a fines de los años 50.
Aunque los problemas comerciales se extienden a diversas producciones, nos concentramos en la industria automotriz, por tratarse de uno de los sectores que explica en buena parte la expansión industrial argentina desde el 2003. Es un tema asociado al crecimiento del producto, pero también a la generación de empleo.
Convengamos que las terminales automotrices son empresas transnacionales, que asocian en la producción a pequeñas y medianas empresas proveedoras de autopartes, que son mayoritariamente nacionales. La información especializada señala que las autopartistas locales han disminuido su participación en la composición del producto final, situación que podemos verificar con el deterioro de empresas autopartistas como Paraná Metal. Esa característica, propia de los años 60 y 70, que alimentó el mercado interno y la proliferación de una industria local, que aún subordinada y dependiente de las terminales extranjeras, contribuían al desarrollo económico y social en tanto eran proveedoras de empleo local y activas impulsoras de un mercado interno en expansión para el consumo de masas, especialmente de automóviles.
En la actualidad crece el consumo de automotores, pero el origen de esos vehículos es mayoritariamente extranjero. Entre otros países de origen, se destaca en el último tiempo la producción automotriz de origen brasileño y mexicano. El caso del país vecino se asocia a una estrategia de largo aliento, que se asocia al mercado protegido contemplado casi desde el origen en el Mercosur. Para el caso mexicano, la creciente penetración de la producción originada en ese país se asocia a la profunda crisis de la economía estadounidense desde el 2007, a la sazón el principal destino de las exportaciones de México hasta la emergencia de la crisis. México buscó reemplazar mercados y lo consiguió en forma destacada con Argentina. Las trabas ahora interpuestas por el gobierno de la Argentina suscita el conflicto con el nuevo e importante socio comercial que busca atemperarse con la visita presidencial y el encuentro mañana con el Presidente mexicano.
En definitiva, con el país vecino existen acuerdos de protección desde hace muchos años y con México son más recientes.
El dato relevante es que Argentina produce autos para el mercado mundial, con cerca del 70% del record productivo destinado a la venta fuera de la Argentina. Es una situación diferente a la que acontecía en tiempos de instalaciones de esas terminales hace medio siglo, cuando el destinatario era un comprador local. El consumidor actual está preferentemente afuera del país y para ello se requiere un desarrollo industrial competitivo, que requiere tecnología de punta, en las mismas condiciones de la infraestructura productiva en cualquier parte del mundo. Podemos decir que la diferencia de competitividad hoy no ocurre por el lado del desarrollo tecnológico, sino que la diferencia competitiva está determinada por los bajos salarios en comparación con los que se pagan en otros territorios de una producción mundializada.
La política gubernamental apunta a resolver el fenómeno del déficit comercial, obviando la cuestión de fondo que supone el modelo productivo dependiente en el sector automotriz. Producto de ello es que se han negociado acuerdos con las empresas terminales para equilibrar en el 2012 el comercio internacional de esas firmas. Los acuerdos son diversos y van desde facilidades asociadas a inversiones para ampliar la producción y desarrollo de nuevos modelos, caso de la Ford, hasta favorecer y estimular la compensación con otras producciones, como ocurre con Porsche, que exportará vinos y aceitunas para equilibrar la importación de esos lujosos automotores, los que estimulan un consumo suntuario.
No solo se trata de discutir la industria del automotor, una de las principales responsables de la emisión de gases tóxicos en el mundo, sino de discutir la política industrial en su conjunto, algo que no solo atañe a la Argentina, sino también a Brasil y a México, dos de los principales socios comerciales en conflicto, más allá de las buenas relaciones políticas y el benigno clima que se presenta en las relaciones internacionales en nuestra región, que al tiempo que se aleja de la institucionalidad subordinada a EEUU muestra su dependencia desde los vínculos económicos con las empresas transnacionales.
Sea mirando desde la Argentina, o en conjunto de la asociación de nuestro país con Brasil, o aún desde el Mercosur o el conjunto de la región nuestramericana, la realidad es una inserción subordinada a la demanda de bienes comunes y recursos naturales que el capitalismo desarrollado encuentra en abundancia en nuestros territorios. Todos nuestros países resultan proveedores de materias primas, con escaso y subordinado desarrollo de la industria, además de constatar su funcionalidad como parte del engranaje de provisión a un mercado crecientemente mundializado.
