La crisis entre Davos y Egipto


Con más de treinta jefes de Estado y de Gobierno, funcionarios de 90 países y un conjunto de grandes empresarios, asesores e influyentes periodistas e intelectuales del poder económico mundial tomaron parte del cónclave del Foro Económico Mundial, más conocido como el Foro de Davos, que desde 1971, regularmente, pasan revista a la situación mundial y pretenden fijar línea sobre las políticas a seguir.
En simultáneo al cónclave del poder, miles de manifestantes poblaron de resistencia las calles de varios países del norte de África y medio oriente, haciendo evidente el sufrimiento de los pueblos por el ejercicio del orden capitalista. La represión y muerte de decenas de manifestantes es la respuesta de los gobiernos y el saldo hasta ahora. Aún fuera del temario, la rebelión popular se coló en las discusiones del poder económico mundial.
Unos 2.500 participantes se concentraron en Davos para discutir “Los enfoques comunes para la nueva realidad”. Esa “nueva realidad” era pensada como superación de la crisis, ante los datos del crecimiento de la economía estadounidense (2,9% para el 2010, luego del -2,6 del 2009)[2], pero en el mismo momento de la reunión estalló la rebelión popular en Túnez, Yemen y especialmente Egipto, país paradigmático para el mundo capitalista, especialmente EEUU que lo asiste con fondos por 1.500 millones de dólares anuales. Por ello adquirió otra relevancia en el cónclave de los poderosos, el análisis del aumento de los precios de los productos básicos, y el tema de la deuda soberana en alusión a la continuidad de la crisis mundial.
El tema del aumento de los alimentos es clave para pensar la revuelta en Egipto, gran importador de alimentos, especialmente de trigo. Egipto es un importante comprador de trigo a la Argentina. La hambruna es la reversa del alza de los precios y si estos estimulan nuevas burbujas de especulación, en paralelo no deben sorprender los impactos regresivos sobre buena parte de la población mundial. No es sorpresa la movilización popular cuando el hambre se instala en forma generalizada. Hambre y represión por un lado, y del otro suba del oro, las comodities, alimentos y los bonos para refugio de inversores interesados en la ganancia y no en los 1.020 millones de hambrientos según la FAO.
La cuestión de la deuda externa preocupa, especialmente cuando EEUU acaba de superar los 14 billones de dólares de su deuda pública y privada, siendo la pública de 3,5 billones de dólares, superando ampliamente el problema históricamente concebido para los países del sur del mundo (en desarrollo), que en conjunto acumulan una deuda pública de 1,4 billones de dólares[3].
Un monto que representa el 10% de la deuda total de EEUU. El endeudamiento público estadounidense supera dos veces y medio el de los países en desarrollo. La mitad de la deuda total de EEUU fue asumida en los últimos seis años, tres de los cuales han sido en situación de crisis evidente.
Hoy la deuda es problema por los elevados niveles que se registran en los países capitalistas desarrollados. Francia solamente acusa una deuda pública de 1,2 billones de dólares, casi similar a la totalidad del mundo en desarrollo. Mientras en América Latina, la deuda total, pública y privada representa el 22% del PBI, para Gran Bretaña es el 400%, Portugal el 263%, España el 169%, Grecia 168%, Alemania 148%, EEUU 100% e Irlanda el 979%. Convengamos que los principales acreedores de esos países son los bancos transnacionales, quienes aceleradamente, como en los 80, en tiempos de la crisis de la deuda latinoamericana, están generando condiciones para transferir el costo del quebranto hacia los trabajadores y lo pueblos de esos países y del mundo. Son los temas que preocuparon al poder económico en DAVOS.
Deuda, capitalismo y crisis son tres categorías para explicar la política del poder mundial, del curso contemporáneo del capitalismo actual. La consigna del no pago se resignifica para los pueblos del mundo, contra el régimen del capital y su chantaje del endeudamiento, ayer contra el sur del mundo y hoy en el norte. Es parte de un programa a sostener junto al impuesto al movimiento internacional de capitales y el rechazo al conjunto de estrategias de liberalización (tratados de libre comercio, tratados bilaterales de inversión, los paraísos fiscales, y otras formas de defensa de las inversiones extranjeras), tanto como el desarme de la estructura financiera comandada por los organismos internacionales, especialmente el FMI y el Banco Mundial.
Hace falta una nueva arquitectura financiera y económica sustentada desde el sur, lo que supone discutir el patrón de cambio mundial y terminar con la hegemonía del dólar y las pretendidas sustituciones del euro o de la moneda que sea en función del capital y el régimen de explotación.
China en la mira de Davos
Otro de los temas en que se concentró la atención en Suiza fue conocer de cerca la realidad de países llamados emergentes, especialmente China e India, que pese a la crisis mantienen elevados niveles de crecimiento y son destino principal de las inversiones capitalistas a escala global.
La situación China fue explicada por la más numerosa delegación del cónclave, y remitió a la política de modernización y oportunidades para las inversiones y el mercado inmobiliario chino. China ya es el segundo PBI del mundo, que con sus 5,5 billones de dólares expresa un tercio respecto del registro estadounidense y superando a Japón y Alemania en el podio de las cuatro mayores economías del mundo.
Muchos escucharon las argumentaciones chinas, al tiempo que presionaron a los participantes chinos para flexibilizar las políticas de ese país, especialmente referidas a las presiones del G7 para una apreciación del Yuan, con vistas a mejorar las balanzas comerciales de las principales potencias capitalistas en crisis con China.
El papel del gigante asiático no se vincula solo con la economía mundial, sino que crecientemente pesa en la escena política. Es un tema trascendente para el poder mundial, pero también para quién piense en términos alternativos, incluso más allá del debate sobre el “modelo chino”, si socialista ó en tránsito al capitalismo, o directamente capitalismo de Estado.
No resulta menor la persistencia de la apropiación de la renta del suelo, la propiedad estatal sobre los medios de producción y la planificación estatal, no solo de la economía. Se trata de un tema estratégico en la disputa del poder mundial.