Nuestra región necesita discutir la integración económica, pues de lo contrario, la dependencia de las transnacionales condenará como testimoniales algunos avances de integración política.

Precios de alimentos en discusión

Los ministros de agricultura de los países que integran el G20[1], y representantes de organismos multilaterales[2], se reunieron en Buenos Aires el 19 y 20 de mayo.
Protagonizaron el debate a puertas cerradas, lo que en sí mismo es discutible y condenable, entre otros, Bruno Le Maire (Ministro de agricultura de Francia); Ken Ash, (directorio de comercio y Agricultura de la OCDE.); Jorge Mayer (UNCTAD); Patricia Pollard (Tesoro de EE.UU.); Michel Houdebine (Ministerio de Finanzas de Francia); Brendan Bayley (Representante de Inglaterra en Commodities); David Hallam (FAO); Vera Songwe y Michel Kerk (Banco Mundial); Luiz Pereira Da Silva (Vicepresidente de Banco Central de Brasil); José Manuel Silva Rodríguez (Director de la Comisión de Agricultura y Desarrollo Rural de la Unión Europea); e Hiroshi Nakaso (Banco de Japón). Por Argentina encabezó Amado Boudou, Ministro de Economía, Julián Domínguez, Ministro de agricultura, y otros funcionarios vinculados al sector agrario.
El asunto en discusión se concentró en la volatilidad y precios de las materias primas, especialmente los alimentos. El encuentro fue preparatorio de la cumbre de ministros de economía y finanzas que anteceden a la reunión de jefes de Estado en Noviembre. Se propusieron discutir sobre el ciclo productivo agrícola, la oferta y la demanda, como la regulación de los mercados financieros asociados con la especulación en alimentos. Los países centrales abogan por controlar y limitar el ascenso de los precios, mientras que los países productores pretenden mantener el ciclo favorable en la coyuntura de los términos de intercambio. Argentina, país anfitrión resultó una de las voces de mayor presión en este sentido, junto a Brasil y otros que se verían afectados en sus ingresos por exportaciones si bajaran los precios internacionales de sus producciones. La argumentación de estos países, más que limitar los precios, aboga por un incremento de la producción agraria en función del incremento de la demanda mundial, precisamente en el sur del mundo. El razonamiento es a la baja de los precios vía aumento de la oferta y no a la regulación, cuerpo de ideas que sintonizan con la hegemonía liberalizadora en el pensamiento económico mayoritario.
Revolución agraria y hambre en el mundo
El fenómeno en discusión es la volatilidad de los precios de las comodities, aunque la esencia del problema alude al modelo productivo y de desarrollo contemporáneo, pues al tiempo que se procesa una revolución agraria de nuevo tipo, que en la Argentina supone una cosecha récord de 100 millones de toneladas, la realidad es el mantenimiento alarmante del hambre y la miseria a escala mundial. Según la FAO son 1.020 millones los hambrientos del mundo a fines del 2009, y recientemente el Banco Mundial denunció 44 millones de nuevos empobrecidos a comienzos del 2011 derivado del crecimiento de los precios internacionales de la alimentación. Tanto la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el G20, advirtieron este año sobre los "riesgos de motines" por el hambre. El ministro francés de Agricultura, Bruno Le Maire, coincidió con Jacques Diouf, director general de la FAO al señalar que "Existe un riesgo real de motines por hambre".
En rigor, existen países demandantes de alimentos y preocupados por el encarecimiento, que afecta la calidad de vida de los sectores sociales más desprotegidos y vulnerables. China y la India, donde reside el 33% de la población mundial, con grandes bolsones de pobres y hambrientos, son grandes compradores de alimentos y demandantes de recursos naturales, que en la coyuntura se encuentran favorecidos por la expansión de sus economías. La liquidez generada por sus exportaciones les permite, por ahora, hacer frente a precios en alza que intentan morigerar invirtiendo en el ciclo productivo, comprando tierras y participando en la producción y distribución, especialmente China. Es un proceso verificable y creciente en la región latinoamericana. Egipto encendió la mecha de las rebeliones en los países árabes, precisamente por el incremento del precio del trigo, la harina y el pan. Cuba estimula una renovación de su modelo económico en el plano agrario para sustituir importaciones alimentarias. Haití desarmó su producción arrocera por importaciones baratas en tiempos de auge neoliberal, sufriendo ahora las consecuencias del desarme productivo local, algo a tener en cuenta en todo territorio. Estos países son un ejemplo, en Asia, África o América Latina, de un impacto diferenciado por el encarecimiento de los alimentos. Distinto ocurre en los países productores que pretenden ser favorecidos por la elevada demanda de la producción y el crecimiento de los precios. Es el caso de los países del Mercosur, el reinado de la soja transgénica. No solo es una cuestión de balance comercial favorable, sino de crecientes recursos fiscales necesarios para políticas sociales y de cancelación de la deuda externa pública. En definitiva, los alimentos incentivan el proceso inflacionario a escala global.
Pero no es solo un tema de oferta y demanda de alimentos. Influye en la escalada de precios la situación de crisis mundial de la economía capitalista, con fortísimo déficit fiscal de EEUU y un endeudamiento externo público del 100% del PBI estadounidense, que afecta a su moneda y a las relaciones del país hegemónico con el resto del mundo. Hay volatilidad de precios de los alimentos, pero en un marco de crisis fenomenal del capitalismo y especialmente de EEUU, aunque también de Europa y Japón. Los principales países capitalistas sienten en carne propia los efectos de una prolongada y profunda crisis que no encuentra final en el corto plazo, sino a costa de un gigantesco ajuste sobre los trabajadores y sectores sociales más vulnerables y desfavorecidos en sus países. La respuesta estadounidense, de desvalorización del dólar estimula inversiones especulativas en las comodities, alimentos, minerales, etc. A todo ello debe agregarse la crisis energética que desvía producción agraria para la generación de biocombustibles, potenciando la escasez relativa de alimentos.
La situación es de encerrona, ya que existe hambre en el mundo, al tiempo que se incrementa la capacidad de producir alimentos, de derivar producción agraria a la generación de energía, al tiempo que se estimula la especulación financiera con esa producción material como soporte. El problema es el modelo de acumulación de capitales resultante de la liberalización de las economías que viene ocurriendo desde hace más de tres décadas. La presión de los capitales hegemónicos, transnacionales, apunta a la liberalización de los mercados para resolver la ecuación central del capital, la ganancia y sus consecuencias en acrecentamiento de la riqueza y la dominación, el poder. El modelo productivo contemporáneo tiene gran capacidad para generar riqueza concentrada, siendo su contrapartida el hambre y el empobrecimiento.
No es una cuestión de contabilidad nacional, de países beneficiados o perjudicados según sean vendedores o compradores de alimentos, sino que se trata de un problema civilizatorio que discute la calidad y soberanía alimentaria de la población mundial. Es un tema a discutir por la sociedad en su conjunto y no es un dato alentador el carácter de debate a “puertas cerradas que escamotea las argumentaciones.
¿Qué acordaron en el seminario?
Muy poco es lo que puede esperarse de una discusión que no sale de la lógica del modelo productivo liberalizador predominante en la institucionalidad nacional y global presente en el cónclave. No hubo acuerdo con la aplicación de topes a los precios, tal como sugería en la previa el gobierno francés. El tema seguirá en un nuevo encuentro, en París entre el 21 y 23 de junio próximo. Los protagonistas hicieron votos de fe contra el “proteccionismo” que supone limitar precios, y abogaron por la “libertad de mercado”, cuyas consecuencias conocemos sobradamente, especialmente en su efecto negativo hacia los sectores sociales de menores recursos.
Las autoridades argentinas enfatizaron la necesidad de estimular la oferta de alimentos, que motivó al ministro de agricultura de la Argentina señalar que entre Paraguay, Uruguay, Brasil y Argentina se producen “300 millones de toneladas, y estamos en condiciones de garantizar la alimentación a 1200 millones de personas del planeta”, habilitando una discusión sobre la distribución de esa riqueza social, ya que resulta discutible el “nosotros” de la invocación ministerial. ¿Quién es el dueño de la producción de alimentos en los países del Mercosur? ¿Quién se apropia de la renta agraria en nuestros países? ¿Cuánto queda como recurso fiscal contra ganancias netas de inversores y propietarios? ¿Cuánto se apropia los dueños de la tecnología necesaria para asegurar el ciclo productivo y de transporte y distribución? Es cierto que buena parte de la argumentación contraponía la producción a la especulación financiera, pero es necesario también discutir los beneficiaros perjudicados del modelo de producción y distribución, más allá de la lógica condenable de la especulación con alimentos.  