China es crecientemente importante para la Argentina, siendo ya el segundo socio comercial después de Brasil, y con un peso en ascenso en las inversiones externas directas que se registran en los últimos años.
Hace poco se conoció la compra del 50% del paquete accionario de BRIDAS por parte de una transnacional china. Fue una inversión por 3.100 millones de dólares. Se conocen inversiones diversas en nuestro país: para explotar gas en Tierra del Fuego; minería en las provincias cuyanas y del norte; la compra de tierras para producción agrícola, especialmente soja, producto del cual China es principal comprador.
Vale la mención sobre China ante la recepción en estos días en nuestro país de la Presidente del Brasil, la primera salida al exterior de Dilma Rousseff desde la llegada al gobierno.
Han sido crecientes las relaciones entre Brasil y Argentina en el último tiempo y son importantes las expectativas de acciones conjuntas, incluso entre ambos y la potencia asiática, una cuestión estratégica de las relaciones internacionales en un momento de crisis de la economía mundial y de disputa del orden mundial.
Pero existen interrogantes sobre estas relaciones.
¿El nuevo poder de países como China o Brasil, se jugará en la disputa de poder al interior del G20, con hegemonía plena de los países capitalistas desarrollados, especialmente de EEUU, pese a la crisis? ¿Puede pensarse en otro tipo de integración, que privilegie la relación Sur-Sur? ¿Qué puede hacer Argentina en este sentido con sus dos socios económicos principales? ¿Qué lecturas realizar a 10 años de la revuelta argentina y en momentos del levantamiento egipcio? ¿Se salió de la crisis, o el crecimiento de las principales economías augura nuevos problemas para los países dependientes en el capitalismo mundial?
Nuestra hipótesis apunta a señalar las contradicciones de la situación mundial, con persistencia de la crisis y señales concretas, especialmente de movilizaciones populares (en Bolivia contra el aumento del combustible y en Egipto contra el régimen de Mubarak y la asistencia estadounidense) para pensar en términos de alternativas al capitalismo. El socialismo vuelve a ser una posibilidad para construir otras relacione sociales.
Modestas expectativas desde el poder económico
En el Foro de Davos[4] intentaron trazar el rumbo político del capitalismo contemporáneo con ciertas prevenciones, pues el mismo fundador y presidente del FEM, Klaus Schwab, afirma que se abre "una era de modestia"[5], anunciando una pobre superación de la crisis, con bajos niveles de crecimiento (un 2,9% informado por EEUU para el 2010).
Un primer interrogante es si resulta correcto hablar de “nueva era” cuando aún sobrevive la situación de crisis de la economía mundial, donde el desempleo creciente continúa sido el efecto inmediato y evidente que sufren los sectores más desprotegidos en el capitalismo mundial. En EEUU el desempleo no baja del 10% y en España superó el 20%. Sin considerar la agresión y ofensiva que se mantiene sobre los recursos naturales, situación que agrava los peligros ambientales y afectan a recursos estratégicos como el agua y la tierra.
La crisis del “modelo productivo y de desarrollo” subsiste y es grave para pensar en términos de “nueva era”. La revuelta en los países árabes y el medio oriente da cuenta de situaciones que no siempre consideran los analistas del poder económico. Aludo al hartazgo de los pueblos a sus condiciones de vida, aunque no queden claras las alternativas económicas y políticas, generando por cierto un desafío para el pensamiento y la práctica por la emancipación.
El principal ejecutivo del Foro de Davos,  Klaus Schwab, agrega que "En esta nueva realidad, somos nosotros, las víctimas colectivas, las que deben hacer el futuro más seguro. Y como ni los gobiernos ni las empresas solos podrán superar la complejidad de los desafíos globales, la frontera entre economía y política se va a hacer aún más pequeña"[6].
Es muy curioso cómo se incluye a los victimarios, a los responsables de la crisis entre las víctimas. ¿Quiénes son los responsables de las políticas que llevaron a la crisis, sino el propio sistema financiero y económico internacional presente en Davos desde 1971? ¿Quién empujó y empuja la liberalización de la economía, sino los partícipes habituales de Davos desde sus posiciones de poder?
Más interesante aún resulta la reflexión que alude al vínculo entre economía y política, especialmente para pensar en la respuesta a Davos que provendrá la próxima semana desde DAKAR, cuando se reúna del 6 al 11 de febrero de 2011, la contra cara del FEM, el Foro Social Mundial (FSM), cuya consigna por otro mundo posible se mantiene como realidad y desafío. Es la señal que proviene de África y del oriente medio, aunque no se conozca exactamente el rumbo futuro de superación.
Aquel “que se vayan todos” vuelve a reaparecer en el escenario político y económico global. El desafío está en la construcción de alternativas, que supone nuevos cursos para el pensamiento y la acción emancipatoria.
Nuevos modos y formas de producción y apropiación de la naturaleza, donde el buen vivir de las comunidades andinas nos ofrecen posibilidades para pensar en nuevos tiempos, pero sobre todo, nuevas formas de pensar el agrupamiento social con perfil y objetivo político para la emancipación y transformación social. Los renovados intentos de democratizar la economía y la sociedad venezolana con mecanismos de poder popular, especialmente de los trabajadores en la gestión empresaria son estímulos para pensar el nuevo tiempo. El ejemplo persistente del proyecto revolucionario en Cuba es también referencia, especialmente en tiempos de renovación sustentada en un gran debate y movilización d la población cubana.
La alusión andina, por Bolivia o Ecuador, como la referencia a Venezuela y Cuba son atinentes para discutir los límites de unos procesos complejos, especialmente en el sur de América, pero también en otros países de la región, que formulan un discurso anti neoliberal sin sustanciar cambios profundos en la estructura económico social capitalista. El problema es el límite que se establece para la constitución de sujetos por la emancipación. Es un debate cotidiano en la política de nuestros países y también parte esencial de la discusión en el movimiento de movimientos, el FSM.
¿Es posible ir más allá de lo real existente? Se puede superar el posibilismo de que la realidad “es lo que hay”, como único imaginario posible. América Latina es un gran laboratorio para pensar al respecto, si se tiene la mira en las demandas de los pueblos por renovar y revolucionar las relaciones sociales, en la economía y en la política.
Buenos Aires, 30 de enero de 2011