En este sentido, el ministro francés dijo que "el mercado financiero de agricultura tiene una dimensión 15 veces mayor al mercado de bienes físicos. El 90% del mercado en Chicago está compuesto de jugadores que son fondos especulativos, que no tiene nada que ver con los mercados agrícolas. Estos son los desafíos en especulación financiera", por lo que se impone la regulación. En el cierre del encuentro, Boudou destacó que el “foco del análisis estuvo puesto en disminuir la volatilidad de los precios”, de regular los mercados financieros y derivados, además de incrementar la oferta de alimentos a través de la transferencia de tecnología y del aumento de la frontera agrícola, para darle sustentabilidad a largo plazo, destacando que "el peor perjuicio es la volatilidad en el mercado de comodities, y no la suba de los precios", convocando a estudiar los “vínculos economía real y de los mercados financieros" y lograr una "solución para evitar lo que pasó con las hipotecas (de baja calidad) de los Estados Unidos. Si no regulamos los mercados de derivados, podría pasar lo que pasó con la burbuja hipotecaria”.
En síntesis, en la reunión se decidió estimular la inversión en agricultura para aumentar la oferta; lograr la transparencia en los mercados agrícolas con mayor información, para que haya menos especulación; el diseño de mecanismos de acción para sortear una crisis alimentaria; darle un tratamiento a la volatilidad de precios; y, por último, se insistió en la necesidad de regular, sí, los mercados financieros asociados a la volatilidad en el precio de comodities. Los acuerdos son formulaciones genéricas, diplomáticas, para frenar los debates previos asociados al establecimiento de precios límites y sin mucha capacidad para ser instrumentados en el corto plazo.
Por un lado se puede constatar que cada país termina impulsando la política nacional más funcional a su ciclo político y social, pero por otro, existe gran incertidumbre en el sistema mundial, por las dificultades no resueltas en los principales países. Hay que destacar en este sentido la crisis fiscal y de endeudamiento de EEUU, la crisis europea, no solo de la periferia griega, portuguesa o española, sino de los bancos acreedores (alemanes y franceses) de una gigantesca e impagable deuda pública en esos países con problemas. A todo ello adicionemos las incertidumbres generadas en el FMI, articulador en el último tiempo de propuestas de salvataje, ajuste mediante, y que ahora entren en estado de zozobra por la acefalia de liderazgo derivada de la renuncia de Dominique Strauss Kahn por el escándalo de su conducta delictiva.
Las asignaturas pendientes
El carácter cerrado de las reuniones quita transparencia al debate de un tema de interés global. Hace falta democratizar la discusión sobre la cuestión alimentaria, especialmente cuando involucra a millones de insatisfechos en todo el mundo.
Lo que debe discutirse es el modelo productivo, no solo la distribución de la riqueza alimentaria. La inteligencia humana potencia la capacidad de producción y reproducción de la vida, sin embargo, el resultado del orden capitalista define la apropiación privada de esa revolución productiva en muy pocas manos, las corporaciones transnacionales de la alimentación y la biotecnología.
No se trata solo de “volatilidad” en los precios de las comodities, ni siquiera de expansión de la frontera agrícola, sino de resolver la situación en términos de soberanía alimentaria, lo que supone discutir la tierra, el agua, los bienes comunes o naturales y el orden social, para privilegiar la calidad de vida de toda la población y no solo el beneficio capitalista, el de los inversores, locales o globales.


[1] Unión Europea, Estados unidos, Canadá, Japón, Alemania, Reino Unido, Italia, Francia y Rusia, Corea del Sur, Argentina, Australia, Brasil, China, India, Indonesia, México, Arabia Saudita, Sudáfrica y Turquía.
[2] Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial (BM), de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), de la OCDE, FAO, ONU y OEA.

El G20 se reúne en Buenos Aires

El G20 se reúne en Buenos Aires
Entre el 18 y 19 de mayo de 2011 habrá reunión de ministros de Economía del G20 en Buenos Aires[1]. El tema central del cónclave remite al crecimiento de los precios de los alimentos y de las materias primas en general, de las comodities. Es un tema clave para la Argentina y los países exportadores de materias primas, entre ellos la región latinoamericana y caribeña. Nuestra región, como en el origen del capitalismo, vuelve a ser funcional a las necesidades del régimen mundial del capital. América latina y el Caribe resulta proveedor de recursos naturales y materias primas en la división internacional contemporánea.
La preocupación por el precio de los alimentos no remite solamente a una cuestión económica, de inflación mundial o carestía de la vida, sino principalmente a preocupaciones políticas, de protestas y rebeliones populares. Recordemos que la conmoción social en el norte de África desde principio de año se asocia al encarecimiento del trigo y del pan, al hambre y al hartazgo de las restricciones de la población empobrecida. Un cuadro de situación que puede ser más complejo aún con la agudización de los problemas sociales derivados de la crisis mundial. A comienzos de año y producto de los precios en alza de los alimentos el propio Banco Mundial denunció nuevos 44 millones de hambrientos, situación a potenciar si se mantiene la tendencia actual.
Cuando se piensa en el funcionamiento de la economía, debe pensarse en términos de satisfacción de las necesidades sociales, que es el límite de las “racionalidades” que a veces la política le demanda a los actores sociales más desprotegidos. Estos son los que conviven con la insatisfacción de observar como una minoría de elevada capacidad de consumo completa las localidades del entretenimiento comercial, las reservas de hoteles y restaurantes; los destinos turísticos, tal como ocurre por estas horas en nuestro país; mientras una mayoría importante sobrevive con bajos recursos económicos provenientes de subsidios estatales o ingresos flexibilizados.
Comentario al margen sobre el tema, como al paso, la Bolsa de Valores de Buenos Aires verifica la bonanza de las empresas ante la presentación de sus balances, con importantes ganancias de la banca[2], más por cobro de servicios que por intermediación financiera (resulta más negocio prestarle al Estado que a los privados). Desde otro ángulo, convive el reclamo por mejoras salariales y múltiples demandas de sectores empobrecidos, sea vivienda, empleo o tierra, tal el caso de los pueblos originarios o pequeños productores del campo.
Ese contraste de ingresos tiene su imagen global con el titular del FMI detenido en Nueva York por ataque sexual a una camarera del hotel donde estaba hospedado, o sus paseos en un lujoso Porsche en plena disputa como candidato socialista a la presidencia de Francia. Dominique Strauss Kahn es visto como un progresista en el FMI, que favorece políticas de intervención estatal para el salvataje del capitalismo, tal como lo destaca el Nobel de Economía Stiglitz[3]. No es que nos preocupe la conducta personal del Jefe del FMI, sino el intento de lavada de cara al organismo internacional, que propician socialdemócratas y encumbrados teóricos del nuevo tiempo, críticos del pasado reciente neoliberal y apenas reformadores del orden vigente. La hegemonía en política económica actual sugiere la intervención estatal para el salvataje capitalista ante la crisis de la economía mundial.
Se discute qué hacer
La preocupación del G20 pasa por la continuidad de la crisis mundial y las protestas sociales emergentes. Dicho a días de la gran movilización popular en Grecia, donde crecen temores de una “pateada del tablero” en el marco de la Unión Europea.
Uno de los consejos que suena sobre Grecia es la solución argentina del 2001: no pagar la deuda, salir de la convertibilidad a que la somete el euro y devaluar, y de ese modo buscar competitividad en el marco del capitalismo global, algo que debiera discutirse, puesto que la competitividad puede lograrse a costa de reproducir de otra manera el empobrecimiento de la población.
La competitividad industrial o agraria no asegura calidad de vida al conjunto de la población.
Si miramos el caso argentino, el boom agrario no impacta en calidad alimentaria de la población; ni el boom minero representa un mejor vínculo con la naturaleza; ni el boom de la construcción resuelve los problemas de la vivienda popular, y menos el boom automotor el déficit del transporte público y la necesidad de movimiento y tránsito de la mayoría social.