[1] Profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario. Profesor de posgrado en diversas universidades públicas de Argentina y el exterior. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP. Integrante del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO.
[2] Son datos del Departamento de Comercio de EEUU, leídos en el sitio de internet el 30-01-11: http://www.bea.gov/index.htm
[3] Los datos sobre deuda externa están sacados de Eric Toussaint. Crisis Global. Del Norte al Sur del planeta: la deuda en todos sus estados. Presentación para Conferencia en Quito el 27 de enero de 2011, en la sede del Banco Central de Ecuador.
[4] Amplia información sobre discursos y debates en: http://www.weforum.org/
[5] El Foro Económico Mundial de Davos debate el nuevo escenario tras la mayor crisis desde 1930. En ámbito.com del miércoles 26 de enero  de 2011 y consultado el 30 de enero de 2011 en: http://www.ambito.com/noticia.asp?id=565509
[6] Ib.

La inflación marca el ritmo de la economía en Argentina

Ya comenzado el 2011, en asuntos económicos sobresale el debate por la inflación, y como se defiende cada quién para abordar la carestía creciente de los bienes y servicios que satisfacen las necesidades cotidianas. No se trata de un tema nuevo. La Argentina tuvo ciclos inflacionarios que anidan en la preocupación y memoria histórica de la población, tanto como los regresivos impactos de las políticas antiinflacionarias. Fue antiinflacionaria la política de Martínez de Hoz, como lo fue la convertibilidad de Cavallo y Menem, que cumplirá pronto dos décadas de iniciada (abril del 91). Ambas políticas contra la inflación fueron reaccionarias y regresivas, porque se pagaron con miseria, desempleo, pérdida de ingresos populares y más explotación de la fuerza laboral.
De este modo podemos afirmar que la inflación y la política de combate a la inflación son sufridas por los de abajo. La inflación y la política para combatirla son instrumentos que favorecen a la ganancia, al capital y perjudican a los trabajadores y sectores de ingresos fijos. ¿Es posible resolver el flagelo inflacionario de otro modo? ¿Qué orden económico se requiere para una perspectiva popular de satisfacción de necesidades?
Aumentos de precios y afectación del consumo popular
El fenómeno inflacionario se presenta como aumento generalizado de los precios, claro que unos más que otros. Es sabido por cualquiera que los alimentos se destacan en estas horas por un alza por encima del resto de los bienes y servicios. Inflación de precios de los alimentos, algo que incide incluso en la especulación sobre materias primas. Alza de precios y especulación con los alimentos. Además del hambre que provoca el orden económico capitalista, el capitalismo especula y gana con los precios de los alimentos.
Por si fuera poco, los alimentos inciden mayoritariamente en la composición del indicador oficial de inflación, el índice de precios al consumidor. Para el Instituto de estadísticas y censo de la Argentina, el Indec, más allá de la credibilidad de sus datos, el rubro de alimentos y bebidas expresa más del 37% del indicador; le sigue en importancia transporte y comunicaciones con más del 16% y vivienda con más del 12%. Entre los tres (alimentos y bebidas; transporte y comunicación; y vivienda) superan el 65% de la composición del índice de precios al consumidor. Son rubros que impactan seriamente en los sectores de menores ingresos, impedidos de prescindir de un consumo cotidiano para su alimentación, transportación y techo. Hay conciencia del mayor encarecimiento de los productos de la canasta alimentaria, del alza de los precios de alquiler de vivienda, sin hablar de la elevación del costo de la construcción y por cierto del avance sobre fines del año pasado del precio de los combustibles.
La inflación afecta principalmente a los sectores más empobrecidos, especialmente a quienes viven de un ingreso fijo y observan cotidianamente la pérdida de la capacidad de compra de sus limitadas entradas, sean trabajadores jubilados o en actividad, en situación regular o irregular, desempleados o subempleados, beneficiarios o no de planes sociales. Los mecanismos de defensa contra la suba de precios son variados, muchos relativos al ajuste del gasto de las familias, con deterioro del consumo familiar, tanto por calidad de productos adquiridos, sustituyendo productos de marca por otros de menor categoría, o afectando cantidades a consumir, cuestión manifiesta, por ejemplo en el 2010, en el menor consumo de carnes, principal componente de la dieta alimentaria en la Argentina. Adicionemos, que durante el 2010 se resignó a mano de uruguayos el podio mundial en el consumo per cápita, ellos con unos 58Kg. anuales y en nosotros en torno a los 55Kg.