Sabemos que el G20 se entronizó como el ámbito de seguimiento de la crisis mundial, y preocupa la ralentización del crecimiento económico en los principales países capitalistas. EEUU solo creció el 1,8% en el primer trimestre del 2011, contra el 2,9% promedio del 2010, y antes con tasas negativas en 2008 y 2009, que venían de escuálidos valores en 2006 y especialmente en 2007. La crisis continúa y se agrava por mantenerse elevado el desempleo, por más que el gobierno de Obama sigue gastando todo lo que se considera necesario (entre otros el gasto militar) y la Reserva Federal (símil del BCRA) continúa con su política de compra masiva de bonos del tesoro (facilitaciones cuantitativas según Kenneth Rogoff[4] en La Nación; o alivio cuantitativo según Joseph Stiglitz en Clarín[5]), constituyéndose en uno de los prestamistas (inversores) privilegiados del fisco estadounidense. Algo similar ocurre con el BCRA que se constituye en el principal comprador de dólares para sostener una cotización del tipo de cambio que lo haga competitivo para las exportaciones argentinas.
La reunión del G20 se hará en Buenos Aires los próximos 18 y 19 de mayo y se concentrará en las presiones de los países capitalistas desarrollados para “racionalizar” la evolución de los precios de las materias primas, especialmente de los alimentos. Los países enriquecidos le solicitaran a los que vienen “desde atrás” (emergentes[6] en la jerga de los organismos internacionales) que sean racionales e intervengan para bajar los precios de sus productos de exportación. La respuesta de las autoridades argentinas, en asociación con otras delegaciones de países proveedores de materias primas se concentra en la defensa de las “soberanías productivas”, lo que supone contemplar los intereses de los grupos transnacionales que dominan esa producción, en el caso local, las transnacionales de la biotecnología y la alimentación, algunos de los cuales están siendo sancionados por evasión fiscal, caso de las grandes empresas de cereales.
El argumento de las autoridades argentinas es que el crecimiento importante en el sur del mundo eleva la demanda de alimentos y materias primas en general, con lo que hace falta estimular es la oferta de bienes, de la producción, e insistamos, se debe discutir qué tipo de producción es la que se debe promover, bajo que parámetros productivos, condiciones de empleo y trabajo y para satisfacer que demandas sociales. No es lo mismo organizar la producción extensiva de monocultivo para la exportación (pensemos en la soja), que generar una amplia red de agricultura familiar para resolver necesidades locales y regionales de una integración alternativa con miras a potenciar la soberanía alimentaria de los pueblos. Se puede coincidir en que hace falta aumentar la oferta de alimentos, sí, pero siendo consciente que hoy la producción agraria se desvía para la producción energética y es fuente de especulación de derivados y futuros que elevan artificialmente el precio de los alimentos. Se trata de pensar en modificar el modelo productivo y de desarrollo y no solo defender “lo que hay”.

Cada quien hace su juego en el G20. EEUU interviene para frenar el impacto de la crisis en sus empresas y territorio, cuando el dólar se deteriora contra el precio del sustituto de las monedas, el oro, que continúa subiendo, igual que las comodities, y especialmente los alimentos. El mercado financiero mundial camina por el sendero de la especulación. La crisis promueve la fuga hacia el dinero, sea la especulación en oro o en alimentos. Los sectores privados en el capitalismo desarrollado no invierten en el sistema financiero con tasas tendiendo a cero, por lo que migran a la especulación. Es lo que sugiere Rogoff en su artículo de La Nación, destacando la intervención estatal y de la Reserva Federal de EEUU.
¿Por qué no suben la tasa de interés en EEUU? Temen a la inflación, a la recesión y al desempleo, los tres aspectos que no terminan de resolver con gran déficit fiscal, producto de la intervención estatal para el salvataje. Ben Bernanke, titular de la Reserva Federal, acusa a China y otros “emergentes” de crecimiento rápido por los precios elevados de las materias primas y la inflación mundial por políticas monetarias laxas (piden restricción a la emisión, algo así como la convertibilidad, limitar la circulación de moneda y el ajuste) y tipos de cambio rígido (se presiona a China para apreciar su moneda, al estilo de Brasil respecto de Argentina).