La inflación golpea a los de abajo. En el escenario político sobresale el debate sobre las negociaciones salariales, mecanismo de defensa de las condiciones laborales y salariales de los trabajadores. Existen voces sindicales reclaman ajustes salariales del orden del 30%, demanda concreta de la CTA, contemplando para ello la inflación del año pasado (del 25%) más el impacto del crecimiento económico previsto para el 2011. Claro que ambos indicadores (inflación y crecimiento) no remiten a los datos oficiales, pues de lo contrario se estaría demandando un ajuste entre 12 y 15%. El resultado de las paritarias afecta directamente a un 20% de la población trabajadora que reviste en situación regular (relación formal de dependencia), aunque incide en el ingreso del conjunto de los trabajadores y habilita nuevos pisos en la discusión del salario mínimo, que no debiera esperar mucho tiempo para una urgente convocatoria al Consejo del Salario Mínimo, el Empleo y la Productividad.
La estrategia de los empresarios se acerca a proponer valores de ajuste salarial en consonancia con los datos oficiales. Desde el gobierno se empuja una política de pacto social para conciliar intereses de las patronales y los trabajadores. Un pacto que apunta a limar las contradicciones en el régimen del capital. Se pretende un acuerdo para la continuidad del régimen de explotación, con un imaginario de paridad de intereses entre las ganancias y los salarios. Aquellas son producto de una apropiación de la renta nacional generada por el trabajo social y su cuantía disminuye el monto de ingreso de la población trabajadora, sea como salario directo o como gasto de la sociedad vía presupuesto estatal.
La carestía la definen las grandes empresas
El problema no es tanto el fenómeno, sino las causas de la inflación. En ese sentido, la suba de precios es un mecanismo utilizado por los capitales más concentrados para defender sus ganancias. Sea por la crisis mundial, o por la desaceleración del 2008 y 2009, los precios vienen subiendo crecientemente desde antes, ya desde el 2006, precisamente cuando se empezó a generalizar el debate por negociaciones colectivas y la ocupación ociosa de la capacidad de producción era historia del pasado recesivo entre 1998 y 2002. El gran crecimiento económico entre 2003 y 2006 resolvió cuantiosas ganancias empresarias que eran desafiadas por la recuperación del derecho de negociación de los trabajadores. Era el momento de mantener la tasa de ganancia vía incremento de los precios. Esa defensa de las ganancias es un asunto derivado de la concentración económica existente en la Argentina y de su poder para imponer condiciones de funcionamiento del orden económico y social.
No cualquiera puede establecer precios en el mercado. Para ello se requieren ciertas condiciones, un tema válido no solo en el país, sino en el capitalismo. Los precios de las materias primas crecen no por mayores costos de producción, sino por la forma monopólica de funcionamiento del capitalismo mundial. La especulación sobre futuros, de la soja o del oro incide en el movimiento al alza o la baja del precio. Problemas de sequía u otros problemas naturales pueden encarecer producciones afectadas transitoriamente, pero el factor especulativo, solo posible por grandes y concentrados operadores económicos son los que definen la escalada de precios. En todo caso, la combinación de los problemas para la producción (agotamiento estructural de las reservas de petróleo, por ejemplo) y el funcionamiento especulativo de capitales transnacionales definen la escalada de precios a escala global.
La inflación se presenta como problema nacional y es consecuencia de problemas locales y globales, que se manifiesta de manera diferenciada en distintas regiones y por eso, la inflación no resulta pareja para todos los países y se pone en evidencia en ciclos históricos concretos de algunos países y no necesariamente por las mismas razones. Venezuela y Argentina son los países donde más golpea el flagelo inflacionario y sin embargo, ambas economías no son asimilables y el diagnóstico de la suba de precios en uno y otro país aluden a problemas específicos de cada país, aunque en ambos, el fenómeno de la concentración económica es importante.
Según el Indec, con datos al 2009, agravados en el 2010, la concentración y extranjerización económica crece en la Argentina. De allí surge que de las 500 empresas más grandes del país 324 son extranjeras y sólo 176 argentinas, según datos que arroja la Encuesta Nacional a Grandes Empresas (ENGE). Son datos que excluyen al agro y las finanzas. Es sobre esas 500 que debe ejercerse el control estricto de precios y no demandar moderación a los trabajadores en sus reclamos por ajustes o aumentos de salarios. Esas 500 empresas expresan un tercio del producto anual, con lo cual allí se encuentro la dominación del sistema económico, donde muy pocas empresas definen la situación de las principales ramas de la producción. Cuando hablamos de control no remitimos solo al que pueda ejercer el Estado, sino a formas de involucramiento de los trabajadores de esas empresas, vía organizaciones sindicales a desarrollar en todos los ámbitos empresariales (solo el 13% de las empresas en la Argentina reconocen delegaciones sindicales en su seno).
Es un asunto de democratización económica. El control de precios no es un atributo solo del Estado, es del conjunto de la población, de los consumidores, y especialmente de los trabajadores que generan la riqueza social. Si las empresas fijan los precios de bienes y servicios que genera el trabajo social, la respuesta es la democratización del régimen económico, involucrando a los trabajadores en el control de los precios.
Esas 324 extranjeras aportan el 81,4 por ciento del valor agregado que generan las 500; el 79,3 por ciento del valor de producción (la suma de la facturación y la variación de stocks) de ese conjunto; el 75,3 por ciento de toda la utilidad, y el 68,3 por ciento de la masa salarial. Lo principal de la cúpula empresarial (500 grandes empresas) es originario de otros países, lo que define el destino del excedente. De las 40 compañías del rubro minas y canteras que figuran entre las 500 más grandes del país, 36 son de afuera y sólo 4 argentinas; de las 76 dedicadas a combustibles, química y plástico, 61 son extranjeras; y de las 43 en maquinarias, equipos y vehículos, 35 son foráneas. Alimentos, bebidas y tabaco, donde sobre un total de 107 firmas, hay 49 nacionales y 58 extranjeras. El eje pasa por controlar a las grandes y de ellas a las extranjeras, ya que en buena medida resuelven sus problemas de rentabilidad en países de origen, con excedentes generados en nuestros países.
De las 500, más de la mitad son industria manufacturera (56,6%) y un poco más de un quinto son de alimentos, bebidas y tabaco (21, 4%), y ya comentamos la importancia que el rubro tiene en el tema inflacionario. Las 50 más grandes expresan el 54,8% del valor agregado de las 500. Del mismo modo, 50 grandes concentran el 53% de las ganancias de las 500. He aquí donde se define el modelo productivo, el patrón de consumo y la fijación de los precios en el sistema económico local. El foco inicial del control de precios debe fijarse en estas 50 empresas y desde allí generalizar los controles de mayor a menor concentración. Insistamos que no se trata de controles burocráticos, sino populares, de usuarios, consumidores y trabajadores. Es un problema de democratización de la economía.
Todo el debate que aparece en los medios académicos y de comunicación parte de aceptar el razonamiento favorable a la ganancia del empresario, especialmente los de la cúpula. Es algo lógico como enfoque dentro del capitalismo, donde la ganancia está naturalizada. Así como se reconoce un ingreso por el trabajo (salario), aparece como lógico, natural, un ingreso por la propiedad de la tierra (renta) y por la propiedad del capital invertido (ganancia). Es obvio y correcto en esa lógica, no la única, ya que la crisis capitalista nos convoca a pensar más allá y contra el capitalismo como orden económico de la sociedad. Tan naturalizado está, que el límite de la distribución de la renta nacional (distribución funcional del ingreso) se establece en el máximo histórico logrado en el país, repartiendo la misma por mitades, el 50% para los empresarios (ganancias) y la otra mitad para los trabajadores (salarios).
¿Porqué no pensar en un desequilibrio favorable a los trabajadores? Un 60 ó 70% para el ingreso de los trabajadores y el resto para los inversores de capital, por ejemplo; o incluso pensar en la organización de la economía sin el inversor privado, situación que pusieron en evidencia las “fábricas sin patrones” de la experiencia de recuperación de empresas por parte de sus trabajadores, hecho que logró visibilidad importante en plena crisis del 2001 y subsiste en el presente. El debate salarial se queda, muchas veces, en la recuperación del poder de compra perdido por el avance de la inflación. Así, toda la ganancia por productividad es apropiada por el capital, quien a su vez traslada el aumento de salarios a los precios de los bienes y servicios finales.
Desde los trabajadores no hay techo en la disputa de la renta nacional contra el capital. El único límite viene dado por la correlación política de fuerzas, nunca por cuestiones estrictamente económicas.
Precio, valor e inflación
Los precios (en tanto equivalen al valor), desde el punto de vista de Marx son igual a la inversión en capital constante (edificios, infraestructura, materias primas, materiales, etc.) más capital variable (salarios) más plusvalía (equivalente al conjunto de la ganancia).
Así: valor = C+V+Pl (del conjunto de la economía, pues la Pl -plusvalía- se distribuye entre todos los capitalistas, micro, pequeños, medianos y grandes, siendo estos últimos los que más concentran). Los precios de los bienes y servicios reponen el capital invertido (constante más variable) y adicionan una ganancia (el conjunto de la plusvalía equivale a la ganancia total). Esa ganancia tiene que alcanzar para ampliar la acumulación del capital y satisfacer inagotables necesidades de consumo (incluso suntuario) del capitalista.
Al aumentar los precios (manifestación del valor en el mercado), los capitalistas pueden:
a) aumentar el C (capital constante), es decir, incrementar la inversión acumulando parte de las ganancias. No es lo que ocurre en Argentina, pues se verifica la fuga importante de capitales (unos 150.000 millones de dólares en divisas, bonos y títulos según registros del BCRA); y la recurrente peregrinación del gobierno argentino buscando inversores del exterior en sucesivas giras por el mundo;