Si se le hace caso a la Reserva Federal, se afectaría el desarrollo industrial por pérdida de competitividad. Existen reflexiones en Brasil que critican la política de apreciación de su moneda. En Grecia se plantea la solución local de la devaluación, lo que supone salir del cepo que impone el Euro. El salvataje supone la intervención estatal. La vos de orden es que hay que intervenir en el mercado, y entre otras cuestiones, para sostener el tipo de cambio, lo que hizo estos días el gobierno argentino, batiendo récord de compras de dólares. Producto de la cosecha récord, ingresan muchos dólares, y si no hay comprador el precio de la divisa baja, entonces, el Estado es el gran comprador, con un saldo de más de 52.000 millones en reservas internacionales, y luego, para esterilizar los pesos emitidos, se emite deuda del BCRA (alcanza los 100.000 millones de pesos, casi la mitad de las reservas internacionales) cuyo costo debe cancelarse restringiendo parte del presupuesto para uso social, agravando la hipoteca del endeudamiento público más allá de la mentada política de desendeudamiento.
Pensar alternativamente
Todo lo dicho nos lleva a otros interrogantes. ¿Se trata de defender cualquier industria? ¿Promover la competitividad solo vía tipo de cambio? ¿Qué inversiones son las que se deben fomentar para asegurar soberanía alimentaria, energética o financiera?
No solo interrogarnos, sino actuar en el camino que sugieren algunas acciones en curso en la región. Por estas horas se anuncia la inauguración de una planta de almacenamiento de combustibles en El Salvador. Es un emprendimiento conjunto entre Petróleos de Venezuela (PDVSA) y una empresa formada por 58 alcaldías gobernadas por el Farabundo Martí de Liberación Nacional. La planta lleva el nombre del líder histórico del FMLN, Schafick Handal y se propone intervenir en el 40% del abastecimiento de combustibles del país.
Es una demostración que puede pensarse en un orden alternativo al de la dominación transnacional. Que puede pensarse en la cooperación sur-sur para un desarrollo alternativo y que potencie las ventajas relativas de cada uno de nuestros países, petróleo e hidrocarburos en Venezuela, Bolivia o Ecuador; agricultura y alimentos en Uruguay, Brasil, Paraguay y Argentina. Entre otras consideraciones debe pensarse en la gran liquidez existente en nuestros países para pensar en las finanzas soberanas, algo que imaginábamos con el Banco del Sur, demorado en estas horas por los gobiernos de la región.
De lo que se trata es de aguzar el ingenio para pensar alternativamente y no solo defender lo que existe, aún bajo la tentación que supone la lógica del crecimiento macroeconómico. No siempre es bueno crecer, siempre hace falta determinar quiénes son los beneficiarios y perjudicados de cada ciclo económico. Por eso, si algo hace falta modificar, es precisamente la ecuación de sujetos que aprovechan y apropian los resultados del orden económico.


[1] El G20 está integrado por la Unión Europea, el G8 (EE.UU., Canadá, Japón, Alemania, Reino Unido, Italia, Francia y Rusia), Corea del Sur, Argentina, Australia, Brasil, China, India, Indonesia, México, Arabia Saudí, Sudáfrica y Turquía.
[2] Puede leerse en La Nación “…las empresas terminaron de presentar sus balances del primer trimestre del año. En líneas generales mostraron fuertes incrementos en sus ganancias y los aumentos de costos no lograron erosionar los márgenes, algo que desvelaba a los analistas. Los bancos brillaron y sobresalieron del resto.” En La Nación on line del 15/05/2011, sección finanzas, “La bolsa aguarda decisiones políticas”.
[3] Joseph E. Stiglitz, “Un oportuno viraje del FMI”. En Clarín iEco (suplemento de economía de Clarín), página 5, del 15/5/11.
[4] Kenneth Rogoff, “EE.UU. tendrá que subir las tasas en 2012 y todo cambiará”. La Nación, 15/05/11.
[5] Ib.
[6] Emergentes porque son visibilizados por los inversores internacionales. Son los países que emergen para ser considerados destino de inversiones rentables. Muy lejos de otras clasificaciones antiguas, como países en desarrollo o en vías de desarrollo, que daban la imagen del desarrollo como objetivo lograble. Ni hablar de la calificación de países dependientes que motivaba el objetivo de la independencia, de la liberación nacional y social.