b) pueden aumentar el V (capital variable invertido en salarios), y claro que eso no ocurre, al contrario, buscan abaratar el costo laboral vía disminución de salarios. Por ello “tercerizan” y mantienen buena parte del trabajo en situación irregular, todo para bajar el costo salarial;

c) pueden aumentar la Pl e invertir en divisas, activos externos (dólar, euro, bonos, acciones, propiedades en el exterior, etc), siendo esto lo que ocurre mayoritariamente, pues las transnacionales compensan sus pérdidas por la crisis mundial de sus países de origen remitiendo utilidades a sus casas matrices, y los inversores locales invierten mayoritariamente en activos externos, dificultando el proceso local de ahorro e inversión. Esas mayores ganancias explican el crecimiento de gastos suntuarios, la expansión de la construcción, del turismo o de la compra de automotores de alta gama.

Por todo ello es que resulta adecuado demandar 30% ó más (35 ó 40%) de ajuste salarial para el 2011, siendo ello una definición política en relación a la capacidad de lucha y la correlación de fuerzas, y el argumento es que el crecimiento de la economía es apropiado actualmente por los capitales más concentrados, siendo la inflación un mecanismo de defensa de la ganancia de esos capitales más concentrados.

La solución al problema de la inflación pasa por medidas de fondo, tal como lo referido al control de precios, lo que debe acompañarse por profundos cambios en la política económica, como la reforma tributaria y una política de nacionalizaciones, por lo menos de la banca y del comercio exterior, más el uso de las reservas internacionales, o parte de ellas para otro modelo productivo (contra la sojización y la mega minería) sustentado en empresas recuperadas, emprendimientos de autogestión por los trabajadores y formas económicas con participación popular en la toma de decisiones sobre la producción, para así modificar el patrón de consumo.

En conjunto supone pelear por la soberanía alimentaria, energética y financiera (cambio de la carta orgánica del banco central, p.e., y aliento al banco del Sur, también, que no parece ser la orientación oficial y por la que hay que luchar). Se trata de un conjunto de reformas estructurales del orden económico vigente, para modificar el modelo productivo y de desarrollo con énfasis en la satisfacción de las necesidades sociales mayoritarias. Ello supone el control estatal de los recursos naturales, de la tierra y el agua. Es otro modelo productivo, de desarrollo para pensar en otro orden económico de la sociedad.

No se trata de pensar en la inflación al margen del orden económico social y por ende, aquella no puede resolverse sin afectar la ganancia, o los intereses del capital más concentrado, principalmente extranjero. ¿Es una tarea estatal? En principio sí, pero esencialmente, se trata de control popular sobre la producción, o dicho de otro modo, sobre el conjunto empresarial que define la producción, sobre la cúpula, las 500, o un conjunto menor y decisivo de ellas. Es una cuestión estatal y de la sociedad, principalmente de los de abajo.

¡La inflación es una cuestión de poder popular!

Buenos Aires, 23 de enero de 2011


[1] Profesor Titular de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario, UNR. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP. Integrante del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO.

Las relaciones comerciales de Argentina con China y el modelo productivo

Entre los datos que se destacan sobre la evolución económica de la Argentina de los últimos años aparece el superávit comercial, producto de una diversificación geográfica del comercio exterior y una especialización primaria de la producción nacional, favorecida por precios internacionales en alza, especialmente de los alimentos, y entre ellos de la soja y sus derivados. Es quizá una excepción a esa regla la participación importante del rubro automotor y crecientemente el oro entre los productos de la minería.

La realidad apunta al liderazgo de la producción primaria en el vínculo con el resto del mundo, donde el complejo sojero marcha a la vanguardia. La explosión de la soja como producto líder, especialmente en la exportación es un fenómeno relativamente nuevo, con poco más de una década de crecimiento imparable, y con previsión de continuidad, salvo modificaciones del escenario global y particularmente de la demanda de China. Aludimos al gigante asiático no solo por su nuevo papel de locomotora de la economía mundial sino por la especificidad que adquiere en la relación bilateral con la Argentina. El país de Mao se transformó en el segundo socio comercial de Argentina, detrás de Brasil, por lejos el principal destino de exportaciones y proveedor de las importaciones locales.


China es cosa seria en el mercado internacional, actor principal de la economía y la política mundial, especialmente en momentos de crisis global con pronóstico de continuidad. Por eso se encendieron luces de alerta cuando en abril del 2010, las autoridades de Beiging suspendieron las compras de aceite de soja, levantadas en octubre. El argumento aludía a razones técnicas del producto, aunque el fondo de la cuestión se asociaba a las restricciones a las importaciones chinas por parte de nuestro país, en defensa de otras producciones nacionales, especialmente del sector industrial. Son variadas las resoluciones emanadas de las autoridades económicas para la protección de producción de la industria local.


Argentina tiene una tradición de desarrollo fabril temprano con relación a la región latinoamericana y es notorio el proceso desindustrializador operado desde la dictadura genocida hasta la crisis del 2001. Nadie duda que ahora sea Brasil quien lidera el proceso industrializador en la región, desplazando a la Argentina de su tradicional liderazgo en la primera parte del Siglo XX. Con la salida de la convertibilidad se habló de la reconstrucción de un modelo productivo, sustentado en la recuperación de la capacidad productiva de la industria y el aliento a la producción agraria y minera. Para la industria, la estrategia fue la utilización de la capacidad ociosa, con escasa innovación tecnológica, con límites en el crecimiento de la productividad de un sector donde, junto a la transnacionalización industrial, subsiste el carácter nacional del empresariado pequeño y mediano. En la producción primaria se cuenta con ventajas comparativas en materia de suelo y recursos naturales, asociado a grandes inversiones e innovaciones de paquetes tecnológicos competitivos a escala global y en manos de capitales transnacionales que dominan el ciclo económico.


¿Qué modelo productivo?


Un debate necesario es sobre el modelo productivo en curso, a quién beneficia y qué tipo de inserción internacional promueve. Decimos necesario porque durante todo el 2010 se sucedieron visitas de autoridades chinas a la Argentina y de nuestro país a China, aprestándose a viajar en estos días Débora Giorgi, la Ministra de Industria, para continuar acuerdos de intercambio que favorezcan la “exportación de trabajo y valor agregado argentino”, y no solo la provisión de materias primas y derivados de la producción primaria. Las restricciones chinas a las importaciones de aceite de soja desde Argentina fueron levantadas, aunque resta efectivizar esas operaciones, asunto que preocupa a las autoridades del sector de la producción agraria. El problema aparece como una opción contradictoria, entre el desarrollo industrial y el agrario e incluso la agroindustria, y sin embargo es parte de un mismo asunto que se asocia al tipo de modelo productivo y de desarrollo que promueve la Argentina.


El debate sobre qué modelo productivo y de desarrollo es una asignatura pendiente de carácter estratégico en el país. No se trata de privilegiar industria (en general de baja productividad) contra agro (subordinado a paquetes tecnológicos de propiedad de transnacionales), sino de discutir qué producir, cómo hacerlo y para quién, tanto en el mercado interno como en el mundial. No solo es cuestión de diversificación de mercados sino de vínculos estratégicos de nuevo tipo, especialmente con la región, el sur del mundo y particularmente China.


En ese marco sobresale el debate en materia de alimentación, donde importa más la soberanía alimentaria en el abastecimiento de la población global que en rendimientos de la inversión de capitales que no tienen reparos en asociar sus objetivos de renta con la especulación sustentada en los precios de los alimentos. Claro que es imposible esa discusión sin incluir una estrategia por la soberanía en el manejo integral de los recursos naturales, especialmente la tierra y el agua, la energía y las finanzas.


En definitiva, no solo es cuestión de producir y vender al país emergente en crecimiento, China, sino de volver a pensar en términos de modelo productivo y de desarrollo con satisfacción integral de necesidades sociales ampliadas.

¡No al corralito!

El cambio de año se nos presenta con indicadores económicos para el optimismo. Esos índices se sustentan en el crecimiento elevado del producto durante el año finalizado, aún en tiempo de continuada crisis mundial. Todos los análisis descuentan que esa perspectiva se mantendrá para el 2011. En ese marco, en este cálido verano, la mayoría de los medios de comunicación se dedican principalmente a informar sobre la farándula y su agenda de verano, aunque también analizan la coyuntura de competencia electoral (renovación presidencial) en base a los datos provistos por las consultoras.


La economía y la política parecen funcionar muy bien. Todos descuentan el triunfo del oficialismo y la estabilidad del orden económico. La discusión es quien gobierna mejor el capitalismo en la Argentina. Todo indica que estaríamos en un momento de estabilidad, con previsibilidad económica y política.


Sin embargo, con indignación, nos interrogamos si esa es la normalidad de miles de jubilados que debieron hacer colas interminables para percibir parcialmente sus haberes por “falta de billetes”. Un tema que sigue siendo vejatorio para empleados estatales, docentes, judiciales provinciales y nacionales, que aún no cobran sus sueldos y para miles de usuarios de distintas redes de cajeros automáticos qué igualmente deambulan por las calles de la ciudad de Buenos Aires y del interior de nuestro país, intentando recuperar su dinero por la imprevisión de las autoridades monetarias y políticas (Banco Central/ Ministerio de Economía) que no aseguran en tiempo y forma la provisión de billetes para cancelar sueldos y otras obligaciones regulares


El consumo de automotores y turismo bate récord, en clara demostración de la distribución inequitativa de la riqueza, mientras a los sectores de menores recursos se le dificulta el acceso del dinero para el consumo imprescindible. Aquellos sectores bancarizados con elevados márgenes de crédito pueden prescindir del efectivo, mientras resulta imposible para quienes viven de ingresos fijos.


La única explicación es la imposibilidad de las autoridades argentinas para producir los billetes, y la importación de los mismos desde Brasil. A todas luces una improvisación que no resuelve el problema y que castiga, principalmente a los trabajadores.


El capitalismo en la Argentina funciona…, especialmente para los dueños del poder económico, mayoritariamente en manos del capital transnacional. Son curiosamente los dueños de las empresas de energía que no resuelven la distribución de la demanda energética, por falta de inversiones y controles suficientes del Estado. Son también dueños de los principales bancos privados, de un sistema financiero extranjerizado que intenta suplir el déficit de casas matrices con sus ganancias en nuestros países.


Más allá de las disputas políticas que responden a diferencias entre fracciones de las clases dominantes, el problema a resolver para los de abajo, sigue siendo quién detenta el poder. A los de abajo nos complican con el corralito virtual por la ausencia de billetes y ellos disfrutan del gasto suntuario y el crecimiento de sus negocios.


Por eso el desafío es construir alternativa política para cambiar el orden económico y satisfacer las necesidades sociales de la mayoría de nuestro pueblo. Para ello nos comprometemos en el afianzamiento de la CTA como instrumento de lucha y organización de los trabajadores y en la constituyente social para articular un bloque popular que dispute el poder en la Argentina: exigimos, a las más altas autoridades nacionales y provinciales que asuman sus responsabilidades y garanticen en consecuencia nuestro derecho a acceder libremente al dinero correspondiente a nuestros sueldos “acorralados“ en las arcas de quién sabe que multinacional del sistema financiero que tienen cómo principal objetivo local que paguemos, la odiosa, ilegal e inmoral deuda externa.


Buenos Aires, 6 de enero de 2011

Julio C. Gambina                                                 Víctor Mendibil
Presidente de la FISyP                                        Secretario General de la Federación Judicial Argentina